NOTA BENE:

Revista Internacional del Colegio Profesional de Antropólogos de Lima. Sede: New York.


viernes, 6 de enero de 2017

Ha nevado en New York

Walter Saavedra


Apenas si ha nevado un poco en New York durante la noche, y en la mañana las calles han sido limpiadas casi por completo por el esplendoroso sol que ha salido que, aunque no calienta el ambiente, calienta sí mi corazón ardiente. Hoy me encuentro alegre porque he pensado en lo que siempre pienso y soy feliz con la belleza de una vida que me depara satisfacciones incluso dentro de las tristezas más profundas. He caminado por las calles bebiendo el aire que golpeaba tenuemente mi rostro donde se podía –yo podía- ver el contento que en estos días voy teniendo por las razones que yo me sé y que no comparto ahora aquí. Soy egoísta, lo sé bien, pero el egoísmo no yoísta ha existido desde siempre en la vida del ser humano, y ha de existir siempre porque forma parte de nuestra vida, forma parte inherente de nuestra individualidad no transformada en individualismo extremista. El grupismo extremo que algunos creen ver exento de todo yo, no ha existido jamás a menos que una necesidad extrema aquejara a los seres humanos y eso se ha presentado en muchas etapas de la vida y se seguirá presentando, a no dudarlo. Muchos se escandalizarán de verme hablar como lo hago hoy, pero no hay nada completamente nuevo en ninguna novedad que salga a cerrarnos los pasos… Hoy en la madrugada ha nevado en las calles de esta ciudad y he caminado sonriéndole al mediodía, aquel mediodía al cual Zaratustra le cantaba cuando bajaba de la montaña donde vivió en soledad solamente acompañado de su águila y su serpiente. Yo también bajo de la maraña diaria acompañado de mis pocos libros, aquellos que he comenzado a leer tímidamente después de pasar muchos años sin siquiera abrirlos, aunque haya escrito muchas cosas en este Facebook que lacera las entrañas de los monstruos que únicamente ven negatividad en todo aquello donde sus ojos contemplan su propio espíritu malhechor. Yo no puedo ya caminar mucho porque me canso, así ha de ser mi vida desde ahora, llena de rocas dolientes surgiendo de los bellos espejismos que los desiertos de la vida nos ofrecen, espejismos llenos de esperanza y que nos alejan de la muerte... He extrañado a Harry Haller el insomne domeñador de las estepas donde medran sus bibliotecas reflejadas infinitamente por los mil espejos del cuarto donde yace su alma dormida. ¡Ya nada es igual cuando las cosas cambian tan rápidamente en nuestras vidas! Si, ya sé que me he convertido en un simple repetidor de palabras obstinadas en parecerse cuando yo en realidad busco que se diferencien. Yo soy un simple seguidor de Perogrullo… Mi sino ha de ser el mismo de aquellos que se empecinan en caminar siempre por la misma senda a pesar de que éstas se borran continuamente no dejando ningún rastro de su existencia. Yo soy la espina de la vida, pero jamás seré el dolor de ya no ser. Hoy, en esta biblioteca, solamente veo rostros congestionados por la gripe, que es propia de estos tiempos, y escucho el crujir de las toses que llaman la atención de todos aquellos que temen ser contagiados. Es que aquí, en esta ciudad donde la comida sobrante no se regala sino que se bota, en esta ciudad donde todos temen los contagios así como también contagiar algún virus que puedan tener y no se hayan dado cuenta, en esta ciudad digo la comida se bota no por mezquindad sino por evitar los contagios, y si encuentran a alguien que realmente precise comida prefieren servírselo en otro plato o comprarle una otra porción que darle las sobras del plato propio. Es increíble lo que aprendes cuando vives sumergiéndote en la vida de aquellos con quienes estas rodeado y cuya vida compartes de múltiples maneras… Yo borro de mi mente los prejuicios, justificados o no, y soy uno más entre aquellos que lo son, buscando comprender mediante la vida misma el significado de las acciones e ideas que muchos condenan sin haberlos comprendido, a pesar de llamarse personas de criticidad profunda… Aquí en la sala de las computadoras de la biblioteca de Queens donde me encuentro, no puedo ver las calles ya limpias de nieve, pero pienso en ellas porque así me acerco a los momentos felices que pasan los niños cuando cae la nieve en abundancia y ellos juegan alegremente echados encima de ese manto blanco que esparce la alegría de los días venideros… La impresora suena con un ruido infernal que inunda toda la sala mientras mi vecina me hace escuchar su tos apagada por el dorso de la mano con el que cubre boca. Los teléfonos celulares no dejan de sonar… y para mí todo forma parte de una confabulación dantesca de los ruidos que traen el infierno al pie del cielo donde sonrío recordando los momentos bellos que he vivido, que vivo, mientras miro la página en la que me encuentro escribiendo esto que yo no sé qué es, pero que me hace sentir tan bien… Ya es hora de terminar, me digo, aunque aún mi tiempo no ha llegado a su fin. Ya termino para seguir haciendo otras cosas antes de que los minutos que corren con tanta premura me saquen de donde me encuentro sentado tan cómodamente… Y al final tuve que irme a usar mi propia computadora donde sin la premura anterior releo lo escrito y me digo: envíalo ya, que la vida no siempre alcanza para vivir todos los momentos que el pasado comienza a guardar en su seno…

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East Elmhurst, New York, United States

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