NOTA BENE:

Revista Internacional del Colegio Profesional de Antropólogos de Lima. Sede: New York.


viernes, 30 de septiembre de 2016

No decir nada y decirlo todo al mismo tiempo

Walter Saavedra


Este es un día gris, con una llovizna parecida a la de Lima, un frío que va haciéndonos recordar que el invierno está ya cercano, pero aún no es tan acusado como la estación que vendrá próximamente. Yo he caminado, como siempre acostumbro, mirando a en rededor sin alcanzar a vislumbrar lo que va recostándose entre este presente que me acuna y el futuro que me ve llegar y no termina de darme la mano para comenzar a encontrarme donde él se encuentra… He estado pensando en lo que siempre pienso y jamás recuerdo nada porque la vida es más, mucho más que simples recuerdos.  ¿En qué es lo que pienso cuando estoy soñando con lo inasible que danza a nuestro costado? Es un misterio nada difícil de desentrañar porque mis ojos se vuelven hacia abajo como mirando fijamente todo el pasado que hemos vivido en los tiempos cuando los años no traían a nuestra mente sino futuros llenos de esperanza. Sí, por supuesto que sí, nosotros éramos muchachos que caminábamos con el pecho henchido y la vida fulgurante. Me veo tranquilo izando el pendón de la alegría en medio de los inviernos que se adocenaban a nuestro lado. Yo… yo quería dejar un rastro en ese camino que iba haciendo al marchar hacia la vida que se abría esplendorosamente a nuestra mirada, y no sabía que los caminos se van borrando apenas dejamos de transitarlos y tampoco conocía que las huellas no perduran más allá de lo que el viento permanece en el rostro de la nada… ¿Cuándo fue que fuimos cambiando? El cambio fue permanentemente llegando mientras la edad se iba desplazando inefablemente sobre nuestras espaldas. Al entrar a la Universidad dejé radicalmente de lado (aunque no pudiera ser de manera completa) aquella persona que fui antes, y cuando pasaron tres años en ella ya no era como aquel muchacho imberbe que había comenzado sus estudios no hacía mucho tiempo atrás. Empero esos tres años se hicieron eternos porque muchas de las personas -con las que traté entonces y posteriormente en el paso insaciable de los años- era eso lo único que recordaban de mí (aunque, la verdad, yo jamás de vi de esa manera), imponiéndose esa realidad desaparecida jamás existente, incluso a mis propios cambios que, muchos de quienes me desconocieron, no aceptaron como míos sino como provenientes de alguien ajeno a mí y sé perfectamente que no los vieron con más claridad que cuando se mira al agua turbia discurrir en los causes de un arroyuelo infinito de aguas límpidas. Tres años después yo ya no era el que fui, me iba haciendo más maduro, pero en el silencio de mi propia mascarada en que se había convertido mi silencio lleno de palabras que otros escuchaban nítidamente, pero que no eran escuchadas por mí mismo… ¿Quién era yo al terminar mis estudios universitarios? Alguien que miraba a los demás intentando comprender qué había pasado en la vida de cada quien, qué nos deparaba el futuro que no miraba con angustia como a muchos otros veía que hacían. ¡Ah ese instante en que uno termina sus estudios y ve lo desconocido y agreste levantarse en su futuro, mientras está temeroso de lanzarse en un salto mortal hacia el vacío…! En un momento determinado, ayudado por ciertas circunstancias propicias que se presentaron, salí de mi país buscando la huella de los inmigrantes ilegales que procuraban llegar al país donde el dinero caía a borbotones de los árboles, donde estaba el paraíso en el cual uno lo tenía todo sin mayor esfuerzo. Yo, soñador empedernido, no buscaba el dinero, yo buscaba el conocimiento. Me torné más huraño de lo que solía ser intentando vivir lo que los ilegales vivían y sentían, siendo yo uno más de ellos. No había nada de artificial en mi vida, en mis sufrimientos, en mis necesidades, mis tribulaciones más allá de si en algún momento me hubiera gustado -como realmente aconteció- salir de ese túnel oscuro, terrible, interminable en el cual vivía. Muchas cosas pasaron por mi vida, pero sólo recuerdo las sensaciones que llenaron mi propio mundo y sé que así como yo había muchos otros… Después de dos años dejé de este país por voluntad propia aunque no fuese en realidad completamente mi voluntad… Dos hermosas hijas vinieron a alegrar mi vida y mis sueños se reavivaron de manera diferente. Sin embargo, ¿quién sabe realmente lo que uno espera mientras sueña con un futuro que se va desmigajando en los eternos adioses que preparan infinitos holas que han de ser bienvenidos aunque no sean los esperados…? Aquí, dentro de esta Biblioteca que frecuento (donde casi nunca leo los libros que en ella se guardan amorosamente), no siento la garúa que invade las calles de esta ciudad irreverente, pero yo vivo sumergido en el otoño que he soñado desde que era muy joven, aunque viviera en la eterna primavera en que todos vivimos en nuestra juventud, incluso cuando nuestra vida pueda ser un infierno. ¿Qué es lo que busco ahora? Solamente tranquilidad y dedicarme con ahínco a lo que siempre ha sido mi vida: una eterna búsqueda de cielos extraños conviviendo en la alborada de sueños nunca fenecidos, búsqueda realizada aunque no me mueva físicamente nunca del mismo lugar… Ya no camino como siempre acostumbro, ahora estoy sentado como es mi costumbre en el día que comienza, en el día que bosteza, buscando en otras miradas el despertar propio de la esperanza no desesperanzada. ¿Y se han dado cuenta ustedes cómo no digo nada diciéndolo, sin embargo, todo…? Es lo que me gusta de Lao Tzu, es lo que me encanta del taoísmo.

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East Elmhurst, New York, United States

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