NOTA BENE:

Revista Internacional del Colegio Profesional de Antropólogos de Lima. Sede: New York.


miércoles, 10 de febrero de 2010

El derecho a la existencia y el libro de la Dra. Marleni Canales



El día 03 de febrero del presente 2010, el colegio Profesional de Antropólogos de Lima, estuvo acompañando a la Dra. Marleni Canales Rubio en la sala Raúl Porras Barrenechea del Congreso de la República del Perú, donde presentó su interesante y bien documentado libro titulado “En defensa propia” (pueblos indígenas del Perú). Informe del Consejo Consultivo de los Pueblos Indígenas de la Comunidad Andina CCPICAN.
La sala de conferencias estuvo completamente llena de un público que se dio cita para escuchar a la autora del libro así como también a los invitados que comentaron la obra:

Nancy Obregón, Congresista.
Mario Palacios, Presidente de CONACAMI.
Daysi Zapata, AIDESEP.
Antolín Huamán, Confederación Nacional Agraria.
Dr. Magdiel Gonzales Ojeda, Ex miembro del Tribunal Constitucional.

La congresista María Sumire de Conde no pudo estar presente por encontrarse en el Cusco. El Decano del Colegio de Abogados Dr. José Antonio Ñique de la Puente, no se hizo presente por problemas de último momento.
Las coloridas vestimentas de los diversos lugares de nuestro país, se podían apreciar por doquiera en la sala de conferencias. La misma autora, Marleni Canales Rubio, se presentó con la vestimenta ceremonial de la comunidad de Tupe (Yauyos), cuyo idioma, el cauqui, se ha extinguido no hace mucho, cuando murió la última persona que lo hablaba. El hecho de que la autora llevara esta vestimenta es un simbolismo muy importante en su deseo de mostrar la importancia que tiene para ella el rescatar los valores ancestrales de los pueblos originari
os del Perú.
Los comentadores de la obra hicieron hincapié en la importancia que tiene para dar a conocer e incentivar las luchas de los pueblos indígenas en defensa de sus derechos ancestrales, expresión que encierra en sí misma todas las características del derecho consuetudinario de los pueblos y, en este caso específico, de los pueblos amazónicos, que es el sector del cual más trata el libro, aunque no sea el único sector del que se ocupa, porque la autora se dirige a todos los grupos culturales indígenas de nuestro país.
Prácticamente todos los presentes fueron obsequiados con un ejemplar del libro al entrar. Al finalizar, todos brindamos con las ricas y reconfortantes bebidas autóctonas.
El Colegio Profesional de Antropólogos de Lima, quiso dejar ver su alegría por la publicación del libro “En defensa propia”. No podíamos dejar de estar presente en este acto de tanta importancia para la lucha de los sectores que han sido siempre centro de preocupación de la Antropología.

Rodrigo Montoya: Rostrospintados




El Colegio Profesional de Antropólogos de Lima, manifiesta su solidaridad con los postulados esenciales que se encuentran en el libro de la Dra. Canales, así como deja ver sus coincidencias con aquellas ideas rescatadoras de los valores históricos esenciales de nuestra identidad que ella vierte en su libro.
La dureza de la realidad que expone tan crudamente, nos hace pensar en todo lo que nuestro joven Colegio Profesional de Antropólogos de Lima, tiene aún que hacer para dar a conocer la realidad tan dura que enfrentan los sectores con los cuales nos relacionamos y que son el centro de nuestra atención académica y profesional, en general. Por eso es que, esfuerzos como los de la Dra. Marleni Canales Rubio, son dignos del mayor encomio.
Nuestro Colegio Profesional de Antropólogos de Lima se ha propuesto estrechar vínculos con las diversas organizaciones que tienen que ver con nuestro actuar profesional.
No somos una organización política y por eso debemos tener mucho cuidado para expresarnos porque quienes conformamos esta organización profesional tenemos ideas y criterios diferentes, sobre todo en asuntos de política. El objetivo del Colegio Profesional de Antropólogos de Lima, es representar a todos los antropólogos, sin diferencias de matices políticos o ideológicos.
Por eso nuestro acercamiento a esta actividad desarrollada por la Dra. Canales en la sala Raúl Porras Barrenechea del Congreso de la república del Perú, se ha ceñido estrictamente a esos dicterios de carácter profesional que, sin dejar de lado lo académico, involucra también la relación con los diversos sectores que tienen que ver con nuest
ra actividad. Nuestro lenguaje se ha de ceñir siempre al carácter tan amplio que debe tener un Colegio Profesional.
El Colegio Profesional de Antropólogos de Lima, quiere presentar un texto propio, que surge luego de leer el libro “En defensa propia” de la Dra. Marleni Canales Rubio, centrándose en lo que ella nos dice especialmente –aunque no únicamente- acerca de los acontecimientos que tuvieron lugar en Bagua, a mediados del año pasado (todas las referencias a números de página que están en las citas textuales de nuestro escrito, remiten únicamente al libro de la Dra. Canales).
Añadimos también algunos documentos que son de importancia para la mejor comprensión de los asuntos tratados en el texto que desarrollamos basándonos en el libro de la Dra. Canales.



DEFENDIENDO EL DERECHO A EXISTIR

“Los soras, mientras por una parte se deshacían de sus posesiones y ganados a favor de Marino, Machuca, Baldazari y otros altos empleados de la ‘Mining Society’, no cesaban, por otro lado, de bregar con la vasta y virgen naturaleza, asaltando en las punas y en los bajíos, en la espesura de los acantilados, nuevos oasis que surcar y nuevos animales para amansar y criar. El despojo de sus intereses no parecía infligirles el más remoto perjuicio. Antes bien, les ofrecía la ocasión para ser más expansivos y dinámicos, ya que su ingénita movilidad hallaba así más jubiloso y efectivo empleo. La conciencia económica de los soras era muy simple: mientras pudiesen trabajar y tuviesen cómo y dónde trabajar, para obtener lo justo y necesario para vivir, el resto no les importaba. Solamente el día en que les faltase dónde y cómo trabajar para subsistir, sólo entonces abrirían acaso más los ojos y opondrían a sus explotadores una resistencia seguramente encarnizada. Su lucha con los mineros sería entonces a vida o muerte” (César Vallejo, “El Tungsteno”).

Alberto Chirif
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¿Quiénes son los sectores amazónicos que tuvieron el protagonismo en los luctuosos sucesos del 5 de junio de 2009 en Bagua? Una población que vive tan dispersa y movilizándose continuamente –como son los que viven en la Selva Amazónica- no puede ser objeto de medición censual exacta. “El Estado peruano no cuenta con información real en torno a la población indígena, pese a los requerimientos de diversos organismos in
ternacionales” (p. 20). Por supuesto que no, ni siquiera en la amplitud y dispersión de la serranía andina es posible –por ahora cuando menos- una medición exacta, menos aún eso ha de ser posible en la selva, incluso con los grupos que viven estacionados en poblados pequeños cuya misma dispersión impide censarlos porque se tendría que hacer uso de demasiado personal calificado. Por esto es que “el Estado cuenta con aproximaciones en torno a la población indígena” (p. 114). Aún así, y pese a todos los errores que ha de tener el censo de una población como la que habita en la zona de la selva amazónica, se dice que “en el Perú habitan más de 72 pueblos indígenas pertenecientes a 18 familias lingüísticas (…) En la Amazonía conviven 14 familias lingüísticas, 4 pueblos con idiomas no emparentados y una cantidad indeterminada está en situación de aislamiento voluntario” (p. 20). Esto es lo que oficialmente se maneja. Así pues, “En sus documentos, la Organización para el Desarrollo de las Comunidades Fronterizas establece una población awajún de 45 137 habitantes y 12 000 wampis, es la población indígena amazónica más numerosa, aseguran. Sólo en el distrito fronterizo del Cenepa existen 9 626 awajún y wampis” (pp. 114-115), que son los sectores más directamente comprometidos en los sucesos de Bagua del año pasado.

Presentación del libro “En defensa propia” 03/02/2010

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Aparte del conocimiento antropológico especializado en selva, ¿conocemos a los pobladores de Bagua que tuvieron directa participación en los luctuosos sucesos de la Curva del Diablo en junio de 2009? Se nos dice que son los awajún y los wampis, pero ¿quiénes son ellos? Podemos responder que sí, los conocemos, pero conocemos distorsionadamente, por c
ierto, a estos pueblos, desde muy antiguo, solamente que con otro nombre. Veamos: “los pueblos awajún y wampis pertenecen a una gran familia lingüística, los jíbaros, etnia guerrera conocida por su habilidad de reducir las cabezas de sus enemigos (…) Se les identifica por su espíritu guerrero” (p. 117). Los conocidos y temidos reducidores de cabezas, siempre han formado parte de unos relatos espeluznantes que poca justicia les hacía. Los ilusionistas del cine y de la novela de terror, los han utilizado para vendernos sus obras y así, de paso, nos presentaban su vida ajena completamente a la realidad, a su mundo, a su cosmovisión.
Pero guerreros, sí que lo han sido siempre. No ha habido pobladores de la selva Amazónica como ellos para destacarse en las artes de la guerra. “El espíritu del guerrero es el soplo de vida que los reanima” (p. 114). Es la forma que tienen de enfrentarse a quienes los agreden en ese mundo donde es tan duro sobrevivir. Es parte de su ser mismo. Los jíbaros, son “pueblos netamente guerreros, con capacidad estratégica elevada, conocimiento total de su región y con un código de justicia perfectamente identificado por el Derecho consuetudinario” (p. 52). Se ha destacado de ellos solamente un aspecto de su vida, aspecto que se ha enmarañado y distorsionado y, por eso, permanece para muchos incomprendido y ajeno, quizás más que ningún otro grupo humano de la selva.
No se conoce que ellos, los jíbaros, tienen una forma de vida donde la justicia desempeña un papel de gran importancia. Es por eso que los awajún y los wampis, como tantos o
tros pobladores de la Amazonía, “viven bajo principios ancestrales, en formas de gobierno, mecanismos propios de solución de diferencias, manejo de suelos, distribución de los recursos naturales y con una identidad fusionada con la madre tierra” (p. 12). No son, por cierto, como nosotros, en cuanto a su forma de vida y tampoco en cuanto a la concepción que tienen de su mundo, del mundo que lo rodea, donde todo tiene vida, hasta los muertos.
La antropología ha dilucidado hace ya tiempo la importancia que tiene la diversidad de racionalidades en los sectores cuya tradición está viva en cada una de las manifestaciones de su ser social, en donde la cultura tiene rasgos particulares que los diferencian de tantos otros pueblos.
Los jíbaros viven respetando a los demás. Este respeto está enmarcado en sus pautas culturales específicas que no deben ser transgredidos en forma alguna. Muchos no comprenden que quien entra en su mundo sin ser invitado, es un agresor (o presumible agresor), según sus costumbres. Todo aquel que llega de manera imprevista y no es miembro del grupo étnico específico, lleva consigo espíritus agresores que pueden destruir su mundo. Y las enfermedades –llevadas por los extraños- que los han azotado y los azotan aún hoy en día, son interpretadas como producto de esos espíritus agresores, ajenos por completo a su mundo divino.

Presentación del libro “En defensa propia” 03/02/2010
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Los habitantes de la selva, durante muchos siglos han vivido y sufrido la agresión de quienes se acercaban a ellos mostrándose amigables y, luego, se han aprovechado malamente de ello
s y les han dejado sólo muerte y desolación. Quizás por eso, por el casi aislamiento en que siempre han vivido, “los pueblos indígenas de la Amazonía (…) han logrado mantener un cierto grado de autonomía y desvinculación del mercado capitalista y se han apoyado en la reconstitución y el reforzamiento de sus economías sociales (las economías mixtas de subsistencia) (…) Las comunidades nativas en gran parte han sabido evitar la disolución de la entidad etnicocomunal” (pp. 35-36). En el ambiente en que viven -y que conocen perfectamente-, han sabido mantener su idiosincrasia sin mayor variación a través del tiempo y las influencias ajenas. El alejamiento de sus poblados -su aislamiento o cuasi aislamiento-, les ha permitido mantenerse fieles a sus tradiciones, a pesar del inevitable asimilamiento de experiencias foráneas, creencias, actitudes, etc., que no han destruido la esencia de su unidad étnica, de su vida práctica o de su cosmovisión.
Como nos dice con nítida claridad la Dra. Canales Rubio, “el territorio indígena (…) está vinculado a la propia existencia del nativo, configura una unidad inseparable fortalecida por lazos culturales y espirituales (…) El territorio se humaniza, adquiere la forma de un ser querido. En él se desarrollan y recrean relaciones familiares con la naturaleza. Se desarrollan costumbres, cultura, espiritualidad, innovaciones y saberes ancestrales, transmitidos de generación en generación, en libertad y armonía con la madre tierra” (p. 71). Su hábitat lo es todo para ellos al ser indesligable de su vida, plenamente concebida.
No se puede decir, alegremente, que se les va desalojar de donde
viven y se les va a dar territorios en otros lugares, donde podrán seguir cultivando sus tradiciones. La propiedad comunal de sus tierras es también parte de sus tradiciones. La unidad indisoluble del hombre con su tierra es también parte de sus tradiciones. La tierra donde los indígenas habitan, no solamente es la tierra de sus ancestros, es la tierra donde están viviendo sus ancestros, es la tierra que cobija a sus espíritus tutelares. ¿Cómo se puede decir que se les va a dar tierra en otro lugar, una tierra que nada significa para ellos? Sólo la ignorancia, el interés, o ambos, es posible que hagan decir tamaños desatinos a quienes no los comprenden o no quieren comprenderlos porque intereses económicos se imponen a los intereses humanos.
Los awajún y los wampis, han probado a lo largo de su existencia -malgrado la fama de feroces y “salvajes” que se les ha hecho interesadamente-, que “tienen una gran capacidad conciliadora, plasmada en su filosofía del vivir bien: sin pujut. Quiere decir vivir en sociedad, pero con autonomía, sin problemas, con dignidad, rodeado de belleza, en un ambiente sano y de abundancia” (p. 117). Es la idea utópica que han forjado los pueblos en todas part
es del mundo. Esta idea la encontramos en los mitos griegos originarios, en los mitos egipcios, en los mitos israelitas, etc. La utopía de la “Edad de oro” se confunde con la utopía de la “Tierra prometida”, y del regreso al Tawantinsuyo.
No son las utopías las que están en contra de la vida, sino quienes agreden a los pueblos que luchan por un mundo mejor acorde con sus tradiciones ancestrales. Son las utopías las que han hecho avanzar a la sociedad, aunque el sino de estas sociedades haya resultado diferente a lo que inicialmente perseguían quienes luchaban por realizar esas utopías. Así, La Gran Revolución Francesa no difiere mucho de la lucha de independencia de las trece colonias norteamericanas, ni de la lucha emancipadora de Túpac Amaru II, o de la lucha por la independencia de las colonias españolas.

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Quienes solamente se dejan guiar por un interés económico mezquino y atentatorio contra la vida de los sectores mayoritarios a quienes arrebatan sus recursos naturales, no se dan cuenta que esos pueblos se rigen por criterios diferentes, que deben ser respe
tados o, si se dan cuenta, no les interesa porque creen que solamente sus intereses cuentan y que la única libertad posible es la que ellos conciben e imponen a la fuerza o mediante artimañas del más diverso calibre. La ambición de estos sectores se rige por la ganancia no por el respeto a la vida.
Para los awajún y para los wampis, como también para los otros habitantes de la selva Amazónica, “el territorio indígena trasciende las generaciones presentes. Es la base material de la existencia de un pueblo, bajo la forma colectiva de propiedad, manejado de acuerdo con las necesidades y con respeto de su ciclo biótico” (p. 71). Esto es lo que no pueden y no quieren comprender los humanistas desfasados, vividores de un presente completamente deshumanizado. El hombre “civilizado”, que habla tanto de humanismo -que pretende ser seguidor del humanismo renacentista que dice admirar-, ha perdido, en realidad, todo respeto por la vida humana, puesto que solamente le interesa enriquecerse a costa de los demás. Por eso es que es tan radical la lucha de estos pueblos agredidos, menospreciados, ninguneados. Por eso es tan importante estar con ellos, para evitar que sean exterminados. Ya muchos pueblos amazónicos han sido exterminados o han estado a punto de ser exterminados por la ambición desmedida de quienes sólo ven ganancias en los recursos naturales pertenecientes a pueblos de tradición ancestral. Esto es lo que le ha ocurrido a muchos pueblos del Amaz
onas.
Nunca estará demás, por esto, enfatizar que “la destrucción de su hábitat significa su propio exterminio como pueblo” (p. 87). Nunca estará demás hacer recordar que “históricamente los pueblos originarios han sido despojados de sus tierras con el aval del poder central” (p. 87). No importa ya si los representantes de este poder central, tradicionalmente adverso a los grupos étnicos andinos o selváticos, se rasgan las vestiduras protestando porque no se reconoce sus buenas intenciones, buenas intenciones que han creado un infierno descomunal en la vida histórica de los grupos étnicos originarios peruanos. Esta es, lamentablemente, lección más importante que nos proporciona la historia. Por tanto, difícil es hacer confiar a los nativos en quienes no han hecho sino despojar a los sectores nativos, en quienes han sido los cómplices y avaladores del despojo.
El aislamiento en que han estado tradicionalmente los pueblos amazónicos, los ha hecho vivir en un mundo distante, que poco contacto tenía con lo que pasaba en este mundo “civilizado”, que es el nuestro. Ellos creían que así estaban a salvo de los ataques de la “civilización”, pero ahora se dan cuenta que eso no es así, ahora se dan cuenta que si antes los hombr
es “civilizados” se contentaban con el contacto episódico, ahora están llegando de manera frontal a donde viven, porque están más que interesados en las riquezas naturales que pueden explotar.
Y están llegando –como tradicionalmente lo han hecho cuando les interesaba explotar las riquezas naturales- con el aval del gobierno, que ha comenzado a apropiarse “legalmente” de sus territorios y de todo lo que ellos contienen, sin respeto a los seres humanos, como lo muestran los decretos legislativos –felizmente derogados o dejados en suspenso- que ocasionaron los acontecimientos que desembocaron en los sucesos de Bagua, en junio del año pasado. Nuestros legisladores ya han vendido los terrenos -porque otro nombre no se le podría dar a las malhadados "conseciones"-, y las riquezas naturales pertenecientes a los nativos amazónicos, quienes tendrán que trabajar para los grupos transnacionales que invadan sus territorios como propietarios, como ha ocurrido ya durante la época triste y cruel del caucho.
Los nativos han ido despertando. Ya no son lo ignorantes que otrora eran. Los nativos tienen entre su gente, profesionales que conocen y no son, e
n modo alguno, aficionados ni improvisados en la defensa de los intereses de sus pueblos. “Hace muy poco tiempo nuestras comunidades se dieron cuenta de que sus territorios están concesionados y entregados a empresas privadas transnacionales (…) La pelea se volvió una lucha diaria. Comunidades íntegras han sido denunciadas ante las autoridades judiciales por oponerse al despojo de sus territorios” (p. 77). La lucha legal ha comenzado a manifestarse con fuerza. No es una lucha que busca el enfrentamiento irracional. No. Es una lucha que contempla lo que disponen las leyes y que busca apoyarse en ellas.
Anteriormente, la dispersión en que todos ellos se encontraban, no les permitía una defensa adecuada de su mundo, de su vida. Pero aun así luchaban… aun así, “las comunidades luchan por su espacio vital” (p. 79). Es decir, los nativos de la Amazonía han luchado siempre por todo lo que significa la vida para ellos, que es tan diferente de lo que para nosotros –los habitantes de esta Lima que es tan extraña a la selva, a la cual teme-, significa la vida, donde todo se compra y se vende.

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Ellos han luchado contra la ilegal disposición que señalaba que sólo “se encuentran en posesión de un área de tierra” (p. 107). ¿Posesión? ¿Después de miles de años de poblar ese territorio solamente son posesionarios? Eso significaba que en cualquier momento los podían desalojar ya que no eran considerados propietarios de las tierras donde viví
an ancestralmente.
Para luchar contra todas esas artimañas es que “los pueblos indígenas decidieron organizarse y presentaron propuestas construidas en forma colectiva” (p. 25) Ahí es donde entra a jugar un papel importante Aidesep. Los pueblos amazónicos se unieron deponiendo sus discrepancias, aquellas que existían entre ellos, como existen en todas las poblaciones: “El pueblo amazónico podrá discrepar internamente, pero frente al acoso retorna su unidad” (p. 25). Dejando de lado aquellas discrepancias -que, repetimos, siempre existen entre poblados, grupos étnicos, diferentes-, se han unido porque han comprendido que la unidad es lo único que hará que puedan defenderse contra las agresiones de que son objeto.
La unidad entre ellos es férrea, la lucha es contundente, sus conocimientos son los apropiados. El Estado así lo entiende. Sus acciones de los últimos tiempos han mostrado que así lo han comprendido, aunque hayan manifestado lo contrario. Dieron decretos legislativos que agredían a los nativos, luego tuvieron que derogarlos o suspenderlos… La suspensión indica que están esperando el momento adecuado para ponerlos nuevamente en vigencia.
Cuando los awajún y los wampis luchan, lo hacen porque tienen de su lado la razón que les proporciona el derecho ancestral, el d
erecho consuetudinario y la legislación positiva nacional e internacional, que reconoce la propiedad de sus territorios, aquellos territorios donde viven sus espíritus tutelares, sus muertos, sus animales y plantas que los alimentan, el agua que sacia su sed… Por eso nada es más cierto que considerar que “existe una multiplicidad de factores históricos, jurídicos y territoriales que legitiman las demandas de los pueblos indígenas sobre sus derechos colectivos” (p. 22). La legislación y la vida están de su parte. Los diferentes gobiernos que se suceden en este país, no han respetado estos elementos que sustentan sólidamen
te las demandas de los pobladores de la Amazonía.
Loa diferentes gobiernos que se han sucedido en el Perú, con sus acciones, han mostrado no respetar la legislación, que es tan clara. Más allá de mostrar “buenas intenciones” para solucionar los problemas históricos de este lugar de nuestro país, no han hecho nada, lamentablemente. Las buenas intenciones han llevado a los pueblos amazónicos a un infierno, que no es sólo lo que se vivió en la Curva del Diablo. Ahora, más que palabras y actitudes, se requieren acciones concretas. Esto es lo que no ha hecho el Estado que, cuando da disposiciones favorables, en el mismo cuerpo legal, las anula con los vacíos, con los reglamentos y hasta con disposiciones contrarias solapadas en la misma ley.
Es justa la expresión de la Dra. Marleni Canales, de que “en la
actualidad los pueblos indígenas andinos y amazónicos del Perú viven afectados por la ambición de dichos gobiernos que considerar el territorio un espacio vacío, sin seres humanos” (p. 23). Porque así conviene a sus intereses. Más allá de las declaraciones oficiales a favor de los pobladores de la selva, éstos en realidad son vistos por los funcionarios estatales como seres que no son dignos de respeto… El atropello que se hace de las leyes que los favorecen, y la dación de otras leyes que los agreden, es la muestra más resaltante de esa que prueba lo que ella manifiesta.
Nosotros también “nos encontramos luchando por la vigencia, la defensa y el reconocimiento de los derechos humanos y colectivos de los pueblos indígenas” (p. 13). Nosotros debemos estar con ellos en esta lucha, tenemos que estar en todas sus luchas, porque son justas y porque, de esta manera, estamos colaborando para poner coto a la agresión que se les ha hecho consuetudinariamente. Tenemos que actuar de esta manera para estar, de manera efectiva, en la lucha contra “el despojo y la destrucción del hábitat de nuestros pueblos” (p. 13). Ya es tiempo de que todo esto termine.

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Mucho es lo que ha pasado en nuestro país y seguimos sin aprender: el guano y el salitre, el caucho, la harina de pescado, etc. ¡Ya es tiempo que las riquezas de nuestro suelo -de nuestros recursos naturales en general-, sean utilizados en provecho de
quienes habitamos en los lugares donde se producen y para el Perú en su conjunto!
Con el mayor de los énfasis, señala la Dra. Marleni Canales Rubio que “asumimos la tarea de desarrollar el presente texto [“En defensa propia”] desde la visión de los pueblos originarios, a partir de los sucesos del 5 de junio del 2009 en la región Amazonas del Perú. El estallido en Bagua muestra con crudeza el enfrentamiento sostenido en las entrañas del país” (p. 11). Con demasiada crudeza, lamentablemente. Lamentablemente… En estas acciones, en las que el pueblo de Bagua ha realizado en defensa de sus derechos, se puede apreciar nítidamente “la voz férrea sustentada en el ser colectivo del pueblo” (p. 25). Voz de un pueblo que se niega a morir a causa de un gobierno y unos intereses económicos que no los tienen en cuenta sino cuando hacen escuchar su voz levantándose a través de sus acciones más enérgicas.
Por eso precisamente es que este sustantivo libro, que lleva por título “En defensa propia”, está dedicado “a los awajún y wampis, que se inmolaron por defender el derecho a existir de los pueblos indígenas del Perú. A todos los dirigentes comunales e indígenas que sufren señalamiento, persecución política, policial, judicial por defender el territorio para un buen vivir” (p. 5). Nada puede tener una ternura igual a ésta, tan llena de expresiones de inmensa dureza, porque así lo exige la realidad, la realidad de los pueblos amazónicos. Cuando se quiere luchar contra la agresión que oprime, la ternura no existe más remedio que expresarse duramente, como la Dra. Canales se expresa.
Los acontecimientos que terminaron en los trágicos acontecimientos que, en junio de 2009, enlutó a nuestra nación, tuvieron lugar, como ya todos sabemos, en “la Curva del Diablo [que] está a cinco kilómetros de la ciudad de Bagua. Allí se instalaron los indígenas de la Amazonía desde abril” (p. 114). Inicialmente, todo transcurría con cierta calma, aunque realmente no era calma porque la tensión de las acciones y de la espera se sentía en todo el ambiente. Habían tomado una carretera, cortando la comunicación con el resto del país. Habían anulado completamente el tránsito por la carretera Fernando Belaunde Terry. Pero, podría ser considerada una
más de tantas que se producen cada cierto tiempo en nuestro país. Quizás hubo un poco más de dureza que en otros lugares, pero también es cierto que la agresión era mayor que en ninguna otra parte del país. Por eso, muchos cosas se presentaban de manera diferente.
El gobierno ordenó que la policía actuara con mayor dureza que en ningún otro lugar en circunstancias similares. “La orden de desalojo con violencia provocó una respuesta [que era] previsible dadas las características de los pueblos levantados awajún y wampis; [la orden] era una declaración de guerra [que se les hacía] en su propio territorio (…) Como lo dijo Santiago Manuin, ellos jamás se quedarían con los brazos cruzados ni se correrían ante el ataque” (pp. 49-50). La historia de estos pueblos, refrenda esta afirmación. Por eso es que, refiriéndose a los habitantes de la Amazonía, “la misma ministra del Interior de entonces, Mercedes Cabanillas, dijo que ellos actuaron como de costumbre, frente a quienes consideran sus ‘contrincantes’” (pp. 50-51).

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Era un acontecimiento que en el Perú y el mundo no podía dejar de verse con indignación. La Dra. Marleni Canales Rubio lo señala contundentemente: “los días 5 y 6 de junio del presente año [2009] en Bagua ha vuelto a correr sangre indígena como un episodio más de la larga lucha por arrebatar sus tierras a los pueblos amazónicos” (p. 40). ¿Arrebatarle sus tierras? ¡Sí, de eso se trataba definitivamente! ¡Les estaban arrebatando su
s tierras! Se les señalaba como posesionarios de una tierra que ancestralmente les ha pertenecido.
Si solamente la poseían, es claro que se les podía sacar del lugar, sin que esa acción diera ocasión a mayores implicancias legales puesto que no eran propietarios… según la interesada ley que se creaba. Es lo que los pergeñadores de este desaguisado pensaban… ¿Pensarían que no había resistencia? ¿Lo pensaban realmente? ¿O sabían que habría una fiera resistencia, habida cuenta de la tradicional característica guerrera de los awajún y wampis? Jamás podrían haber ignorado este detalle tan fundamental. Siempre lo han debido tuvieron en cuenta y eso es lo que explicaría las características sangrientas de este episodio. Hasta se sentiría uno tentado a decir que los nativos fueron empujados a reaccionar de esa manera…
Los textos de la época muestran que los funcionarios gubernamentales estaban asesorados por gente que conocía a los nativos amazónicos, aunque los despreciaran. Era un conocimiento utilizado para agredir, para rechazar aquello mismo que sabían que existía aun cuando pretendies
en ignorarlo. ¿Por qué decidieron agredirlos? ¿Por qué les declararon esta guerra no declarada? Porque el simple hecho de enviar allí a la DINOES para reprimir esas manifestaciones, era una declaración de guerra no declarada que los pobladores de Bagua conocían perfectamente, por eso se presentaban con sus lanzas enhiestas, en posición que mostraba la aceptación de dicho desafío. Ellos no se correrían, por eso es que las lanzas se mostraban en posición de combate (así como también las estacas que cargaban). Las fotos así lo prueban.
Lo que sucedió después no es sino el desarrollo de acontecimientos fácilmente previsibles, que confirmaban lo que se sabía de antemano que sucedería. No importa si la DINOES estaba en la zona desde mucho tiempo antes… ¿Y qué hacía un cuerpo policial especializado en la guerra en esa zona?
La autora de “En defensa propia” señala con énfasis a los culpables de que se desencadenase ese acontecimiento que llenó de horror al país y al mundo entero: “el episodio de Bagua (…) es el juicio al propio Estado en el manejo de la diversidad cultural y su incapacidad de gobernar para todos” (p. 39). Una vez más, en el conjunto de un
a historia donde “los derechos de los pueblos indígenas han sido ignorados, revertidos o avasallados por los sucesivos gobiernos, particularmente en las dos últimas décadas” (p. 95). Nada ha cambiado, en este país -si no es que para peor-, en el trato que se les da a los indígenas. Ellos son aún ignorados por los gobernantes que son, verdaderos “herederos de la colonia anclados en el siglo XXI” (p. 52).
Debido a esta historia de desconocimiento, de rechazo, de ninguneo sistemático, “los indígenas (…) no tienen existencia ciudadana, ni derechos ni necesidades ni derecho a reclamo de ningún género” (p. 42). Jamás han sido beneficiarios reales de la legislación nacional, porque “Las leyes se acomodan para amparar actos ilícitos. También para convertir en sedición el justo reclamo de los pueblos indígenas” (p. 25). Siempre se ha manipulado la lucha por las aspiraciones justas de los pueblos tildándolas de subversión.
Se ha llegado, incluso, a hacer un manejo indecente del vocabulario, con la finalidad de trocar las ideas o las palabras, para hacerlas significar algo completamente diferente a lo que originalmente –y de acuerdo a su contexto cultural- significaban.

VV.AA. - La Amazonía rebelde [2009]




Para evitar ser manipulados malamente, es que los indígenas se han unido en Aidesep y han comenzado a informarse de lo que tiene que ver con ellos, pues hoy en día, en el mundo, hay una tendencia mundial que se les acerca y busca proteger su vida y su entorno familiar, social, natural, etc.: “una conciencia de legítima defensa ha inducido a los indígenas a profundizar en el conocimiento de las leyes que los protegen. Tienen necesidad de e
star informados de los cambios que el gobierno establece en su territorio” (p. 87). Ya no son aquellos seres que se alejan para dejar que quien sea que llegue tome posesión de sus tierras y se haga dueño de ellas, con todas las riquezas que contiene. Hoy en día ya no tienen hacia dónde alejarse porque doquiera que vayan, allí está el Estado y las empresas transnacionales para desalojarlos. Por eso es que en la actualidad “sus dirigentes muestran un profundo conocimiento de sus derechos y hablan con la dignidad propia de quienes se hacen respetar” (p. 51). La necesidad los ha obligado a conocer. No les quedaba otro recurso que informarse para fundamentar en las leyes su lucha.
Se había promulgado decretos legislativos que lesionaban su vida, y por vida se puede entender todo, si se tiene en cuenta las particularidades de su ser, que no es igual a la vida que llevamos y concebimos quienes vivimos en las ciudades.
Los nativos tenían que protestar y lo hicieron. Protestaron con la energía que surge de su tra
dición luchadora. No se trataba de una guerra, se trataba de una lucha que buscaba incidir en el cambio de la legalidad lesiva, en el reconocimiento y la aplicación de la ley que los favorecía. Se trataba de una lucha que, mayormente, no salía de las características que adopta la lucha de los diversos sectores populares: “En agosto del 2008, los pueblos amazónicos organizados en Aidesep iniciaron movilizaciones con bloqueo de carreteras y toma de instalaciones de empresas petroleras, en protesta contra los decretos legislativos; demandando su derogación, así como el cumplimiento del convenio 169 de la OIT” (p. 120).
Los pobladores amazónicos se reunieron en la Curva del diablo. La tomaron. ¿Qué es lo que convirtió la toma de carreteras en un baile dantesco de muertos, heridos, mutilados, etc.?
El rumor o la noticia ciertos de que se produciría el desalojo, caldeó los ánimos de los pobladores amazónicos. ¿Quién estaba tan interesado en convertir esa protesta en un baile dantesco? “Los apus no querían enfrentamiento ni derramamiento de sangre, habían decidido retirarse de la carretera para evitar el operativo” (p. 27). Todo lo que estaba haciendo la gente de Bagua, pues, no sale de los contornos normales… normales en este país donde todo adquiere contornos muy particulares de una normalidad anormal que predomina a todo nivel.
Inicialmente, los ánimos de quienes protestaban, a pesar de la tensión, estaban bajo control. Cuando el rumor comienza a expandirse, las cosas fueron saliendo de ese control. Las cosas se estaban saliendo de las manos de los apus.
No nos queda más remedio que especular que había gente interesada en que tuvieran lugar los terribles acontecimientos que enlutaron el país y el mundo entero. Este tipo de acciones no es nada raro en un mundo donde los señores de la guerra se pasean por todo el mundo y los vendedores de armas hacen su agosto con sus ventas en ese tipo de acciones. Que en
el Perú se hiciera algo similar, no sería nada raro, más aún teniendo en cuenta la presencia de las empresas transnacionales interesadas en explotar los recursos naturales de la zona: “El 4 es clave para entender los sucesos. El rumor del operativo se expandió por la zona (…) La tensión extrema anunciaba el desenlace. El operativo arrastró a una pesadilla inenarrable (…) contra la nación amazónica levantada en defensa de su territorio” (p. 27). La noticia del operativo ocasionaría lo que sucedió realmente, eso lo sabían los estrategas de la guerra, por eso es que esparcir la noticia de que sucedería solamente podrían haber provenido de alguien que conocía perfectamente qué reacción se produciría en los jíbaros…
No se trata ya de saber quién dio la noticia a los nativos, sino de quién buscó que se diera esa noticia a quienes la recibirían como realmente la recibieron. No era difícil prever la reacción de quienes eran guerreros por tradición.
Resulta doloroso aceptar lo que pasó. “El 5 de junio del 2009, [día en que] el mundo supo de la existencia de los pueblos awajún y wampis, [pueblos que habían sido] arrasados por su propio Estado. Un manejo político irresponsable y torpe ensangrentó la Amazonía (…) Los amazónicos [solamente] pedían [que] se cumplan las leyes que regulan la nación” (pp. 26-27). La protesta tenía fundamentos legales. Las acciones tenían fundamentos en la tradición de las protestas populares. Nada salía de lo ya conocido en ese tipo de casos. No había necesidad de una represión cuya magnitud. Lo prueban las diversas noticias nacionales y extranjeras. Allí están las fotos y los videos profesionales y de aficionados que muestran la atrocidad reinante.
Como ya todo el mundo conocía, ese día, “5 de junio, agentes policiales cubrieron la zona de la Curva del diablo por cielo y tierra” (p. 122). Por supuesto, todos estaban preparados para lo que se venía. Nadie estaba dispuesto a rehuir la guerra no declarada que se declaraba, de esa manera, en su propio territorio. La lucha fue sangrienta ese día, y “los enfrentamientos entre la policía e indígenas y civiles continuaron en Bagua y lugares aledaños durante el mismo día (…) Los apus ya no podían contener a su pueblo (…) Desbordados por su visión
de justicia, la acción de ira cundió por encima del poder de conciliación mantenida a duras penas” (p. 122). La población de Bagua no huyó al enfrentamiento. La muerte en la guerra proporciona una entrada gloriosa al mundo de las divinidades. Quienes propiciaron esa reacción violenta sabían las consecuencias… Mencionar nombres aquí no es adecuado porque aparecerían seguramente los "responsables políticos", mas los verdaderos estrategas de toda esa espeluznante danza macabra seguramente seguirían en las sombras. ¿Estos estrategas eran políticos, militares o policiales? Tiene toda la característica de ser un operativo político...
Las lanzas y las estacas enhiestas que los nativos llevaban en esos momentos en sus manos, mostraban precisamente ese espíritu guerrero que los ha caracterizado históricamente y que los atacantes no podían ignorar que se convertiría en la fuerza motriz de una lucha que ocasionaría -como ocasionó realmente- tantos muertos a los dos sectores en pugna. Y, curiosamente, esa lucha causó más muertos en la policía experta en acciones de guerra, la DINOES. Uno piensa que un operativo dirigido por especialistas militares no hubiera tenido como producto errores tales que resultaran en tantos muertos ni de un lado, ni del otro. La mirada del mundo estaba puesta en Bagua…


Valoración cultural de los pueblos Awajún y Wampís (INRENA)



La DINOES llegó a la Curva del Diablo y encontró a los guerreros dispuestos a la lucha, esto es indubitable. Pero… unao se pregunta, siempre una vez más, ¿por qué precisamente fue la policía la que llevó la mayor cantidad de muertos? Obviamente, fue una actitud de legítima defensa la de los nativos. Sus características culturales explican suficientemente su proceder. Su historia secular sustenta sus acciones. La policía, por supuesto, tien
e derechos humanos, esto es algo que nadie puede cuestionar, por eso mismo es que cabe preguntarse ¿quién los envió a morir de esa manera, frente a un sector que a todas luces no conocían y en un terreno que desconocían?
A los helicópteros artillados y las armas más modernas del ejército (probado por la prensa internacional con abundantes imágenes), los pobladores de Bagua oponían las lanzas y las estacas. El Estado llegó a reprimir con una dureza exagerada las manifestaciones que tenían lugar en la Curva del Diablo… ¡Qué nombre tan a propósito para lo que pasó en ese lugar! Los acontecimientos de ese día convirtieron el lugar en un infierno, precisamente. “En Bagua el Estado utilizó en forma desproporcionada la fuerza con armas de fuego de diverso alcance, AKM, bombas lacrimógenas, pistolas, lanzallamas, contra los manifestantes amazónicos. Con ello contravinieron las normas de la ONU para repeler las protestas sociales” (p. 134). Nunca se ha visto que una manifestación haya sido reprimida de esa manera. Se dice que los nativos confundieron los lanzabombas lacrimógenas con lanzallamas… ¿es acaso posible que quienes sirvieron en el ejército en las jornadas de la guerra del Cenepa se confundieran de esa manera tan burda? ¡Imposible!
¿Cuándo se ha enviado a la DINOES, especializada en acciones de guerra, a reprimir una ma
nifestación? Esto nomás nos dice que el gobierno sabía adónde se estaba metiendo y qué es lo que hacía. Pero, evidentemente, los policías no estaban preparados para lo que iban a encontrar. Todo pareciera indicar que los habrían enviado adrede a morir. Los entes gubernamentales responsables tenían que saber quiénes eran los jíbaros y la experiencia en la guerra moderna que tenían por su participación destacada –como integrantes del ejército peruano- en la guerra del Cenepa y en las guerras anteriores contra el país del norte.
Esa experiencia explica, quizás, que haya habido tantos policías muertos en un enfrentamiento con una población que, por otro lado, no se ha probado que haya utilizado armas de fuego: “el Ministerio Público confirmó que los indígenas no llevaban armas de fuego” (p. 133). Conocían el terreno donde actuaban a la perfección. Sus formas tradicionales de guerra los hacían invisibles para el contendor, para el adversario. Y los convertían en esos formidables e imbatibles guerreros de los que hablan las tradiciones. Eso es lo que demostraron cuando se les puso en la situación de mostrarlo. Actuaron de acuerdo a su tradición cultural, ni más ni menos.
Es evidente, pues, que los pobladores de Bagua combinaron tanto las formas tradicionales como las formas modernas de la guerra en un lugar que conocían como nadie. Es, seguramente, por ello que lograron causar tantos muertos como los que se han conocido. No son ellos los culpabl
es directos de tal resultado. Los organismos pertinentes del gobierno, al momento de enviar a los organismos especializados en la guerra a lo que debería ser un simple desalojo, les estaban declarando la guerra -sin declararla abiertamente- a los jibaros en su propio territorio, en su propiedad.
Una cosa es que el gobierno diga que los nativos son simplemente posesionarios y otra cosa es que los nativos consideren ser propietarios, como realmente lo eran y lo son, de esas tierras y sus recursos. Es cierto que es propiedad comunal, pero cada uno de ellos forma parte el común y por eso todos defienden lo que es de todos y de cada uno a la vez. Es por eso que, cuando llega la policía en son de guerra no declarada, ellos respondieron como acostumbran hacerlo: con la guerra misma. No esperaron que se les aniquilara, atacaron primero para aniquilar a quien se presentaba como su enemigo. Es parte de su cultura… Es su forma de actuar en la guerra. Es la forma en que todo ejército actúa desde muy antiguo y en todas partes, según lo señala también Sun Tzu en “El arte de la guerra”.
Los nativos actuaron pues en defensa propia: defensa de su vida, defensa de su territorio, defensa de toda su forma de vida y su cosmovisión que se veía en peligro. ¿No sabían esto las entidades gubernamentales encargadas de enviar a la DINOES a reprimir a estos guerreros jamás derrotados? El Estado cuenta con asesores especializados. Esos asesores conocen la historia (tienen que conocerla) de estos sectores, historia que trasciende tanto el presente como el ámbito nacional.
Nuevamente surge la pregunta que pareciera más absurda de lo que nosotros mismos nos proponemos: ¿Es posible que los policías de la DINOES pudieran haber sido enviados a morir deliberadamente? Nos parece tan escandalosa esta especulación… Pero las cosas se han desarrollado como si alguien hubiera estado buscando un pretexto… ¿pretexto para qué? Nosotros mismos nos estremecemos al pensar que estas ideas pudieran ser ciertas.
Realmente sentimos que se nos eriza todo cuando pensamos en esta línea de especulación, en aquello que hemos dicho ya, y que nos parece tan descabellada y fantasmagórica. Nosotros mismos buscamos negar que pudiera ser cierta a pesar de muchos elementos que nos permiten pensar así.
El dolor nos induce a buscar que todo eso no haya sido sino una pesadilla que se desvanecerá al despertar… ¿Cómo podríamos creer que alguien querría exterminar deliberadamente a una población que se presentaba como obstáculo para sus actividades económicas en esos lugares? ¿Cómo podríamos pensar que alguien podría eliminar poblaciones enteras?
Revista Agraria 108



Somos antropólogos y hemos visto informaciones que señalan que eso se ha hecho en otros lugares, en otros tiempos... Y, sin embargo, nuestra razón se resiste a pensar que en Bagua pudiera haberse dado ese caso. ¿Porque no les podían quitar la tierra, había que quitarles la vida? ¿Puede esta especulación ser cierta? ¿Puede…?
La Dra. Canales es enfática cuando habla de la “indiferencia del actual gobierno y la aplicación de políticas de negación, abandono, despojo y persecu
ción” (p. 25). Señala que después de haber ocasionado ese enfrentamiento, enviando a policías a reprimir a un pueblo que sabían que no se correría, el gobierno, a través de su ministro “Aurelio Pastor, reclama la disolución de Aidesep” (p. 25), la organización que aglutina a los pueblos amazónicos y que ha sido la abanderada en la lucha por la defensa de sus reivindicaciones.


El pedido del ministro Pastor, se comprende, porque precisamente se ha dado cuando tuvo lugar “el conflicto, durante el presente año [2009], en los territorios de la selva peruana que defiende Aidesep” (p. 51), periodo durante el cual el gobierno desplegó todas sus baterías contra esta institución que congrega a las tribus amazónicas: “La dirigencia de Aidesep tiene excesivas denuncias, procesos penales, incluso se ha llegado a la estigmatización por pertenecer a los pueblos awajún y wampis” (p. 129).
Como siempre sucede, echaron mano de un sinfín de acusaciones contra “el presidente de Aidesep, Alberto Pizango, [quien ahora está] refugiado en Nicaragua” (p. 43). Él no es un personaje improvisado: “Alberto Pizango, [es] licenciado en lingüística, con 20 años de docencia” (p. 51). Muchos líderes enraizados en el sentir de los pueblos, han salido de entre los profesores.
¿Quién tiene la culpa directa de todos estos desaguisados que ocurrieron en Bagua en junio de 2009? No podemos decir que el gobierno ignorara contra quien estaba enfrentándose… No cabe en nuestra cabeza pensar en semejante ignorancia en quienes deben conocer antes de actuar y los artículos de la época en el contexto de ese conflicto así lo confirman.
Pensamos que es posible que nosotros estemos exagerando un poco –o quizás mucho- un poco aquí y un poco allá, pero ¿no es acaso la realidad más espeluznante que las especulaciones? La realidad es más cruel de lo que pensamos.
Ahora, frente a los hechos ocurridos en Bagua el año pasado, nos quedamos atónitos, pensando que se pudiera llegar a tal grado de infamia. No puede ser. Queremos que las especulaciones nuestras se queden simplemente en especulaciones… No queremos que exista una realidad tan cruel, a pesar de los tantos testigos que nos muestran que esa realidad existe.
Los acontecimientos de la época del caucho nos vienen a la mente… y aún sí nos negamos a aceptar lo que estamos afirmando… lo que la realidad nos muestra de manera aparentemente tan indubitable.
Recalcamos que los sectores sociales que estaban protestando con la toma de la Curva del Diablo en Bagua, no formaban parte de cualquier pueblo, cuya mayor manifestación de lucha se pudiera restringir a la toma de una carretera, si es que la ocasión y la necesidad se los exigía. Eso lo sabían perfectamente el gobierno y sus asesores. En Bagua el gobierno se enfrentaba a una “cultura (…) reconocida mundialmente por su ímpetu guerrero” (p. 122). El gobierno sabía perfectamente que los protagonistas de lo que pasaba en Bagua no eran unos más entre los demás que hoy son bravucones y mañana santurrones. No. En Bagua “se trata[ba] de naciones indígenas con experiencia en el ‘arte de la guerra’. [Era] un pueblo [que] nunca jamás [había sido] sometido” (p. 119). Esto es digno de ser repetido enfáticamente: “los awajún y wampis jamás fueron sometidos” (p. 122). Por eso es que se mantiene su “territorio hasta el momento sin colonos: ‘es el único distrito donde no existe ningún asentamiento de colonos’” (p. 115). Es la historia de su vida, es el gran valor que para ellos siempre ha tenido su independencia.
17542223 Informe Final Relator Sobre Bagua



No podían dejar ahora, que se penetrara a su territorio en son de guerra no declarada, para desalojarlos de aquellos lugares donde han vivido ancestralmente y que les pertenece, de acuerdo al derecho consuetudinario y a la moderna legislación internacional y nacional. Por supuesto, no se trata solamente de la Curva del Diablo, sino de toda la Amazonía. No podían dejar que los avasallaran. Sabían del peligro de exterminio que se cernía sobre los grupos étnicos si dejaban que les quitaran sus terrenos.

En ellos la historia sangrienta del caucho, está demasiado presente a través de sus relatos y mitos. Los awajún y los wampis siempre han luchado por su independencia. Y han vivido con toda independencia mientras nadie se fijó mayormente en las fabulosas riquezas que guardaban las entrañas de la madre tierra, por las dificultades que acarreaba su explotación. “Esta independencia la consagran desde épocas preincas cuando se enfrentaron con los muchik. Y la mantienen viva a través de sus relatos” (p. 117). Así también, “en el siglo XVII expulsaron a los españoles de sus territorios” (p. 36).
Como podemos apreciar, siempre una vez más, los pobladores amazónicos, no eran unos improvisados. Y se les tenía y tiene que apreciar tomando en cuenta sus particularidades culturales, según mandato constitucional y los criterios científicos que nos proporciona la Antropología. Cualquier otra consideración que ignore su ser étnico, estaría fuera de la realidad. La Constitución del Perú los ampara. Las leyes les dan la razón en cuanto a sus exigencias. Nunca pretendieron ir más allá de lo que la legislación que los ampara señala. Pero los empujaron a un estado de guerra manipulando su tradición guerrera y su orgullo étnico.
Aparte de su tradición relacionada con las acciones guerreras -tradición muy conocida de su pueblo-, ellos tenían los métodos y las técnicas modernas de guerra, así como sabían hacer uso de las tácticas y estrategias que hoy en día usan los ejércitos modernos del mundo.


No se trata de hablar de la existencia de ingenuidades de uno y otro lado. Se trata de ver las acciones y todos los recursos con que contaba cada lado para hacer lo que hicieron o inducir a otros a hacer lo que se quería que hicieran sin decirlo jamás abiertamente. Por eso es tan difícil decir enfáticamente que las cosas pasaron de esta manera, solamente podemos hablar hipotéticamente en este y muchos otros casos.
Amnistia Internacional Ai_informebagua



En las guerras que han tenido lugar en la frontera norte del Perú, los jíbaros se han encontrado en primera línea formando parte del ejército nacional. Ellos son el grueso de aquellos a quienes se les llama héroes del Cenepa: “En la guerra del Cenepa con Ecuador, el Ejército Peruano aprovechó el tradicional espíritu guerrero y habilidad estratégica de los pueblos awajún y wampis que tuvieron el papel protagónico en 1941, 198
1, 1992, 1995. La vida de estos soldados indígenas se expuso en esta guerra" (p. 118). Lucharon con denuedo porque estaban defendiendo su tierra, su vida, su familia; estaban luchando por todo lo que constituye el mundo en que habitan.
Es por esto que hoy en día “el orgullo que sienten los nativos por haber participado en esta contienda simboliza el imperativo anhelo: ser ciudadanos indígenas” (p. 118), ciudadanos indígenas antes que nada. Pero también, “para nuestros pueblos nativos este sacrificio significaba un reconocimiento a su ciudadanía como peruanos” (p. 118). Esto era así, más allá de que, “Para el enfrentamiento con Ecuador en el 90 el Estado distribuyó las ‘tarjetitas’ (DNI) con especial empeño” (p. 118), para hacerles sentir la identificación con el gobierno…
Aunque los nativos siempre se han sentido agredidos por unos gobiernos que nunca sintieron ni vieron en sus territorios y, menos aún, actuaron positivamente para defenderlos sino todo lo contrario.
Por eso es que ellos los consideran agresores y conculcadores de sus derechos más elementales. Es la visión que tienen los indígenas desde siempre. Se puede apreciar en sus relatos, se pues apreciar en su disposición para enfrentarse cuando es necesario, por supuesto. Los aguerridos habitantes de la Amazonía, después de la experiencia de esas luchas que los hicieron héroes del Cenepa, se convirtieron en sectores de gran utilidad para el ejército y la policía en su zona.
Conocían ese lugar, lo amaban, allí tenían a sus espíritus tutelares, a sus muertos, tenían todo lo que forma parte de su vida, todo lo que hace y particulariza su cosmovisión: “Después de la guerra [del Cenepa] cumplieron otras funciones en puntos estratégicos en esa inmensidad verde, amada por ellos, espacio leído como la palma de sus manos” (p. 118). Sus servicios fueron apreciados en todo momento, por ello es que “la función de resguardo compartida con los policías y militares los unió” (p. 118). La tradicional actitud amistosa de los nativos, cuando encuentran quién los comprenda y cuando saben que pueden ayudar, se fue imponiendo y haciéndolos útiles en muchos aspectos no necesariamente profesionales.
En ese mundo que solamente ellos conocían perfectamente, fue que “se hermanaron con los militares; ellos mismos se volvieron fuerza militar.” (p. 118). Pensaron que con ello, el Estado los tenía que considerar iguales a quienes defendían el territorio, porque es lo que estaban haciendo desde siempre y lo habían probado ya suficientemente con su participación en las guerras que han tenido lugar con el vecino del norte.


Informe Final de La Comision Bagua Doc05012010-160741



Se consideraron iguales porque realmente lo eran, realmente eran y son iguales a todos nosotros. “Por eso, no entendieron la violencia arremetida contra ellos el fatídico 5 de junio, Día del Medio Ambiente. Nunca lo hubieran imaginado” (p. 118). ¿Cómo podrían pensar que aquellos con los que estaban tan hermanados se volvieran contra ellos? No pudieron ver más allá de lo que el hermanamiento con efectivos policiales específicos les permitía ver. La institución policial que intervino en los sucesos de Bagua en junio del año pasado, obedecía órdenes, por lo tanto, los policías individuales también. Y cuando ese hermanamiento que existía con la población, pesaba demasiado para cumplir los dicterios macabros de aquellos que tenían intereses económicos en la zona, simplemente fueron aislados o los enviaron a otros lugares, lejos muy lejos.
“Tanto militares como policías establecidos en esta zona conocían bien su idiosincrasia [de los nativos], su sentido de justicia”. (p. 118). Tanto militares como policías sabían que los nativos no protestaban sin razón, por eso es que “sus reclamos generaban identificación incluso entre los mismos policías con quienes habían llegado a compartir hasta alimentos. Desarrollaron un nivel de convivencia de mutuo respeto en un espacio difícil, inmenso, plagado de retos para aquellos que no lo conocían. Era normal ver a un awajún agasajar como a un amigo al policía destacado en su zona; le llevaban animales, frutos, alimentos. Era compartir bienestar en su territorio donde un foráneo estaba perdido” (pp. 118-119).
Repitamos hasta el cansancio que los amazónicos son amigables con quienes lo necesitan, que se prodigan con quienes ven perdidos en la inmensidad de su mundo. En el conflicto que tuvo lugar en esa zona de la amazonía, “los mismos policías se convierten en víctimas de este sistema (…) víctimas del desatino” (p. 51). Esto es lo que hacía difícil la lucha. La hacía muy difícil, porque, acaso “¿no dolía lo mismo la masacre contra los nativos como la muerte de los policías?” (p. 49). El dolor era el mismo. Se perdía vidas de amigos, vidas de conocidos, vidas valiosas porque simplemente eran vidas humanas. Por eso es que “dolió la muerte de los policías, tan hermanos como los indígenas” (p. 51). Tanto los awajún y los wampis como los policías tienen derechos humanos -nunca estará demás repetirlo-, pero ha de saberse quién es el que conculca los derechos humanos, ha de saberse quién los envió a morir.
La política ha utilizado siempre la figura de sacrificar gente para culpar a quienes no tuvieron otra alternativa que defenderse matando para no morir. ¿Esto lo que se hizo en los sucesos dantescos de Bagua del año pasado? No podemos sino seguir preguntándonos con horror: ¿es esto lo que sucedió en el Perú? ¿Es esto…?
La legislación internacional, refrendada por el Perú, “reconoce el derecho a existir de los pueblos indígenas, promueve el respeto por las diversas formas de vida, identidad, participación política. Reconoce el derecho a la consulta, a participar en los procesos de toma de decisiones y resalta explícitamente la importancia de la tierra o del territorio para los pueblos indígenas y su derecho a participar en el uso, la administración y la conservación de los recursos naturales” (p. 44). El Perú, en consecuencia, tiene en sus leyes, estipulado el respeto a las culturas diferentes que existen en nuestro territorio. No se puede ignorar esta realidad legal. “El Estado debe garantizar a los pueblos indígenas el goce de todas las libertades fundamentales sin obstáculos ni discriminación” (p. 66), como tiene que hacerlo con todos los individuos y grupos culturales, pues es su obligación. No se puede atropellar las leyes que protegen a las diferentes culturas que existen en nuestro país.
No podemos dejar de reconocer que el mantenimiento y la defensa de su propia existencia, ha sumido –queriendo o no queriéndolo- a los pobladores de la selva, en una vida donde están expuestos a todos los peligros de un mundo en que la negatividad de la modernidad los ataca, sin importar su distanciamiento ni su autonomía.
Ellos se alejan de la modernidad agresora, pero es la modernidad agresora la que se acerca a ellos para destruir su mundo. No pueden alejarse del mercado del todo porque precisan de algunas cosas que el mercado les ofrece. No pueden alejarse del mercado porque el mercado se acerca a ellos y les crea artificialmente, necesidades por los productos que la industria produce.


EL COMERCIO Trilogía sobre el Perro del Hortelano



La forma de vida que llevan, protegiendo su independencia, y las personas que llegan a su mundo a aprovecharse de ellos, ocasiona un sinnúmero de problemas. Por eso es que podemos apreciar que entre ellos, “el atraso económico es grave. Dentro de Amazonas, la provincia de Condorcanqui tiene los índices de pobreza más elevados (76.3%) y en ella se ubica el Cenepa con el 84.3% de pobreza, el nivel más agudo de todo el país” (pp. 115). Los pueblos jíbaros, viven en una pobreza tan grande, que cualquier cosa puede hacerlos explotar si no se les trata adecuadamente. La pobreza no los doblega, aun en esa circunstancia mantienen enhiesto su orgullo guerrero y luchan en defensa de sus derechos.
La Dra. Marleni Canales dice que “cuando los problemas económicos no se superan se convierten en políticos” (p.127). Y, de acuerdo a los criterios del teórico alemán del siglo XIX, Carl von Klausewitz, la guerra es la continuación de la política por otros medios, es decir, la guerra es una forma de hacer política. Esto es así, aunque los militares y los policías peruanos hayan estado excluidos durante mucho tiempo de participar en política en nuestro país. La historia de las guerras bien puede probar las afirmaciones de Klausewitz.
Hoy en día hay teorías económicas en boga que tratan el mercado como un campo de guerra: los productores se enfrentan entre ellos para conquistar el mercado. Se enfrentan encarnizadamente. Klausewitz dice que la guerra es en esencia un duelo, también el enfrentamiento entre los productores en el mercado es un duelo. De allí que quienes den charlas a la diferentes entidades empresariales que se enfrentan en el mercado, sean militares, pero no se trata de cualquier militar, sino, como es tradición en las escuelas militares, quienes dan las charlas son militares con experiencia directa en la guerra.
El lenguaje se desborda más allá de los ideas, de los sentimientos, de una realidad en la que no queremos aceptar como existente. Las palabras dicen más de lo que uno quisiera que digan. Cometemos seguramente excesos en nuestras expresiones al hablar de todo lo acontecido en Bagua. ¡No queremos que la realidad sea dicha realidad! Pero protestamos enérgicamente contra lo que ha pasado. La Dra. Canales nos muestra con suficiente ecuanimidad y pruebas lo que pasó en Bagua… nos lo muestra con aquella ecuanimidad que permiten el dolor y la furia difícilmente contenida ante tanta injusticia, ante tanto dolor...
Los awajún y los wampis son guerreros por tradición, por lo tanto, explotarán siempre como guerreros cuando la situación lo amerite. Los awajún y los wampis explotaran haciendo la guerra, pero no de una manera insensata. Ellos han mostrado tener mucha paciencia, pero también han mostrado ser muy fieros, cuando la paciencia se les acaba. No buscan la guerra, empero tampoco la temen ni, mucho menos, la rehúyen. Es lo que nos han mostrado los sucesos de Bagua del año pasado. Esta es una de las características fundamentales de su cultura.

Arte awajún




Carta abierta al presidente de la República del Perú, señor Alan García
Rigoberta Menchú Tum
________________________________________

Guatemala, 12 de junio de 2009
Señor Presidente:
Con indignación y dolor he sido testiga a distancia del giro de los acontecimientos en la República de Perú, a raíz del rechazo de los pueblos indígenas amazónicos a los acuerdos comerciales internacionales suscritos por su persona en su calidad de Presidente, violatorios de la Constitución Política, del Convenio 169 de la OIT, la Declaración Sobre Derechos de los Pueblos Indígenas de Naciones Unidas y las leyes de su país.
La brutal respuesta del Estado peruano en Bagua, el 5 de junio, Día Mundial del Medio Ambiente, a la resistencia indígena en defensa de la Madre Naturaleza (tras 56 días de movilización amazónica, fracaso del diálogo y postergación de la derogatoria de varios decretos legislativos), ha costado la vida de numerosas personas y el desplazamiento de cientos de familias en busca de resguardo para evitar ser víctimas mortales de la acción represiva de la fuerza pública.
La supuesta ‘conspiración internacional’ denunciada por su gobierno, es una farsa. Los pueblos indígenas del Continente sólo están reclamando consulta, participación, respeto a las comunidades originarias y salvaguarda de la naturaleza. Están rechazando en forma enérgica la subordinación de la clase política y de los empresarios nacionales a los poderosos intereses de las compañías transnacionales. Muestran con dignidad su rostro y se movilizan por la identidad, las culturas ancestrales y el vínculo íntimo de ‘vida humana - Madre Naturaleza’. Emergen, se levantan y luchan en contra de una concepción de desarrollo que empobrece a la gente, mata paulatinamente al planeta Tierra y envilece los verdaderos intereses nacionales en
cada país. Esa es la ‘conspiración internacional’ a la cual Usted y su gobierno aluden.
Por tal motivo, me uno al clamor de los ciudadanos y ciudadanas de mi país y del mundo y demando de Usted y su gobierno el cese de la represión en Bagua, se levante el estado de emergencia y toque de queda en la Amazonía, se detenga la persecución en contra de la población y dirigencia, y se realice una investigación internacional para una aclaración total de los hechos en los cuales se perdieron vidas humanas y lo cual condenamos enérgicamente en esa región, así como se dé paso al irrestricto respeto de los derechos de los pueblos indígenas y las comunidades campesinas. El ejercicio de derechos no debe criminalizarse. La represión estatal debe ceder espacio a la búsqueda racional de soluciones mediante el diálogo y la negociación con voluntad política real.
Atentamente,
Rigoberta Menchú Tum
Premio Nobel de la Paz


En el diario la Primera, ha salido el siguiente comentario de EN DEFENSA PROPIA.

http://www.diariolaprimeraperu.com/online/cultura/defensa-del-derecho-a-la-vida_57397.html

Defensa del derecho a la vida

Pocos libros como este estremecen al lector sensible, tanto por el contenido como por la significación histórica. A medida que se avanza en su lectura, es posible entender que como decía Jorge Basadre, no hemos sido capaces de construir una sociedad que respete a las distintas vertientes culturales que confluyen en sus entrañas. Pero el fondo del tema es que se tiene acceso al Informe del Consejo Consultivo de los pueblos indígenas de la Comunidad Andina. CCPICAN.

Se explica el contexto en que se produjeron los sangrientos sucesos de Bagua, donde murieron varios miembros de las sociedades etnolingüísticas de Amazonía Peruana, así como varios policías. Se analizan los hechos desde la publicación de los textos referidos a El Perro del Hortelano, por el presidente Alan García hasta las últimas manifestaciones que tienen por objeto amedrantar a los awajú y wampís, según refiere el texto del libro.

Marleni Canales Rubio (1961), quien suscribe la presentación y contenido del texto, dice al respecto: “Somos concientes de que el mundo de hoy se desenvuelve dentro de una gran contradicción o bipolaridad entre quienes reconocen y promueven la vigencia y aplicación de los derechos humanos y quienes priorizan la inversión y sus fines lucrativos. Por otro lado, nos encontramos luchando por la vigencia, la defensa y el reconocimiento de los derechos humanos y colectivos de los pueblos indígenas. Por otro lado, están los grandes capitales transnacionales que tratan de imponer sus leyes y normas de alcance mundial. Se pone el derecho de los inversionistas sobre el de los pueblos; es decir, por encima de la vida misma. Para ello cuentan con las estructuras jurídicas de los Estados alienados de esta política neoliberal”.

Todo indica que estamos atrapados en una vertiginosa ola de violencia de consecuencias imprevisibles. Pero más allá de criterios políticos que motivan este libro, seguramente servirá para que los futuros historiadores tengan una fuente importante. Es un documento que traduce el desencanto social de las grandes mayorías humanas descalzas y amenazadas, que habitan la codiciada Amazonía peruana.

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