He visto tu mirada surgiendo
desde el fondo de los sueños de Midas, pero me sé muy bien soy aquel que no se
encuentra lejano y que, por desearlo todo, se quedó sin nada dentro de los
momentos otrora vividos. Hoy me he dado cuenta al fin de que nada se encuentra
en el interior de los bolsillos rotos de la vida que hoy vivimos y mañana no
sabemos. La prisión del sí mismo donde vegetaba la esperanza desasida de los
ebrios descubrimientos de la añoranza, esa prisión abrió sus barrotes en un
suspiro de amor inexistente que se incinera en su propio fuego para luego
renacer como un Ave Fénix jamás imaginada. Y yo te pregunto amada que te
pierdes en los ajenos laberintos del tiempo, yo te pregunto ¿has visto los
árboles desnudos que ocultan los soles de esas miradas de otros otroras que no
eran los míos? Ya Midas dejó de contemplar contrito sus deseos inmerecidos,
pero existentes, mal le pese a la realidad que nos cobija. Esos sueños no han
fenecido aunque en su lugar yazga Pandora rediviva cantándole a la alborada.
Prometeo no quiso tomar la mano de Pandora y yo atrevidamente desalojé al
incomprensible Epimeteo y me atreví a abrir, en su lugar, la cajita de ese regalo
de los dioses, regalo malévolo de dónde salieron todos los males que hoy
habitan en mi interior, mi interior que se ha ido deshilachando por completo
mientras busco que ese rostro sereno que huye raudamente de mi mirada se dije
en el paraíso de la nada. Sí, lo sé, siempre me he doblegado ante la ternura de
otros labios, que siempre han de ser tus propios labios, siempre me he
doblegado ante tu mirada mientras contemplo el tiempo que me atrapa como a un
amigo comprensivo y siempre presto a tenderme sus manos pletóricas de futuro.
En verdad, en verdad lo digo, yo ya no sé qué esperar de esos ojos que hoy veo
mirándome fijamente en el cuarto de los mil espejos donde me encuentro atrapado
mientras me desplazo pensativo por el pasadizo de los sueños de cuya pared
pende ese gracioso monito que supo hacer las delicias de mis sueños hoy
¿perdidos…? El rey Midas fue vencido por los embates de Alejandro Magno que
emprendiendo lo imposible lo volvió posible. Pero ni yo soy Alejandro ni tú
estás en el fondo de los sueños de Midas. Ahora caminaré guiado por los
designios de Atenea porque sé que de esa manera encontraré también yo a mi
propia Dulcinea… aunque sé bien que no ha de ser en El Toboso, sino en ese
lugar llamado La Mancha que me legaron mis antepasados y que se encuentra muy
lejos de España pero siempre muy cercano a don Quijote… Hoy esbozo una sonrisa
y mis ojos miran directamente hacia ese futuro tan lleno de pasado que, sin
embargo, se abre tiernamente como una flor de loto siempre nueva, siempre llena
de vida renovada por los sueños que aunque han cambiado no se han hecho
diferentes… No sé para quién escribí estas palabras, pero sí sé que las has de
recibir y las acunarás en tu regazo con el cariño que se dispensa a quien
necesita de tus labios que son la encarnación de la ambrosía. ¿Quién eres tú?
Yo no lo sé y tú tampoco has de saberlo cuando te mires en este retrato que ni
llega a una mala ser caricatura… Al menos he pasado un rato muy alegre diciendo
lo que aquí digo por muy enrevesado y falto de sentido que sea. Y ahora me voy
para llegar a aquel lugar adonde no he de llegar jamás… porque tampoco conozco
dónde me encuentro ahora aunque esté en la misma Biblioteca de Queens a donde
siempre vengo.
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