He salido a caminar como otros días, pero ahora me he
sentido muy solo, sin embargo sé muy bien que no lo estoy. A veces me pregunto
qué es lo que me depara el destino, mas yo no deseo saber nada acerca de mi
futuro, sino que quiero vivir la vida de acuerdo a como ésta va llegando… Voy
yendo a un doctor y a otro pues muchos son los males que me aquejan, empero la
vida sigue su curso de acuerdo a cómo nosotros le imprimamos con nuestros
deseos más recónditos, aunque muchas veces no sepamos cuáles son esos deseos… Sí pues, he salido hace unos instantes nomás a caminar
sin rumbo por las calles de esta ciudad, por aquí por Queens por donde siempre
me desplazo algo desaprensivamente, aunque siempre pensando en cómo ha de ser
ese futuro del cual no quiero saber nada. Miro con curiosidad las calles por
donde siempre voy, calles cuyas casas
que se están llenando de luces anunciando la Navidad. He caminado mucho tiempo
sin prestar mayor atención por qué lugares me desplazaba porque sé muy bien que
siempre serán los mismos. He caminado mucho y he resultado donde siempre
termino: en la biblioteca de Queens, sólo que ahora estoy en un local que nunca
visito porque pasaba por aquí y a esta hora no hay otros locales que estén
abiertos, a pesar de que ya es tarde en esta la mañana que me ve deambular por
las esquinas inciertas de mis desazones. Inicialmente quise ir a otra sucursal,
pero me di con la sorpresa de que ha cerrado por dos semanas, así que tuve que
terminar en el local al que siempre voy y que no es el mismo donde ahora me
encuentro… porque sin yo saber cómo he resultado en la Biblioteca Pública de
New York. Se puede sentir el jolgorio de la gente por las fiestas que se
aproximan en el silencio que me encierra entre estas calles que me ven pasar
sin preocuparme si he de llegar o no adonde no sé que estoy yendo, pero sé que
me desplazo en buena dirección. Los edificios de la Quinta Avenida lucen sus
mejores galas, el enorme árbol navideño espera a los visitantes… Yo he sentido
un dolor inmenso en medio del júbilo de tanta gente que no me deja caminar y en
las calles aledañas a la casa donde vivo no veo gente ni siquiera en las
ventanas de las casas, como se acostumbra en los pueblos pequeños donde todos
miran lo que pasa y nadie los puede mirar a ellos escondidos tras las cortinas
de las ventanas... Cada día me despierto temblando y pienso en aquello que sé
que no debo pensar. Pero es que tengo miedo de tantos temores que visitan mis
mañanas, solamente me siento bien en las noches cuando duermo sin preocuparme
por nada. Y mi temor no fundamentado –o quizás sí- se erige como una peana que
no puede soportar las penas que me embargan. Mi mirada se pierde en los
confines indeterminados del universo que me cobija y nada encuentro en mi
entorno, salvo a mí mismo encerrado en la cárcel impenitente de mis temores que
se alimentan de días idos… A veces pienso en aquello que me he hecho la
voluntad de no pensar, pero aun así pienso, y reconozco que ellos no son sino
destellos fugaces de lo que otrora invadía mi mente, mi cuerpo, mi ser entero.
Ahora me pierdo en la infinitud de estos días que avanzan a paso de tortuga
mientras que yo me siento como una liebre que, por más rápido que corra, no
logra alcanzar su lentitud ilimitada. Mis ojos descienden hacia los infiernos y
pienso que en nada podré igualarme sino a mi propia ineptitud… ¿Saben en qué
pienso cuando no pienso nada? Pienso en la oquedad de los silencios que acogotan
mis huidas de la realidad cuando mis sueños no alcanzan a tapizar mis sentidos
más intensos. Pienso en los augures de otros tiempos que conocían perfectamente
el devenir de cada ser que iba a consultarlos… Después de mucho tiempo de andar
inmerso en la sempiterna soledad, hoy día me siento realmente solo, esperando
la mirada tierna de quien sé que no se ha de presentar, esperando la voz cálida
de quien solamente quiere susurrar esperanzas leves. Ya no soy más aquel que
con su prodigiosa voz desdibujaba, en el silencio de las horas, las telarañas
de lo ignoto. Ahora no soy sino aquel que quiere elevar su queja para así
quedar con la conciencia tranquila… Antes veía en cada sonrisa, una mano que se
tendía prodigiosa hacia mi ser con redentora luz. Hoy todo es oscuridad en
medio de las luces que alumbran las fachadas de las casas por esta Navidad que
está ya tan cercana. Yo no tengo luces en mi ser interior, no tengo risas que
se levanten hacia el alba, no tengo sino sombras que cercenan la alegría que
otrora se alzaba hacia la infinitud del horizonte en que me encontraba… Ya mis
pasos no comulgan con la decencia de la mañana, ahora se van encaminando hacia
el despertar somnoliento de los sueños jamás habidos. Las calles de esta ciudad
se cierran en torno a mis amargos despertares. Las casas destilan aires de
alegría que no se ven mientras camino a solas por las sendas anochecidas por la
nostalgia. La Biblioteca de Queens siempre alberga mis caídas del alma aunque
muestre mi rostro más alegre en el instante en que estoy aquí, en la
computadora que me apura con su deseo de que yo deje este lugar. Y la
Biblioteca Pública de New York me recibe siempre como un visitante extraño que
busca la soledad de los caminos empedrados de distancia… Empero, ¿qué es lo que
estoy diciendo? Ahora estoy en mi propia computadora que no me conmina a
terminar en una hora y tengo por delante los vaivenes de una tarde bañada en lágrimas…
Sí, yo tengo que decir lo que me sale sin control, para así sentirme mejor y
vagar tranquilo bañado por la luz de esta luna que hace mucho no veo, ni hoy
tampoco he de ver por las nubes que la ocultan en la inmensidad de mi propio
cielo. ¡Qué raro es este presente que no deja que el futuro se manifieste entre
los brazos amorosos del pasado que se esfuma por siempre de mi mirada bañada en
nostalgia!
-
No hay comentarios.:
Publicar un comentario