Este es un día gris, con una llovizna parecida a la de
Lima, un frío que va haciéndonos recordar que el invierno está ya cercano, pero
aún no es tan acusado como la estación que vendrá próximamente. Yo he caminado,
como siempre acostumbro, mirando a en rededor sin alcanzar a vislumbrar lo que
va recostándose entre este presente que me acuna y el futuro que me ve llegar y
no termina de darme la mano para comenzar a encontrarme donde él se encuentra…
He estado pensando en lo que siempre pienso y jamás recuerdo nada porque la
vida es más, mucho más que simples recuerdos. ¿En qué es lo que pienso cuando estoy soñando
con lo inasible que danza a nuestro costado? Es un misterio nada difícil de
desentrañar porque mis ojos se vuelven hacia abajo como mirando fijamente todo
el pasado que hemos vivido en los tiempos cuando los años no traían a nuestra
mente sino futuros llenos de esperanza. Sí, por supuesto que sí, nosotros éramos
muchachos que caminábamos con el pecho henchido y la vida fulgurante. Me veo
tranquilo izando el pendón de la alegría en medio de los inviernos que se
adocenaban a nuestro lado. Yo… yo quería dejar un rastro en ese camino que iba
haciendo al marchar hacia la vida que se abría esplendorosamente a nuestra
mirada, y no sabía que los caminos se van borrando apenas dejamos de
transitarlos y tampoco conocía que las huellas no perduran más allá de lo que
el viento permanece en el rostro de la nada… ¿Cuándo fue que fuimos cambiando?
El cambio fue permanentemente llegando mientras la edad se iba desplazando
inefablemente sobre nuestras espaldas. Al entrar a la Universidad dejé
radicalmente de lado (aunque no pudiera ser de manera completa) aquella persona
que fui antes, y cuando pasaron tres años en ella ya no era como aquel muchacho
imberbe que había comenzado sus estudios no hacía mucho tiempo atrás. Empero
esos tres años se hicieron eternos porque muchas de las personas -con las que
traté entonces y posteriormente en el paso insaciable de los años- era eso lo
único que recordaban de mí (aunque, la verdad, yo jamás de vi de esa manera),
imponiéndose esa realidad desaparecida jamás existente, incluso a mis propios
cambios que, muchos de quienes me desconocieron, no aceptaron como míos sino
como provenientes de alguien ajeno a mí y sé perfectamente que no los vieron
con más claridad que cuando se mira al agua turbia discurrir en los causes de
un arroyuelo infinito de aguas límpidas. Tres años después yo ya no era el que
fui, me iba haciendo más maduro, pero en el silencio de mi propia mascarada en
que se había convertido mi silencio lleno de palabras que otros escuchaban
nítidamente, pero que no eran escuchadas por mí mismo… ¿Quién era yo al
terminar mis estudios universitarios? Alguien que miraba a los demás intentando
comprender qué había pasado en la vida de cada quien, qué nos deparaba el
futuro que no miraba con angustia como a muchos otros veía que hacían. ¡Ah ese
instante en que uno termina sus estudios y ve lo desconocido y agreste
levantarse en su futuro, mientras está temeroso de lanzarse en un salto mortal
hacia el vacío…! En un momento determinado, ayudado por ciertas circunstancias
propicias que se presentaron, salí de mi país buscando la huella de los
inmigrantes ilegales que procuraban llegar al país donde el dinero caía a
borbotones de los árboles, donde estaba el paraíso en el cual uno lo tenía todo
sin mayor esfuerzo. Yo, soñador empedernido, no buscaba el dinero, yo buscaba
el conocimiento. Me torné más huraño de lo que solía ser intentando vivir lo
que los ilegales vivían y sentían, siendo yo uno más de ellos. No había nada de
artificial en mi vida, en mis sufrimientos, en mis necesidades, mis tribulaciones
más allá de si en algún momento me hubiera gustado -como realmente aconteció-
salir de ese túnel oscuro, terrible, interminable en el cual vivía. Muchas cosas
pasaron por mi vida, pero sólo recuerdo las sensaciones que llenaron mi propio
mundo y sé que así como yo había muchos otros… Después de dos años dejé de este
país por voluntad propia aunque no fuese en realidad completamente mi voluntad…
Dos hermosas hijas vinieron a alegrar mi vida y mis sueños se reavivaron de
manera diferente. Sin embargo, ¿quién sabe realmente lo que uno espera mientras
sueña con un futuro que se va desmigajando en los eternos adioses que preparan
infinitos holas que han de ser bienvenidos aunque no sean los esperados…? Aquí,
dentro de esta Biblioteca que frecuento (donde casi nunca leo los libros que en
ella se guardan amorosamente), no siento la garúa que invade las calles de esta
ciudad irreverente, pero yo vivo sumergido en el otoño que he soñado desde que
era muy joven, aunque viviera en la eterna primavera en que todos vivimos en
nuestra juventud, incluso cuando nuestra vida pueda ser un infierno. ¿Qué es lo
que busco ahora? Solamente tranquilidad y dedicarme con ahínco a lo que siempre
ha sido mi vida: una eterna búsqueda de cielos extraños conviviendo en la
alborada de sueños nunca fenecidos, búsqueda realizada aunque no me mueva
físicamente nunca del mismo lugar… Ya no camino como siempre acostumbro, ahora
estoy sentado como es mi costumbre en el día que comienza, en el día que
bosteza, buscando en otras miradas el despertar propio de la esperanza no
desesperanzada. ¿Y se han dado cuenta ustedes cómo no digo nada diciéndolo, sin
embargo, todo…? Es lo que me gusta de Lao Tzu, es lo que me encanta del
taoísmo.
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