Mi cabeza está revuelta con recuerdos que sí deseo recordar, pero que no tienen orden ni concierto
alguno, ya que todo se encuentra enrevesado como en un laberinto con muchas
entradas pero sin salida alguna. Yo no soy, no creo ser,
como el Minotauro que vive feliz en medio de la laberíntica soledad de los
años. Yo soy, según pienso, como Ícaro que busca la libertad e irracionalmente
encuentra la muerte por no reflexionar en los peligros que esa libertad trae
aparejada. Me digo a mí mismo: se libre pero ten en cuenta siempre los límites
que esa misma libertad conlleva… ¿Por qué no puedo contemplar la vida de manera
diferente a la usual y busco vivirla no llevando el agua de la vida para calmar la sed que me
atraganta? ¿Por qué los sueños de los cuales hablo no son en verdad sueños para
vivirlos por mí mismo…? Hay verdades que terminan siendo mentiras y mentiras
que se transforman en verdades. ¿Cuál es el límite entre unas y otras…? No me
interesa que haya orden en lo que hablo, me interesa hablar aunque sea desordenadamente
para buscar después, si eso fuera posible, encontrar el orden y, sobre
todo, comprenderme como nunca antes lo había procurado… Pienso que el día en
que la realidad interrumpa la verdad de los sueños de los cuales hablo siempre, pero
cuyas verdades son más reales que la misma realidad, en ese mismo día seré libre para encontrar lo que jamás he encontrado
anteriormente… Estoy aquí, sentado frente a la pantalla de la computadora de la
Biblioteca y no sé qué es lo que puedo decir, no sé lo que puedo escribir
aunque tenga la mente repleta de ideas que galopan en los otroras que formaron
parte de mi vida. Ya ha llegado el momento en que las sienes jamás despejadas se sienten a descansar de los
golpes con que los diferentes momentos vividos las han golpeado… Me siento en
el fondo de mi vida, sonrío algo sarcásticamente, miro la vacuidad de los días
que no se presentan y salgo a caminar por los senderos que el viento abre ante
mí… La belleza que rodea los contornos de nuestro desplazamiento por las calles
sincronizadas de la esperanza, esa misma belleza ha de marginar los espacios
desaprensivos que encontramos en el ir y venir de la serena quietud de lo
voluptuoso…
domingo, 30 de octubre de 2016
miércoles, 26 de octubre de 2016
Arguedas frente al espejo...
Walter Saavedra
Arguedas no estaba desesperado cuando se mató, estaba
enfermo y debe haber estado con esa tranquilidad que da la depresión en el acto
final. Se cuenta que en la mañana del mismo día en que se quitó la vida, se le
vio en la Iglesia de la Merced, en el Jirón de la Unión, en Lima, en una actitud
como rezando. Ese mismo día estuvo almorzando con unos colegas de la
Universidad Agraria la Molina y todos lo vieron alegre… Es interesante
preguntarse por qué se puso frente al espejo cuando se pegó un tiro. Se me
ocurre una respuesta muy simple: para mirarse, simplemente para eso, quizás le
parecía hasta gracioso contemplarse en el momento de darse un tiro y quitar ese
malestar en la cabeza que no lo dejaba tranquilo… Pensar en el significado de los actos de
los depresivos con la racionalidad del no depresivo lleva a muchos errores.
Para el depresivo la vida y la muerte no tienen sentido, tampoco las palabras
que salen de sus labios sin saber él por qué ni tampoco sabe su real
significado. Quienes lo escuchan hablar lo juzgan de manera no adecuada y, como
pasó con su terapeuta la Dra. Hoffmann, pueden considerarlo ya curado y después
cuando se matan no comprenden la razón porque todo tenía la apariencia de ir
tan bien en él. A Arguedas le molestaba mucho la cabeza, repetimos, eso le era
insoportable, entonces se dispara un tiro para terminar con ese malestar. Él
hablaba antes de la muerte en múltiples ocasiones, al final ya casi nadie
parecía prestarle atención. Pero ¿qué era la muerte para José María Arguedas?
Sólo una palabra. Existir o dejar de existir no tenían significado para él.
¿Acaso para se moría cuando se dejaba de existir? Él se mató para sentirse
mejor de todos los malestares, todo lo demás carecía de sentido. ¿Pensó Arguedas
que al morir dejaría de existir? Esa relación carecía de sentido para él, como
para todos los depresivos… Sherlock Holmes dice que en las cosas simples
encontramos muchas respuestas a cosas que parecen complejas. Quizás sea
cierto...
domingo, 2 de octubre de 2016
Quiero...
Quiero hablar de lo que desconozco y me enredo en el silencio, sólo llego a
balbucear palabras incoherentes, nombres sin sentido, conocimientos inermes.
Contemplo que los demás hablan con autoridad y yo miro al cielo buscando la
palabra doliente que podrían pronunciar mis labios aherrojados y mi ciego
mirar. La ignorancia es mi tema hasta cuando algún pensamiento puedo articular
con mis brazos cansados y mi errático andar.