NOTA BENE:

Revista Internacional del Colegio Profesional de Antropólogos de Lima. Sede: New York.


miércoles, 25 de enero de 2017

Sumario balance de mis recuerdos

Walter Saavedra

Se me han venido a la mente muchos instantes de los momentos en que enseñaba en las diferentes universidades donde trabajé. He laborado con cariño durante esos años, pero también he pasado momentos muy difíciles ya sea porque me atenazó la depresión en múltiples ocasiones haciéndome casi inútil para abordar mis temas, o cuando no era comprendido a pesar de que era precisamente en esos instantes en que ponía mucho más esfuerzos en elaborar mis clases teniendo muy presente al sector de alumnos a quienes me dirigía. Quisiera pues traer a mi memoria los momentos buenos y los malos ya sea para mí o para mis alumnos por mi causa, pero es difícil porque los más de ellos se han borrado férreamente de mi mente... Recuerdo que a mis alumnos de literatura los hacía escribir tensando al máximo su imaginación desnuda y ellos escribían aunque muchos lo hacían sin saber lo que hacían, pero ¡qué bien que les salía! Sí, el que más, me entregaba textos que me llenaban de complacencia… A mis alumnos de antropología los hacia escribir dándoles más facilidades y, en algunos casos, les ponía un manojo de fotos que cambiaban constantemente, les proporcionaba un extracto muy pequeño de un libro antropológico o les hacía escribir sobre sus experiencias, sobre su vida y la de sus conocidos… Según los casos, ellos tenían que escoger una fotografía, leer el texto escogido o echar mano a sus recuerdos y experiencias, y tenían que escribir algo que se les viniera a la mente en ese mismo instante, tenían que hacerlo simplemente cómo se les viniera a la cabeza, pero siempre tratando que surgiera de lo que estaban mirando, leyendo o de la pregunta que les hacía. A mis alumnos de derecho les daba algún tema de contenido antropológico para que desarrollaran sus ideas en torno al mismo... No con todos mis alumnos lo hice, porque cada uno de los grupos con los cuales trabajaba tenía sus particularidades, que yo procuraba descubrir y adaptarme a ellas para hacer el trabajo lo menos formal posible. En algunos casos me bastaba ponerles una película cuya relación con la antropología tenían ellos mismos que descubrir, sobre todo cuando se trataba de alumnos de la carrera de Antropología… A un lado, me dedicaba a contemplar sus rostros mientras les exigía escribir o simplemente ver las películas y yo casi podía leer sus mentes maldiciéndome por pedirles hacer lo que aparentemente no tenía relación con lo que estudiaban. La actitud que adoptaban ante un evento sorpresivo me daba una idea de lo que ellos mismos eran y de lo que pensaban y según eso yo conversaba con ellos, siempre de manera muy informal… Durante algunos años me dediqué a leer libros y a comentarlos, de tal manera que exigía a los alumnos que así como yo reflexionaba ellos también lo hicieran diciendo todo lo que pensaban de lo que leían en mi escrito. Y casi nunca repetía los mismos textos para no aburrirme yo mismo… Cuando les exigía relatarme sucesos de su vida cotidiana,  esos instantes alcanzaron su momento más álgido inmediatamente después del terremoto de agosto de 2007 en Ica… Yo podía ver así la gran variedad de formas de pensar y de ser de los grupos, dependiendo de dónde procedían, y también, por supuesto, las particularidades de muchos individuos que fueron mis alumnos y –lo digo sin broma- ellos no sabían que eran mis alumnos porque algunos veces no sabían qué era lo que yo les enseñaba, a pesar de que se los explicaba, sólo que no les entraba en la mente algo tan diferente a lo que estaban acostumbrados. Yo sabía perfectamente que muchos pensarían que lo que yo hacía o decía parecía no tener sentido. Algunos se me acercaban a preguntarme qué les estaba enseñando y me decían que querían que les enseñe Antropología, y yo los miraba con estupor explicándoles que yo les enseñaba precisamente Antropología y les daba mis razones fundamentadas en la diversidad de concepciones acerca de la Antropología, y sé que muchos no las comprendieron nunca. Pero también tuve la satisfacción de ver a algunos de mis alumnos acercárseme mucho después para agradecerme lo que yo les había enseñado porque posteriormente se topaban con esos temas o los encontraban en los trabajos que hacían en las poblaciones aledañas a Ica (por ejemplo). La verdad es que ellos aprendían más de sí mismos que de mí. Muchas veces me he preguntado, y he visto preguntarse a otros, ¿qué es aquello en lo que no puede meterse un antropólogo? ¿Qué es lo que no puede hacer un antropólogo? La respuesta dependerá de la formación que hayan tenido y del desarrollo particular que han tenido en su profesión y la diversidad de puntos de vista es abismal… Hay muchas cosas que profesionalmente le están vedadas al antropólogo en razón de las particularidades mismas de cada profesión, eso es obvio. Pero el antropólogo puede meterse a husmear en aquello que pareciera estar ajeno a su actuar y satisfacer sus ansias de conocimiento tanto en el actuar como en el leer o en contemplar. Cada cosa que yo aprendía con unos lo aplicaba con los que venían después. ¿Los libros? Me comencé a olvidar de ellos, salvo cuando era absolutamente imprescindible usarlos (en muchos casos, los leía y los comentaba en clase). Son muchas las decepciones que he tenido a lo largo de mi vida con los libros, no con todos por supuesto. Mi objetivo era buscar lo que me habían enseñado cuando estudiante y lo que yo había aprendido como profesional tanto en los libros como en la enseñanza y en la vida misma… Cuando me encontré con Francisco Amezcua, hallé en él un –lo digo apelando a su comprensión y a su bondad-, yo encontré en Paco Amezcua una especie de alma intelectual gemela. Me gustaba escuchar sus propuestas, sus andanzas, sus descubrimientos. Con Francisco Xavier Solé es con quien más intimé, con quien más departí, en quien sentí más la comunidad de ideas al hablar y, por supuesto, aprender yo muchísimo de sus interesantes teorías sobre la obra de José María Arguedas. Y Ezequiel Maldonado fue también otra alma gemela con quien no tuve la ocasión de departir mucho, pero a quien sentí parte de aquellos pensamientos que emergían de la vida misma… A todos ellos los conocí por intermedio de mi siempre apreciado y dilecto amigo Ricardo Melgar, a quien le debo tantas cosas, a lo largo de tantos años, que me es muy difícil mencionarlas… ¿Y Angélica Aranguren? Ella también vino a ser mi amiga primero por intermedio de Internet y luego nos conocimos y frecuentamos fructuosamente en persona. Con Rosina Valcárcel tuvimos un camino muy similar para llegar a conocernos… Alicia Jiménez y Edilberto Huertas fueron mis amigos mientras estudiaba en San Marcos y luego coincidimos en la Universidad Villarreal, así como también con José Luis Portocarrero (y así como hubo encuentros, hubo también desencuentros con algunos de ellos)… ¿Qué puedo decir de mis inicios en la enseñanza universitaria? Las  primeras ocasiones en que pisé un aula de clase fue siendo aún un estudiante, y gracias a mi amigo Ricardo Melgar con quien colaboré ocasional e informalmente en la Universidad Garcilaso de la Vega y luego sustituyéndolo cuando contrajo nupcias mientras él estaba en su luna de miel (me quedé en su reemplazo, ese tiempo, en la Escuela Nacional de Arte Dramático). En ambos lugares hice muchos amigos y me quedaron grandes impresiones positivas en unos instantes en que no pasaba por mi mente la idea de dedicarme a la docencia. Gracias a Ricardo vine a comenzar en esta actividad que me ha tenido siempre enseñando… Gracias a él hice también muchos amigos que no he sabido conservar por mi empecinado afán de confinarme a la soledad, especialmente después que dejé las aulas universitarias donde estudié desde fines de los sesenta hasta mediados de los setenta y en donde hice realmente amigos a montones, pero he de confesar, no sin algo de incomodidad, que de la gran mayoría de ellos me he olvidado casi por completo y a algunos otros los he seguido tratando de cuando en cuando debido a la profesión o porque nos reuníamos cuando mi auto confinamiento (o mi autoexilio en el ensimismamiento) me lo permitía…  Yo soy un inocente lobo que se regodea en la estepa cubierta de libros y de emociones infinitas, yo soy aquel que se mira siempre en el cuarto de los mil espejos solamente para descubrir que no existe. Yo soy aquel que enarbolando la espada y la adarga de don Quijote descubrió que la vida está llena de derrotas y que uno no debe regresar a su terruño para poder seguir muriendo en la inocencia de su propia locura. Yo soy el que siempre he sido y soy el que ahora se postra agradecido ante los acontecimientos que dieron forma a su propia vida…

lunes, 23 de enero de 2017

Los dias que corren... ¿corren?

Walter Saavedra


Ella me preguntó al verme: ¿y cómo va la vida?  Yo nomás le respondí: la vida va avanzando y yo voy con ella. Me miró en silencio un rato que me pareció interminable y luego cambió la conversación, por unos breves instantes, para después dar por terminado nuestro intercambio de palabras. La pregunta fue muy inesperada aunque no puedo decir que haya sido sorpresiva. Como que ya estoy acostumbrado a preguntas abstractas como esa y yo tiendo a responder también con abstracciones, claro que yo sé perfectamente que, muchas veces, con las abstracciones estamos dando a conocer el lado más íntimo de nuestro yo. Es que son muchas las ideas que visitan mi cacumen y, aunque se repiten insistentemente, a mí me suenan siempre como si fuera la primera vez que las escuchara, porque, aun cuando son simplemente pensamientos, los puedo escuchar con mucha claridad, como ha de sucederle a todo el mundo. Claro, involucro a los demás porque no quiero sentirme diferente, a pesar de saber bien que cada uno de nosotros es muy diferente dentro de nuestras similitudes… Se me vienen a la mente recuerdos de cuando yo era estudiante, tiempo en que iba descubriendo el mundo constantemente, ese mundo que ya todos conocían, pero que cuando uno lo va conociendo más íntimamente, entonces se abre en una dimensión anteriormente desconocida y, por tanto, nueva para nosotros, que no somos los demás, por cierto… He escuchado no sé cuántas veces el discurso de toma de posesión de la presidencia de Donald Trump y ahora voy a comenzar por leerlo, tampoco sé cuántas veces más, para ver qué de nuevo descubro en sus gastados planteamientos que han sido repetidos en diferentes contextos por tantos como él o por tantos tan diferentes a él ¿eso ya qué importa?  Él muestra muchas contradicciones flagrantes en lo que dice, y no le importa contradecirse ni a él ni a quienes lo rodean (y no me refiero por cierto solamente a sus asesores). Empero es evidente que Trump sí tiene ideas muy claras de lo que desea hacer (aunque prefiera “hacerse el loco”, como decimos los hispanos) y lo ha mostrado escogiendo a las personas que lo han de rodear, que muestran predilección por ideas discriminatorias de diferente tipo y por los afanes guerreros que el mismo Donald Trump ha ido manifestando desde sus inicios. Él no es ningún loco, pero manipula la locura, es decir las sinrazones, para dar una sensación de cordura trastornada que tan normal resulta en nuestros tiempos. Trump quiere marear a la gente en una borrachera triunfalista para que nadie se dé cabal cuenta de lo que realmente está haciendo. Con el discurrir de los días vamos viendo su empecinado afán de seguir siendo una estrella de televisión que ha saltado con éxito a la plataforma de la política, tal como Ronald Reagan, en su momento, saltara del cine a la política. Mas Trump se apresura a marcar las diferencias sabiendo que no podrá claramente borrar los ligamentos que los unen. Claro, mientras que Reagan sabía que no estaba actuando en una película siendo presidente, Trump piensa que el ser presidente es la mejor de sus actuaciones. Él quiere emborracharse escuchando las ovaciones del público (y si no hay esas ovaciones desenfrenadas que espera, bien que se las inventa él mismo porque, en eso, Donald Trump es muy pródigo), de ese público que deglute con gusto cualquier cosa que él quiera darle porque se identifica con sus ideas sin sentido, y porque lo ven como uno más del común de los mortales sabiendo que es diferente. ¿Qué dirán de él los que nunca dicen nada? ¿Qué hablarán de él quienes toman el silencio como bandera? Los días que vienen nos traerán con mayor claridad la realidad de que sus palabras sin sentido sí tenían sentido, que sus contradicciones no eran tales, que su idea fija resuena al lado del aullido del lobo hambriento incluso en medio del festín inabarcable de los días que recién comienzan con la abundancia y el olvido… Y, sin embargo, cada uno ve su propia realidad en las palabras que les son ajenas si son dichas entre lisonjas y bienmesabes. Y la vida continúa su marcha, los ya casi olvidados guerreros del pasado se posesionarán férreamente del presente y los perros furiosos, hambrientos de sangre, abrirán el camino empedrado por el fuego de una dicha hecha jirones… ¿Y mi vida sigue acaso igual? Por supuesto que no, mi vida (como la de todos los demás) está entrando en un corredor terrible que está encerrado por la oscuridad que semeja una luz que todos ven y que nadie sabe que no existe… Yo miré la pequeña sala en que nos encontrábamos, su mirada se veía más dura que de costumbre, su voz resaltaba como trueno en el silencio del mediodía. Fue entonces que ella al despedirse no me dijo adiós, solamente bajó la mirada poblada de silenciosos despidos, se puso de pie, me señaló la puerta con un gesto de su rostro y… yo me fui a seguir con mi vida y a decir “adiós” a quienes buscan solamente holas en un mundo adormecido lleno de sinsentidos y pletórico de despedidas al voltear cada esquina de nuestras vidas donde las sinrazones tienen más sentido que las razones de quienes quieren hablar siempre con la lógica del carbonero… Como diría Sun Tzu, nadie puede alegrarse de que exista la violencia, al contrario, debemos combatir decisivamente su presencia…

sábado, 14 de enero de 2017

¿De Midas y Alejandro Magno?


He visto tu mirada surgiendo desde el fondo de los sueños de Midas, pero me sé muy bien soy aquel que no se encuentra lejano y que, por desearlo todo, se quedó sin nada dentro de los momentos otrora vividos. Hoy me he dado cuenta al fin de que nada se encuentra en el interior de los bolsillos rotos de la vida que hoy vivimos y mañana no sabemos. La prisión del sí mismo donde vegetaba la esperanza desasida de los ebrios descubrimientos de la añoranza, esa prisión abrió sus barrotes en un suspiro de amor inexistente que se incinera en su propio fuego para luego renacer como un Ave Fénix jamás imaginada. Y yo te pregunto amada que te pierdes en los ajenos laberintos del tiempo, yo te pregunto ¿has visto los árboles desnudos que ocultan los soles de esas miradas de otros otroras que no eran los míos? Ya Midas dejó de contemplar contrito sus deseos inmerecidos, pero existentes, mal le pese a la realidad que nos cobija. Esos sueños no han fenecido aunque en su lugar yazga Pandora rediviva cantándole a la alborada. Prometeo no quiso tomar la mano de Pandora y yo atrevidamente desalojé al incomprensible Epimeteo y me atreví a abrir, en su lugar, la cajita de ese regalo de los dioses, regalo malévolo de dónde salieron todos los males que hoy habitan en mi interior, mi interior que se ha ido deshilachando por completo mientras busco que ese rostro sereno que huye raudamente de mi mirada se dije en el paraíso de la nada. Sí, lo sé, siempre me he doblegado ante la ternura de otros labios, que siempre han de ser tus propios labios, siempre me he doblegado ante tu mirada mientras contemplo el tiempo que me atrapa como a un amigo comprensivo y siempre presto a tenderme sus manos pletóricas de futuro. En verdad, en verdad lo digo, yo ya no sé qué esperar de esos ojos que hoy veo mirándome fijamente en el cuarto de los mil espejos donde me encuentro atrapado mientras me desplazo pensativo por el pasadizo de los sueños de cuya pared pende ese gracioso monito que supo hacer las delicias de mis sueños hoy ¿perdidos…? El rey Midas fue vencido por los embates de Alejandro Magno que emprendiendo lo imposible lo volvió posible. Pero ni yo soy Alejandro ni tú estás en el fondo de los sueños de Midas. Ahora caminaré guiado por los designios de Atenea porque sé que de esa manera encontraré también yo a mi propia Dulcinea… aunque sé bien que no ha de ser en El Toboso, sino en ese lugar llamado La Mancha que me legaron mis antepasados y que se encuentra muy lejos de España pero siempre muy cercano a don Quijote… Hoy esbozo una sonrisa y mis ojos miran directamente hacia ese futuro tan lleno de pasado que, sin embargo, se abre tiernamente como una flor de loto siempre nueva, siempre llena de vida renovada por los sueños que aunque han cambiado no se han hecho diferentes… No sé para quién escribí estas palabras, pero sí sé que las has de recibir y las acunarás en tu regazo con el cariño que se dispensa a quien necesita de tus labios que son la encarnación de la ambrosía. ¿Quién eres tú? Yo no lo sé y tú tampoco has de saberlo cuando te mires en este retrato que ni llega a una mala ser caricatura… Al menos he pasado un rato muy alegre diciendo lo que aquí digo por muy enrevesado y falto de sentido que sea. Y ahora me voy para llegar a aquel lugar adonde no he de llegar jamás… porque tampoco conozco dónde me encuentro ahora aunque esté en la misma Biblioteca de Queens a donde siempre vengo.

viernes, 6 de enero de 2017

Ha nevado en New York

Walter Saavedra


Apenas si ha nevado un poco en New York durante la noche, y en la mañana las calles han sido limpiadas casi por completo por el esplendoroso sol que ha salido que, aunque no calienta el ambiente, calienta sí mi corazón ardiente. Hoy me encuentro alegre porque he pensado en lo que siempre pienso y soy feliz con la belleza de una vida que me depara satisfacciones incluso dentro de las tristezas más profundas. He caminado por las calles bebiendo el aire que golpeaba tenuemente mi rostro donde se podía –yo podía- ver el contento que en estos días voy teniendo por las razones que yo me sé y que no comparto ahora aquí. Soy egoísta, lo sé bien, pero el egoísmo no yoísta ha existido desde siempre en la vida del ser humano, y ha de existir siempre porque forma parte de nuestra vida, forma parte inherente de nuestra individualidad no transformada en individualismo extremista. El grupismo extremo que algunos creen ver exento de todo yo, no ha existido jamás a menos que una necesidad extrema aquejara a los seres humanos y eso se ha presentado en muchas etapas de la vida y se seguirá presentando, a no dudarlo. Muchos se escandalizarán de verme hablar como lo hago hoy, pero no hay nada completamente nuevo en ninguna novedad que salga a cerrarnos los pasos… Hoy en la madrugada ha nevado en las calles de esta ciudad y he caminado sonriéndole al mediodía, aquel mediodía al cual Zaratustra le cantaba cuando bajaba de la montaña donde vivió en soledad solamente acompañado de su águila y su serpiente. Yo también bajo de la maraña diaria acompañado de mis pocos libros, aquellos que he comenzado a leer tímidamente después de pasar muchos años sin siquiera abrirlos, aunque haya escrito muchas cosas en este Facebook que lacera las entrañas de los monstruos que únicamente ven negatividad en todo aquello donde sus ojos contemplan su propio espíritu malhechor. Yo no puedo ya caminar mucho porque me canso, así ha de ser mi vida desde ahora, llena de rocas dolientes surgiendo de los bellos espejismos que los desiertos de la vida nos ofrecen, espejismos llenos de esperanza y que nos alejan de la muerte... He extrañado a Harry Haller el insomne domeñador de las estepas donde medran sus bibliotecas reflejadas infinitamente por los mil espejos del cuarto donde yace su alma dormida. ¡Ya nada es igual cuando las cosas cambian tan rápidamente en nuestras vidas! Si, ya sé que me he convertido en un simple repetidor de palabras obstinadas en parecerse cuando yo en realidad busco que se diferencien. Yo soy un simple seguidor de Perogrullo… Mi sino ha de ser el mismo de aquellos que se empecinan en caminar siempre por la misma senda a pesar de que éstas se borran continuamente no dejando ningún rastro de su existencia. Yo soy la espina de la vida, pero jamás seré el dolor de ya no ser. Hoy, en esta biblioteca, solamente veo rostros congestionados por la gripe, que es propia de estos tiempos, y escucho el crujir de las toses que llaman la atención de todos aquellos que temen ser contagiados. Es que aquí, en esta ciudad donde la comida sobrante no se regala sino que se bota, en esta ciudad donde todos temen los contagios así como también contagiar algún virus que puedan tener y no se hayan dado cuenta, en esta ciudad digo la comida se bota no por mezquindad sino por evitar los contagios, y si encuentran a alguien que realmente precise comida prefieren servírselo en otro plato o comprarle una otra porción que darle las sobras del plato propio. Es increíble lo que aprendes cuando vives sumergiéndote en la vida de aquellos con quienes estas rodeado y cuya vida compartes de múltiples maneras… Yo borro de mi mente los prejuicios, justificados o no, y soy uno más entre aquellos que lo son, buscando comprender mediante la vida misma el significado de las acciones e ideas que muchos condenan sin haberlos comprendido, a pesar de llamarse personas de criticidad profunda… Aquí en la sala de las computadoras de la biblioteca de Queens donde me encuentro, no puedo ver las calles ya limpias de nieve, pero pienso en ellas porque así me acerco a los momentos felices que pasan los niños cuando cae la nieve en abundancia y ellos juegan alegremente echados encima de ese manto blanco que esparce la alegría de los días venideros… La impresora suena con un ruido infernal que inunda toda la sala mientras mi vecina me hace escuchar su tos apagada por el dorso de la mano con el que cubre boca. Los teléfonos celulares no dejan de sonar… y para mí todo forma parte de una confabulación dantesca de los ruidos que traen el infierno al pie del cielo donde sonrío recordando los momentos bellos que he vivido, que vivo, mientras miro la página en la que me encuentro escribiendo esto que yo no sé qué es, pero que me hace sentir tan bien… Ya es hora de terminar, me digo, aunque aún mi tiempo no ha llegado a su fin. Ya termino para seguir haciendo otras cosas antes de que los minutos que corren con tanta premura me saquen de donde me encuentro sentado tan cómodamente… Y al final tuve que irme a usar mi propia computadora donde sin la premura anterior releo lo escrito y me digo: envíalo ya, que la vida no siempre alcanza para vivir todos los momentos que el pasado comienza a guardar en su seno…
East Elmhurst, New York, United States

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