NOTA BENE:

Revista Internacional del Colegio Profesional de Antropólogos de Lima. Sede: New York.


jueves, 22 de diciembre de 2016

Reverberando los dias

Walter Saavedra

El invierno empezó oficialmente, el frio ha comenzado con fuerza y taladra mis sentidos adormeciendo mis pensamientos. Aunque algo había nevado en los días pasados, claro que no en cantidad ni mucho tiempo, después sí que nevó mucho. El caso por demás curioso es que hace más frio en aquellos días que no cae nieve que cuando cae… Ahora estoy, después de una crisis gripal que aún no ha concluido, me encuentro más tranquilo pese a que la vida nos samaquea constantemente a su regalado gusto. Nosotros somos como navíos en plena tormenta: nos mantenemos a flote incluso cuando estamos por hundirnos, claro en muchos instantes naufragamos, pero nuestro sino es siempre salir a flote, siempre. Así es como vamos conociendo la vida, vamos conociéndonos cada vez más a nosotros mismos y también a quienes nos han rodeado -y nos rodean- más cercanamente. Tenemos la seguridad de que nunca terminaremos por conocer realmente la realidad por más que sepamos cómo es el mundo en que vivimos. Esto no es un relativismo gnoseológico, se trata más bien de un acercamiento al pesimismo, que en muchas ocasiones nos ataca, a través de ese optimismo que nos proporcionan los años pasados en este mundo ajeno y también constantemente nuestro… A veces uno no quiere regresar al pasado a pesar de que lo extraña mucho y que está esperándonos en cada recodo de la vida, lo queramos o no. No deseamos volver porque ya regresamos una vez y pudimos comprobar el cambio que acontece no solamente en nuestras vidas, sino también en la vida de los demás, a pesar de que éstos crean que no han cambiado y sigan pensando que siempre son los mismos, que siguen siendo aquéllos que ya no serán jamás… Muchas son las veces que repito lo que siempre estoy diciendo, y yo lo sé muy bien cuando me doy cuenta de ello, pero la más de las veces no veo la realidad que me obstino en esconder, y me extraño en los laberintos inconfundibles de la bien amada añoranza. En estos días me preparé para uno días decisivos y estuve buscando la luz que siempre se encuentra, incluso cuando no se vislumbra en la oscuridad más completa que hace su nido en nuestro ser. Ya conseguí lo que buscaba y nada volverá a ser lo que fue, incluso cuando siga viviendo la misma realidad sin cambio alguno y es porque yo seguiré siendo el mismo a pesar de los cambios que tengan lugar en mí… Hoy escribo para acunar en mi pecho los sueños desfasados que otrora sirvieron de viento al barco enalteciente en el que yo bogaba en tantas ocasiones sin destino cierto, justo como sucede en estos días todos los días de mi vida… ¡Qué difícil es para uno mismo ver que las cosas cambian y que nadie parece percatarse de esos cambios… ni uno mismo al fin y al cabo! Al regresar, en otros tiempos, a mi país después de varios años vividos fuera, yo sabía que nada era igual, pero me encontré con la evidencia de que nadie lo veía así, todos se aferraban a una vida pasada de la que ya no quedaba nada sino la nostálgica mirada en una actitud signada por un presente inexistente. Yo miraba desconcertado esa realidad no existente que todos vivían -inclusive yo-, contentos de protestar contra esa vida que ya no existía. La vida misma me fue enseñando que siempre estaremos soñando con el pasado, viéndolo como si realmente todo pasado hubiera sido mejor que el presente, y viviendo un presente con la mente puesta siempre, de una u otra manera, en el otrora. Todo parecía ser como el poeta Jorge Manrique lo expresaba tan bien en la elegía a la muerte de su padre y que todos leían como querían entender lo que él no pretendió decir: cómo, a nuestro parecer, cualquier tiempo pasado fue mejor… mas él sabía bien que, por más doloroso que fuese, siempre será mejor vivir el presente y luchar por superar las dificultades que se nos presentan, que debemos luchar inclusive no haciendo nada sino esperar (me acuerdo de mis amigos Gustavo Quiroz, Mario Rodríguez y Alejandro Choque)… Me he dado cuenta que en muchas ocasiones soy simplemente un individuo soberbio que cree en lo que dice, empero luego caigo en la verdad palpitante de que nada de eso es realidad. ¿Por qué es que decimos lo que no es? Porque en el momento en que hablamos creemos que estamos expresando la realidad y nada más. ¡Ah, la  vida es la más de las veces tan desconcertante…!  Él pensaba que me conocía, después de cinco años de estar conversando con la asiduidad de quienes no eran amigos ni haber pretendido serlo nunca. Había escuchado todo lo que yo vivía y lo que iba saliendo de mi ser cuando conversábamos, era como cuando un río se desborda alucinadamente en la catarata que espera el momento de caer para llegar a un final que no termina nunca. Lo que dijo el día que nos despedimos me dio a entender que no nos habíamos entendido nunca. Él conocía muchas cosas de mí, sabía mis reacciones, mis gustos, mis disgustos, pero no conocía cómo era yo en el fondo mismo de mí ser. Ahora se había ido, yo no lo vería nunca más y pero pensaba en algunos raros momentos en ‘el y entonces sonreía por los desencuentros que habíamos tenido en nuestras conversaciones… ¿Quién soy yo? Me he preguntado en ese silencio en el que me encierro muchas  veces. No sé qué responder. Yo me adapto a las condiciones que vivo, o trato de adaptarme. Lo que desconozco me agrada tener que conocerlo, sobre todo cuando me entretienen y me presentan dificultades reales que desafían los conocimientos que Sherlock Holmes tiene y yo no. Ahí vamos nosotros, buscando las paradojas que nos presenta la vida para que Sherlock nos las resuelva incluso con su inexistente ausencia… A propósito, hace ya tiempo que tengo los cuentos completos de este afamado detective, pero no he terminado de leerlos, quizás porque en Lima los leí todos (buscándome cada libro por separado y en diferentes editoriales porque no encontré todo completo en un solo volumen)… Yo sé perfectamente que me contradigo en muchas ocasiones, pero no lo sé precisamente cuando me contradigo, que es cuando más precisa uno darse cuenta de lo que no nos damos cuenta… Y aquí estoy, en la Biblioteca, pergeñando las ideas que apenas sé que existen en mí, puesto que sólo me doy cuenta de dicha existencia cuando las expreso al escribirlas. No quiero mirar a mi alrededor aunque tenga lentes nuevos… Mi futuro es un lienzo en blanco del cual tengo muchos bostezos y a ninguno me acomodo bien. Al fin y al cabo dejaré que el mar de la vida me conduzca por donde quiera para que yo pueda arribar a algún puerto donde calmar mi sed de conocimiento aunque no siempre de verdad. Nosotros seguimos viviendo como los acontecimientos se vayan sucediendo, y se van sucediendo con o sin nuestro consentimiento.

martes, 6 de diciembre de 2016

Soy un iluso buscador de soledades...

Walter Saavedra


He salido a caminar como otros días, pero ahora me he sentido muy solo, sin embargo sé muy bien que no lo estoy. A veces me pregunto qué es lo que me depara el destino, mas yo no deseo saber nada acerca de mi futuro, sino que quiero vivir la vida de acuerdo a como ésta va llegando… Voy yendo a un doctor y a otro pues muchos son los males que me aquejan, empero la vida sigue su curso de acuerdo a cómo nosotros le imprimamos con nuestros deseos más recónditos, aunque muchas veces no sepamos cuáles son esos deseos… Sí pues, he salido hace unos instantes nomás a caminar sin rumbo por las calles de esta ciudad, por aquí por Queens por donde siempre me desplazo algo desaprensivamente, aunque siempre pensando en cómo ha de ser ese futuro del cual no quiero saber nada. Miro con curiosidad las calles por donde siempre voy, calles  cuyas casas que se están llenando de luces anunciando la Navidad. He caminado mucho tiempo sin prestar mayor atención por qué lugares me desplazaba porque sé muy bien que siempre serán los mismos. He caminado mucho y he resultado donde siempre termino: en la biblioteca de Queens, sólo que ahora estoy en un local que nunca visito porque pasaba por aquí y a esta hora no hay otros locales que estén abiertos, a pesar de que ya es tarde en esta la mañana que me ve deambular por las esquinas inciertas de mis desazones. Inicialmente quise ir a otra sucursal, pero me di con la sorpresa de que ha cerrado por dos semanas, así que tuve que terminar en el local al que siempre voy y que no es el mismo donde ahora me encuentro… porque sin yo saber cómo he resultado en la Biblioteca Pública de New York. Se puede sentir el jolgorio de la gente por las fiestas que se aproximan en el silencio que me encierra entre estas calles que me ven pasar sin preocuparme si he de llegar o no adonde no sé que estoy yendo, pero sé que me desplazo en buena dirección. Los edificios de la Quinta Avenida lucen sus mejores galas, el enorme árbol navideño espera a los visitantes… Yo he sentido un dolor inmenso en medio del júbilo de tanta gente que no me deja caminar y en las calles aledañas a la casa donde vivo no veo gente ni siquiera en las ventanas de las casas, como se acostumbra en los pueblos pequeños donde todos miran lo que pasa y nadie los puede mirar a ellos escondidos tras las cortinas de las ventanas... Cada día me despierto temblando y pienso en aquello que sé que no debo pensar. Pero es que tengo miedo de tantos temores que visitan mis mañanas, solamente me siento bien en las noches cuando duermo sin preocuparme por nada. Y mi temor no fundamentado –o quizás sí- se erige como una peana que no puede soportar las penas que me embargan. Mi mirada se pierde en los confines indeterminados del universo que me cobija y nada encuentro en mi entorno, salvo a mí mismo encerrado en la cárcel impenitente de mis temores que se alimentan de días idos… A veces pienso en aquello que me he hecho la voluntad de no pensar, pero aun así pienso, y reconozco que ellos no son sino destellos fugaces de lo que otrora invadía mi mente, mi cuerpo, mi ser entero. Ahora me pierdo en la infinitud de estos días que avanzan a paso de tortuga mientras que yo me siento como una liebre que, por más rápido que corra, no logra alcanzar su lentitud ilimitada. Mis ojos descienden hacia los infiernos y pienso que en nada podré igualarme sino a mi propia ineptitud… ¿Saben en qué pienso cuando no pienso nada? Pienso en la oquedad de los silencios que acogotan mis huidas de la realidad cuando mis sueños no alcanzan a tapizar mis sentidos más intensos. Pienso en los augures de otros tiempos que conocían perfectamente el devenir de cada ser que iba a consultarlos… Después de mucho tiempo de andar inmerso en la sempiterna soledad, hoy día me siento realmente solo, esperando la mirada tierna de quien sé que no se ha de presentar, esperando la voz cálida de quien solamente quiere susurrar esperanzas leves. Ya no soy más aquel que con su prodigiosa voz desdibujaba, en el silencio de las horas, las telarañas de lo ignoto. Ahora no soy sino aquel que quiere elevar su queja para así quedar con la conciencia tranquila… Antes veía en cada sonrisa, una mano que se tendía prodigiosa hacia mi ser con redentora luz. Hoy todo es oscuridad en medio de las luces que alumbran las fachadas de las casas por esta Navidad que está ya tan cercana. Yo no tengo luces en mi ser interior, no tengo risas que se levanten hacia el alba, no tengo sino sombras que cercenan la alegría que otrora se alzaba hacia la infinitud del horizonte en que me encontraba… Ya mis pasos no comulgan con la decencia de la mañana, ahora se van encaminando hacia el despertar somnoliento de los sueños jamás habidos. Las calles de esta ciudad se cierran en torno a mis amargos despertares. Las casas destilan aires de alegría que no se ven mientras camino a solas por las sendas anochecidas por la nostalgia. La Biblioteca de Queens siempre alberga mis caídas del alma aunque muestre mi rostro más alegre en el instante en que estoy aquí, en la computadora que me apura con su deseo de que yo deje este lugar. Y la Biblioteca Pública de New York me recibe siempre como un visitante extraño que busca la soledad de los caminos empedrados de distancia… Empero, ¿qué es lo que estoy diciendo? Ahora estoy en mi propia computadora que no me conmina a terminar en una hora y tengo por delante los vaivenes de una tarde bañada en lágrimas… Sí, yo tengo que decir lo que me sale sin control, para así sentirme mejor y vagar tranquilo bañado por la luz de esta luna que hace mucho no veo, ni hoy tampoco he de ver por las nubes que la ocultan en la inmensidad de mi propio cielo. ¡Qué raro es este presente que no deja que el futuro se manifieste entre los brazos amorosos del pasado que se esfuma por siempre de mi mirada bañada en nostalgia!
East Elmhurst, New York, United States

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