Estas palabras que vierto no son sino el reflejo
inexistente de una vida que no llevo. Es la queja silente de un dolor que no
siento. Es la expresión abierta del encierro en que no me encuentro... El
cuarto de los mil espejos pareciera haber desaparecido de mi mente y no
encuentro lugar alguno donde refugiarme de la hostilidad de los nuevos
espejismos que no existentes desiertos clavan en mi alma… Me siento contrahecho
en el mar se sensaciones que alimentan los ríos de la vida. Es un instante,
solamente un instante el que me agobia mientras estoy escribiendo estas
palabras que surgen como de una fuente sin origen alguno... Luego de escribir
esto, no sé qué ha de ser de mí, mientras el caballo en que cabalgo corre
desbocado buscando un destino que no encontrará nunca… Yo saldré ahora a
caminar por estas calles llenas de gente que va buscando las honduras de la
vida en las estrecheces de los amplios corredores que ven desplazarse sus
añoranzas y los contemplan como buscando con la mirada lo que ya no puede ser… Hoy
he venido a dar mi confesión de parte y encuentro solamente una mortaja
inexistente esperándome en el espejismo incierto que inunda ese desierto que
nunca he conocido y en que ha parecido convertirse el corredor de la vida que
no camino. Todos los desiertos que han visto mi desplazamiento tranquilo sobre
sus arenas, me han ofrecido siempre tranquilidad en la hermosura del horizonte
y sueños dulces en la búsqueda de la distancia a la cual me dirigía sabiendo
que no iba a llegar nunca… Salgo del dolor en que me adentro y nada está más
allá que yo mismo en el instante en que más cerca me encuentro de la vida que
busco. Puedo afirmar que soy feliz evocando los instantes que vendrán corriendo
a mi encuentro. Soy feliz con la vida que llevo aunque la tristeza evocadora de
las erinias con sus mensajes tanáticos no se aparten de mi costado. Es la
tormenta del destino que se yergue en medio de la esperanza y no encuentro a
Pandora para ponerme a buscar en el fondo de su vasija lo que reconozco que no
tengo ahora dentro de mí mismo. La cabeza me da vueltas. Ahora me parezco a
Jano y me estoy viendo como Aker ¿Acaso los griegos no le depararon una gran
atención al Egipto que les mostraba sus riquezas gnoseológicas…? No sé si
camino para atrás o para adelante en el sendero de la virtud que Confucio
enalteció tanto y que Lao Tzu férreamente combatió con la suya propia. ¿Para
qué voy a refugiarme en el pasado si puedo marchar incólume hacia el futuro
desde este presente que me agobia tanto…? He visto el atardecer en tus ojos y
no he podido contemplar el amanecer de tus labios sublimes. ¿Quién eres dulce
damisela que te escondes en el reguero de luceros que rodean tu andar jamás
contemplado? ¿Dónde está ese mundo errante que se esconde en el azul del cielo
que la más de las veces no veo? La abstracción viene en mi ayuda en el instante
en que nada concreto se presenta ante mi memoria. Quizás sea Dulcinea del
Toboso destacando su belleza sin igual jamás contemplado por don Quijote y que
yo busco sabiendo que me hundo en el mar de confusiones que el valiente
caballero arrea hacia lo desconocido yendo por el mismo que yo me desplazo… Ya
la torre del Parque Universitario no da la hora, ni los universitarios
frecuentan más ese parque al que su innata presencia de otro tiempo le da
nombre. Los bares que se alineaban cercana a la puerta de la Casona de San
Marcos otrora, hoy tan sólo martagonean procurando sobrevivir, pero poco a poco
van desapareciendo del espectro urbano que les dio cobijo en cierto momento… Ya
ha desaparecido aquella mortaja que vestía el otoño en los senderos atravesados
por el invierno. Un día vendrá Pandora de la mano de la esperanza y podremos
soñar en aquellos sones que esgrimen los rayos del nuevo día. Yo… yo me alineo
con la sencillez de Lao Tzu en contra de la diligencia petulante de Confucio… Ya
no hay confesión posible en el seno de las terribles fauces de los cocodrilos
que jamás he visto, todo no será sino alegría a pesar de que pueda entronarse
la tristeza sin explicarme por qué habría de suceder lo que aún no acontece… ¿Vieron
amigos míos cómo el escribir de esta manera nos brinda una gota de láudano para
calmar la desesperanza que agobia el alma en los instantes en que uno más lo
precisa…? Ayer, en ese ayer que jamás he vivido, los regalos de Pandora se
adueñaban de los sueños que siempre mantuvimos en alto, pero sabíamos que lo
más importante era buscar denodadamente en el fondo de su caja para encontrar
la esperanza que habría de traernos la realidad esperada. Y aquí estamos,
esperando el momento preciso de partir, porque ya nos indicaron que pronto se
me acabará la hora y tendré que dejar la computadora en la que esto escribo.
¡Qué más da! Llegaré a casa y allí podré revisar con calma lo que sobrecoge a
mi alma y que dejo graficada en cada idea no expresada que no me ha sido
posible escribir. Ya va siendo tiempo de partir, me despediré pues, me despediré
sin jamás decir adiós porque no me alejaré de donde me encuentro ya que siempre
estoy en el centro de mí mismo, de la vida, de la certera ilusión hecha carne
para alimentar nuestros sueños tan propios y que perviven a pesar de la
negatividad que en ocasiones parece adueñarse de la vida. La vida se ha creado
con sueños hermosos y con terribles realidades… He regresado a la biblioteca al
día siguiente, empero ahora escribo en mi propia computadora y algo ha cambiado
en aquello que continúa siendo igual a lo que siempre fue. La vida es, en
cierta manera, como la veía Sócrates con su conócete a ti mismo y conocerás a
los demás, aunque no sea del todo cierta esa expresión, sino que se nos
presente como un retazo de una realidad que se ve empañada por los anteojos que
llevamos desde jóvenes… Hoy es el día siguiente y ¡qué rara se nos presenta la
vida que llevamos!
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