Arguedas no estaba desesperado cuando se mató, estaba
enfermo y debe haber estado con esa tranquilidad que da la depresión en el acto
final. Se cuenta que en la mañana del mismo día en que se quitó la vida, se le
vio en la Iglesia de la Merced, en el Jirón de la Unión, en Lima, en una actitud
como rezando. Ese mismo día estuvo almorzando con unos colegas de la
Universidad Agraria la Molina y todos lo vieron alegre… Es interesante
preguntarse por qué se puso frente al espejo cuando se pegó un tiro. Se me
ocurre una respuesta muy simple: para mirarse, simplemente para eso, quizás le
parecía hasta gracioso contemplarse en el momento de darse un tiro y quitar ese
malestar en la cabeza que no lo dejaba tranquilo… Pensar en el significado de los actos de
los depresivos con la racionalidad del no depresivo lleva a muchos errores.
Para el depresivo la vida y la muerte no tienen sentido, tampoco las palabras
que salen de sus labios sin saber él por qué ni tampoco sabe su real
significado. Quienes lo escuchan hablar lo juzgan de manera no adecuada y, como
pasó con su terapeuta la Dra. Hoffmann, pueden considerarlo ya curado y después
cuando se matan no comprenden la razón porque todo tenía la apariencia de ir
tan bien en él. A Arguedas le molestaba mucho la cabeza, repetimos, eso le era
insoportable, entonces se dispara un tiro para terminar con ese malestar. Él
hablaba antes de la muerte en múltiples ocasiones, al final ya casi nadie
parecía prestarle atención. Pero ¿qué era la muerte para José María Arguedas?
Sólo una palabra. Existir o dejar de existir no tenían significado para él.
¿Acaso para se moría cuando se dejaba de existir? Él se mató para sentirse
mejor de todos los malestares, todo lo demás carecía de sentido. ¿Pensó Arguedas
que al morir dejaría de existir? Esa relación carecía de sentido para él, como
para todos los depresivos… Sherlock Holmes dice que en las cosas simples
encontramos muchas respuestas a cosas que parecen complejas. Quizás sea
cierto...
-
No hay comentarios.:
Publicar un comentario