El invierno empezó oficialmente, el frio ha comenzado con fuerza y taladra mis sentidos adormeciendo mis pensamientos. Aunque algo había nevado en los días pasados, claro que no en cantidad ni mucho tiempo, después sí que nevó mucho. El caso por demás curioso es que hace más frio en aquellos días que no cae nieve que cuando cae… Ahora estoy, después de una crisis gripal que aún no ha concluido, me encuentro más tranquilo pese a que la vida nos samaquea constantemente a su regalado gusto. Nosotros somos como navíos en plena tormenta: nos mantenemos a flote incluso cuando estamos por hundirnos, claro en muchos instantes naufragamos, pero nuestro sino es siempre salir a flote, siempre. Así es como vamos conociendo la vida, vamos conociéndonos cada vez más a nosotros mismos y también a quienes nos han rodeado -y nos rodean- más cercanamente. Tenemos la seguridad de que nunca terminaremos por conocer realmente la realidad por más que sepamos cómo es el mundo en que vivimos. Esto no es un relativismo gnoseológico, se trata más bien de un acercamiento al pesimismo, que en muchas ocasiones nos ataca, a través de ese optimismo que nos proporcionan los años pasados en este mundo ajeno y también constantemente nuestro… A veces uno no quiere regresar al pasado a pesar de que lo extraña mucho y que está esperándonos en cada recodo de la vida, lo queramos o no. No deseamos volver porque ya regresamos una vez y pudimos comprobar el cambio que acontece no solamente en nuestras vidas, sino también en la vida de los demás, a pesar de que éstos crean que no han cambiado y sigan pensando que siempre son los mismos, que siguen siendo aquéllos que ya no serán jamás… Muchas son las veces que repito lo que siempre estoy diciendo, y yo lo sé muy bien cuando me doy cuenta de ello, pero la más de las veces no veo la realidad que me obstino en esconder, y me extraño en los laberintos inconfundibles de la bien amada añoranza. En estos días me preparé para uno días decisivos y estuve buscando la luz que siempre se encuentra, incluso cuando no se vislumbra en la oscuridad más completa que hace su nido en nuestro ser. Ya conseguí lo que buscaba y nada volverá a ser lo que fue, incluso cuando siga viviendo la misma realidad sin cambio alguno y es porque yo seguiré siendo el mismo a pesar de los cambios que tengan lugar en mí… Hoy escribo para acunar en mi pecho los sueños desfasados que otrora sirvieron de viento al barco enalteciente en el que yo bogaba en tantas ocasiones sin destino cierto, justo como sucede en estos días todos los días de mi vida… ¡Qué difícil es para uno mismo ver que las cosas cambian y que nadie parece percatarse de esos cambios… ni uno mismo al fin y al cabo! Al regresar, en otros tiempos, a mi país después de varios años vividos fuera, yo sabía que nada era igual, pero me encontré con la evidencia de que nadie lo veía así, todos se aferraban a una vida pasada de la que ya no quedaba nada sino la nostálgica mirada en una actitud signada por un presente inexistente. Yo miraba desconcertado esa realidad no existente que todos vivían -inclusive yo-, contentos de protestar contra esa vida que ya no existía. La vida misma me fue enseñando que siempre estaremos soñando con el pasado, viéndolo como si realmente todo pasado hubiera sido mejor que el presente, y viviendo un presente con la mente puesta siempre, de una u otra manera, en el otrora. Todo parecía ser como el poeta Jorge Manrique lo expresaba tan bien en la elegía a la muerte de su padre y que todos leían como querían entender lo que él no pretendió decir: cómo, a nuestro parecer, cualquier tiempo pasado fue mejor… mas él sabía bien que, por más doloroso que fuese, siempre será mejor vivir el presente y luchar por superar las dificultades que se nos presentan, que debemos luchar inclusive no haciendo nada sino esperar (me acuerdo de mis amigos Gustavo Quiroz, Mario Rodríguez y Alejandro Choque)… Me he dado cuenta que en muchas ocasiones soy simplemente un individuo soberbio que cree en lo que dice, empero luego caigo en la verdad palpitante de que nada de eso es realidad. ¿Por qué es que decimos lo que no es? Porque en el momento en que hablamos creemos que estamos expresando la realidad y nada más. ¡Ah, la vida es la más de las veces tan desconcertante…! Él pensaba que me conocía, después de cinco años de estar conversando con la asiduidad de quienes no eran amigos ni haber pretendido serlo nunca. Había escuchado todo lo que yo vivía y lo que iba saliendo de mi ser cuando conversábamos, era como cuando un río se desborda alucinadamente en la catarata que espera el momento de caer para llegar a un final que no termina nunca. Lo que dijo el día que nos despedimos me dio a entender que no nos habíamos entendido nunca. Él conocía muchas cosas de mí, sabía mis reacciones, mis gustos, mis disgustos, pero no conocía cómo era yo en el fondo mismo de mí ser. Ahora se había ido, yo no lo vería nunca más y pero pensaba en algunos raros momentos en ‘el y entonces sonreía por los desencuentros que habíamos tenido en nuestras conversaciones… ¿Quién soy yo? Me he preguntado en ese silencio en el que me encierro muchas veces. No sé qué responder. Yo me adapto a las condiciones que vivo, o trato de adaptarme. Lo que desconozco me agrada tener que conocerlo, sobre todo cuando me entretienen y me presentan dificultades reales que desafían los conocimientos que Sherlock Holmes tiene y yo no. Ahí vamos nosotros, buscando las paradojas que nos presenta la vida para que Sherlock nos las resuelva incluso con su inexistente ausencia… A propósito, hace ya tiempo que tengo los cuentos completos de este afamado detective, pero no he terminado de leerlos, quizás porque en Lima los leí todos (buscándome cada libro por separado y en diferentes editoriales porque no encontré todo completo en un solo volumen)… Yo sé perfectamente que me contradigo en muchas ocasiones, pero no lo sé precisamente cuando me contradigo, que es cuando más precisa uno darse cuenta de lo que no nos damos cuenta… Y aquí estoy, en la Biblioteca, pergeñando las ideas que apenas sé que existen en mí, puesto que sólo me doy cuenta de dicha existencia cuando las expreso al escribirlas. No quiero mirar a mi alrededor aunque tenga lentes nuevos… Mi futuro es un lienzo en blanco del cual tengo muchos bostezos y a ninguno me acomodo bien. Al fin y al cabo dejaré que el mar de la vida me conduzca por donde quiera para que yo pueda arribar a algún puerto donde calmar mi sed de conocimiento aunque no siempre de verdad. Nosotros seguimos viviendo como los acontecimientos se vayan sucediendo, y se van sucediendo con o sin nuestro consentimiento.
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