Ella me preguntó al verme: ¿y cómo va la vida? Yo nomás le respondí: la vida va avanzando y
yo voy con ella. Me miró en silencio un rato que me pareció interminable y
luego cambió la conversación, por unos breves instantes, para después dar por
terminado nuestro intercambio de palabras. La pregunta fue muy inesperada
aunque no puedo decir que haya sido sorpresiva. Como que ya estoy acostumbrado
a preguntas abstractas como esa y yo tiendo a responder también con
abstracciones, claro que yo sé perfectamente que, muchas veces, con las abstracciones
estamos dando a conocer el lado más íntimo de nuestro yo. Es que son muchas las
ideas que visitan mi cacumen y, aunque se repiten insistentemente, a mí me
suenan siempre como si fuera la primera vez que las escuchara, porque, aun
cuando son simplemente pensamientos, los puedo escuchar con mucha claridad,
como ha de sucederle a todo el mundo. Claro, involucro a los demás porque no
quiero sentirme diferente, a pesar de saber bien que cada uno de nosotros es
muy diferente dentro de nuestras similitudes… Se me vienen a la mente recuerdos
de cuando yo era estudiante, tiempo en que iba descubriendo el mundo
constantemente, ese mundo que ya todos conocían, pero que cuando uno lo va
conociendo más íntimamente, entonces se abre en una dimensión anteriormente
desconocida y, por tanto, nueva para nosotros, que no somos los demás, por
cierto… He escuchado no sé cuántas veces el discurso de toma de posesión de la
presidencia de Donald Trump y ahora voy a comenzar por leerlo, tampoco sé
cuántas veces más, para ver qué de nuevo descubro en sus gastados
planteamientos que han sido repetidos en diferentes contextos por tantos como
él o por tantos tan diferentes a él ¿eso ya qué importa? Él muestra muchas contradicciones flagrantes
en lo que dice, y no le importa contradecirse ni a él ni a quienes lo rodean (y
no me refiero por cierto solamente a sus asesores). Empero es evidente que
Trump sí tiene ideas muy claras de lo que desea hacer (aunque prefiera “hacerse
el loco”, como decimos los hispanos) y lo ha mostrado escogiendo a las personas
que lo han de rodear, que muestran predilección por ideas discriminatorias de
diferente tipo y por los afanes guerreros que el mismo Donald Trump ha ido
manifestando desde sus inicios. Él no es ningún loco, pero manipula la locura,
es decir las sinrazones, para dar una sensación de cordura trastornada que tan
normal resulta en nuestros tiempos. Trump quiere marear a la gente en una
borrachera triunfalista para que nadie se dé cabal cuenta de lo que realmente está
haciendo. Con el discurrir de los días vamos viendo su empecinado afán de
seguir siendo una estrella de televisión que ha saltado con éxito a la
plataforma de la política, tal como Ronald Reagan, en su momento, saltara del
cine a la política. Mas Trump se apresura a marcar las diferencias sabiendo que
no podrá claramente borrar los ligamentos que los unen. Claro, mientras que
Reagan sabía que no estaba actuando en una película siendo presidente, Trump
piensa que el ser presidente es la mejor de sus actuaciones. Él quiere
emborracharse escuchando las ovaciones del público (y si no hay esas ovaciones
desenfrenadas que espera, bien que se las inventa él mismo porque, en eso,
Donald Trump es muy pródigo), de ese público que deglute con gusto cualquier
cosa que él quiera darle porque se identifica con sus ideas sin sentido, y porque
lo ven como uno más del común de los mortales sabiendo que es diferente. ¿Qué
dirán de él los que nunca dicen nada? ¿Qué hablarán de él quienes toman el
silencio como bandera? Los días que vienen nos traerán con mayor claridad la
realidad de que sus palabras sin sentido sí tenían sentido, que sus
contradicciones no eran tales, que su idea fija resuena al lado del aullido del
lobo hambriento incluso en medio del festín inabarcable de los días que recién
comienzan con la abundancia y el olvido… Y, sin embargo, cada uno ve su propia
realidad en las palabras que les son ajenas si son dichas entre lisonjas y
bienmesabes. Y la vida continúa su marcha, los ya casi olvidados guerreros del
pasado se posesionarán férreamente del presente y los perros furiosos,
hambrientos de sangre, abrirán el camino empedrado por el fuego de una dicha
hecha jirones… ¿Y mi vida sigue acaso igual? Por supuesto que no, mi vida (como
la de todos los demás) está entrando en un corredor terrible que está encerrado
por la oscuridad que semeja una luz que todos ven y que nadie sabe que no
existe… Yo miré la pequeña sala en que nos encontrábamos, su mirada se veía más
dura que de costumbre, su voz resaltaba como trueno en el silencio del
mediodía. Fue entonces que ella al despedirse no me dijo adiós, solamente bajó
la mirada poblada de silenciosos despidos, se puso de pie, me señaló la puerta
con un gesto de su rostro y… yo me fui a seguir con mi vida y a decir “adiós” a
quienes buscan solamente holas en un mundo adormecido lleno de sinsentidos y pletórico
de despedidas al voltear cada esquina de nuestras vidas donde las sinrazones
tienen más sentido que las razones de quienes quieren hablar siempre con la
lógica del carbonero… Como diría Sun Tzu, nadie puede alegrarse de que exista
la violencia, al contrario, debemos combatir decisivamente su presencia…
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