En muchos trabajos he estado,
algunos los desconocía por completo hasta que me daba cuenta que si podía
hacerlos, y entonces los hacía bien. Así como he realizado labores
intelectuales, también he hecho labores físicas. De todo tiene uno que hacer en
este mundo cuando se trata de llevar el pan a la mesa de la familia. Todo eso
me permitía comparar los diferentes tipos de trabajos y la forma como se les
juzgaba, sobre todo cuando los juicios venían de aquellos políticos que se
consideraban afectados por lo que uno hacía. Sobre todo me permitía comparar lo
que yo pensaba de los diferentes trabajos con las mayores dificultades que
significaba el realizarlos. Entonces me daba cuenta que uno no está preparado
realmente para nada porque recién sabrá cómo reaccionar cuando se encuentre frente
a las dificultades, cuando esté realizando los trabajos. La vida nos va
enseñando, sí señor… Nada es fácil en este mundo, ni siquiera aquello para lo
que tenemos menos dificultad en hacerlo. Cuando se realiza labores que nada
tienen que ver con lo que uno piensa, que nada tienen que ver con aquello para
lo que uno se ha entrenado, allí nos encontramos con el mundo real, que no es
necesariamente el mundo de los libros, pero no nos queda otra opción que seguir
adelante porque la necesidad del bienestar de la familia está primero, entonces
recién uno se pone a pensar en el significado de lo que se hace y por qué se le
hace, y si ciertamente es tan negativo como lo ven desde lejos aquellos que
dicen verse afectados por nuestro trabajo… políticamente hablando, claro… Es
sumamente fácil proponer soluciones a los problemas que la vida nos depara
cuando uno no ha estado nunca en una situación parecida o, si ha estado alguna
vez, ya olvidamos que las circunstancias pueden ser diferentes debido a muchos
factores que no tomamos en cuenta aunque en un inicio creamos que sí… Una vez,
cuando trabajaba para una revista peruana, por allá por los años 80, hice un
texto sobre un político. Yo no conocía al mencionado tipo, nunca había
escuchado hablar de él pues me había alejado de todo lo actual por lo que no
leía los diarios ni veía los noticieros en tv. Solo vivía y en mi propio mundo,
desde el cual enfrentaba silenciosamente los retos directos que la vida me
ponía enfrente… Pero, en la revista no mencionada anteriormente, me pidieron un
texto sobre esa persona tampoco mencionada y de quien apenas si guardo un
borroso recuerdo. En la revista me dieron los materiales. Me pareció alguien
interesante y escribí lo que me pidieron, sabiendo que esa revista halagaba
siempre a sus posibles anunciantes. Eso sucede con la mayor parte de los medios
que tienen que hacer lo mismo para permanecer vivos, para no desaparecer y uno
tiene que ayudar a esa permanencia con nuestro trabajo porque es la fuente de
nuestro sustento. Lo que yo no sabía era quién era la persona sobre la que yo escribía.
Y, la verdad, no me interesaba. Desde que dejé la Universidad donde estudié mi
carrera, todo eso dejó de interesarme, como ha sucedido igualmente con muchas
de aquellas personas que estudiaron conmigo… Escribí un artículo sobre una persona
que después resultó perteneciendo al partido Acción Popular. La revista le hizo
pagar el texto mío como un publirreportaje. Lo que había escrito le gustó al
personaje de marras y no solamente eso, sino que ganó un concurso que no sé qué
revista o institución realizaba sobre ese tipo de escritos periodísticos. Por
supuesto que yo me sorprendí, todo lo que aconteció me sorprendió de manera
suma… Cuando me enviaron a hacer un segundo reportaje sobre esa persona, recién
me enteré de todo lo que había pasado porque ese señor me lo dijo. Él estaba
muy descontento porque la revista le había cobrado exorbitantemente por mi
trabajo. Esta persona pensaba que todo era asunto mío, que yo era quien
manejaba todo eso, empero yo era quien nada sabía de todo lo que pasaba. Quizás
había demasiada ingenuidad en mí que desconocía el teje y maneje de la labor
periodística. Fue entonces que descubrí que la libertad de prensa no existe
realmente, no al menos en la manera tan abstracta como acostumbran vislumbrarla
los sectores que menos acceso tienen a esos medios de expresión, descubrí que
cada medio de comunicación publica lo que le conviene publicar y según eso
podían ser más abiertos o más parciales, de acuerdo a las circunstancias. Y eso
lo sabía todo el mundo... Un día tuve que hacer una entrevista al director del
Banco Central de Reserva del Perú, quien al terminarse la entrevista me pidió
encarecidamente que no se publicara todo lo que me había dicho porque lo
comprometía. ¿Comprometerlo? ¿A qué? Yo no comprendía a que lo comprometería.
La entrevista se la di a la revista, porque ese era mi trabajo. Ese artículo
jamás se publicó, pero sí había, en el número en que debía, salir unos grandes
anuncios del Banco Central de Reserva… La explicación del porqué no se publicó
me resultaba más que evidente… En cierta ocasión tuve que hacer una entrevista
a la popular Chilindrina, donde ella me contaba aspectos desconocidos de su
vida. En el transcurso de la mencionada entrevista la cómica me daba de patadas
por debajo de la mesa, pero yo no le prestaba atención y seguía con mis
preguntas. Después supe que ella se había desmayado cuando me fui. En la
revista me dijeron que ese artículo no podría publicarse porque no tenía fotos
y todos los artículos debían tenerlas, era una norma de ese medio. Eso se podría
haber arreglado enviando al fotógrafo, como en situaciones similares se hacía. Luego
me enteraría que el Jefe de Redacción había publicado ese artículo en otro
medio con su nombre. Y no sólo hizo eso con este artículo, sino que lo hizo
muchas veces pues con cualquier motivo decía que no se publicaría lo que yo
escribía y él lo publicaba en otro medio y, claro, cobraba por lo que se
publicaba… Mi mente se encargaba de borrar todo eso que aconteció, pero un día,
pasados muchos años, mi hermano mayor me lo hizo recordar porque yo se lo iba
diciendo todo a él según iba ocurriendo. Esas ocurrencias explican muy
claramente por qué yo tengo tan pocos artículos publicados en los casi dos años
que trabajé en esa revista. No pocos textos míos aparecieron sin mi nombre...
La verdad, ya no sé qué escribí y que no escribí, no sabría reconocer la mayor
parte de mis escritos porque mi mente ha borrado todo eso. Mi memoria me ayuda
así a vivir tranquilo, sin rencores, sin odios… Aunque en ocasiones me vienen
unas ganas ubérrimas, como decía Cesar Vallejo, de no sé qué hacer con ese
pasado que ya no existe y que no se borrará jamás porque ya no se le puede
tocar… ¿Es el escritor por encargo (porque un periodista lo es en muchos
sentidos) deshonesto por escribir lo que no piensa? ¿Lo es por escribir lo que
le piden y cómo se lo piden? Yo no lo creo así, me parece que es una forma legítima
de ganarse la vida y uno jamás pierde la noción de lo que realmente piensa y
las circunstancias en que tiene que decirlo. ¿Es deshonesto un obrero por
fabricar cosas que engañaran a quien los compra y enriquecerán al dueño de la
fábrica? ¿Cuál es la diferencia entre quien trabaja con la mente y quien
trabaja con sus manos vistas las cosas de esta manera? ¿Se justifican las
agresiones físicas o psicológicas contra aquellos que no actúen de acuerdo a
los dicterios de la mayoría, por las razones que fueren, aunque sean esquiroles
que se ven obligados a actuar sólo por hambre?
-
No hay comentarios.:
Publicar un comentario