NOTA BENE:

Revista Internacional del Colegio Profesional de Antropólogos de Lima. Sede: New York.


jueves, 17 de noviembre de 2016

Escribir por encargo...

Walter Saavedra


En muchos trabajos he estado, algunos los desconocía por completo hasta que me daba cuenta que si podía hacerlos, y entonces los hacía bien. Así como he realizado labores intelectuales, también he hecho labores físicas. De todo tiene uno que hacer en este mundo cuando se trata de llevar el pan a la mesa de la familia. Todo eso me permitía comparar los diferentes tipos de trabajos y la forma como se les juzgaba, sobre todo cuando los juicios venían de aquellos políticos que se consideraban afectados por lo que uno hacía. Sobre todo me permitía comparar lo que yo pensaba de los diferentes trabajos con las mayores dificultades que significaba el realizarlos. Entonces me daba cuenta que uno no está preparado realmente para nada porque recién sabrá cómo reaccionar cuando se encuentre frente a las dificultades, cuando esté realizando los trabajos. La vida nos va enseñando, sí señor… Nada es fácil en este mundo, ni siquiera aquello para lo que tenemos menos dificultad en hacerlo. Cuando se realiza labores que nada tienen que ver con lo que uno piensa, que nada tienen que ver con aquello para lo que uno se ha entrenado, allí nos encontramos con el mundo real, que no es necesariamente el mundo de los libros, pero no nos queda otra opción que seguir adelante porque la necesidad del bienestar de la familia está primero, entonces recién uno se pone a pensar en el significado de lo que se hace y por qué se le hace, y si ciertamente es tan negativo como lo ven desde lejos aquellos que dicen verse afectados por nuestro trabajo… políticamente hablando, claro… Es sumamente fácil proponer soluciones a los problemas que la vida nos depara cuando uno no ha estado nunca en una situación parecida o, si ha estado alguna vez, ya olvidamos que las circunstancias pueden ser diferentes debido a muchos factores que no tomamos en cuenta aunque en un inicio creamos que sí… Una vez, cuando trabajaba para una revista peruana, por allá por los años 80, hice un texto sobre un político. Yo no conocía al mencionado tipo, nunca había escuchado hablar de él pues me había alejado de todo lo actual por lo que no leía los diarios ni veía los noticieros en tv. Solo vivía y en mi propio mundo, desde el cual enfrentaba silenciosamente los retos directos que la vida me ponía enfrente… Pero, en la revista no mencionada anteriormente, me pidieron un texto sobre esa persona tampoco mencionada y de quien apenas si guardo un borroso recuerdo. En la revista me dieron los materiales. Me pareció alguien interesante y escribí lo que me pidieron, sabiendo que esa revista halagaba siempre a sus posibles anunciantes. Eso sucede con la mayor parte de los medios que tienen que hacer lo mismo para permanecer vivos, para no desaparecer y uno tiene que ayudar a esa permanencia con nuestro trabajo porque es la fuente de nuestro sustento. Lo que yo no sabía era quién era la persona sobre la que yo escribía. Y, la verdad, no me interesaba. Desde que dejé la Universidad donde estudié mi carrera, todo eso dejó de interesarme, como ha sucedido igualmente con muchas de aquellas personas que estudiaron conmigo… Escribí un artículo sobre una persona que después resultó perteneciendo al partido Acción Popular. La revista le hizo pagar el texto mío como un publirreportaje. Lo que había escrito le gustó al personaje de marras y no solamente eso, sino que ganó un concurso que no sé qué revista o institución realizaba sobre ese tipo de escritos periodísticos. Por supuesto que yo me sorprendí, todo lo que aconteció me sorprendió de manera suma… Cuando me enviaron a hacer un segundo reportaje sobre esa persona, recién me enteré de todo lo que había pasado porque ese señor me lo dijo. Él estaba muy descontento porque la revista le había cobrado exorbitantemente por mi trabajo. Esta persona pensaba que todo era asunto mío, que yo era quien manejaba todo eso, empero yo era quien nada sabía de todo lo que pasaba. Quizás había demasiada ingenuidad en mí que desconocía el teje y maneje de la labor periodística. Fue entonces que descubrí que la libertad de prensa no existe realmente, no al menos en la manera tan abstracta como acostumbran vislumbrarla los sectores que menos acceso tienen a esos medios de expresión, descubrí que cada medio de comunicación publica lo que le conviene publicar y según eso podían ser más abiertos o más parciales, de acuerdo a las circunstancias. Y eso lo sabía todo el mundo... Un día tuve que hacer una entrevista al director del Banco Central de Reserva del Perú, quien al terminarse la entrevista me pidió encarecidamente que no se publicara todo lo que me había dicho porque lo comprometía. ¿Comprometerlo? ¿A qué? Yo no comprendía a que lo comprometería. La entrevista se la di a la revista, porque ese era mi trabajo. Ese artículo jamás se publicó, pero sí había, en el número en que debía, salir unos grandes anuncios del Banco Central de Reserva… La explicación del porqué no se publicó me resultaba más que evidente… En cierta ocasión tuve que hacer una entrevista a la popular Chilindrina, donde ella me contaba aspectos desconocidos de su vida. En el transcurso de la mencionada entrevista la cómica me daba de patadas por debajo de la mesa, pero yo no le prestaba atención y seguía con mis preguntas. Después supe que ella se había desmayado cuando me fui. En la revista me dijeron que ese artículo no podría publicarse porque no tenía fotos y todos los artículos debían tenerlas, era una norma de ese medio. Eso se podría haber arreglado enviando al fotógrafo, como en situaciones similares se hacía. Luego me enteraría que el Jefe de Redacción había publicado ese artículo en otro medio con su nombre. Y no sólo hizo eso con este artículo, sino que lo hizo muchas veces pues con cualquier motivo decía que no se publicaría lo que yo escribía y él lo publicaba en otro medio y, claro, cobraba por lo que se publicaba… Mi mente se encargaba de borrar todo eso que aconteció, pero un día, pasados muchos años, mi hermano mayor me lo hizo recordar porque yo se lo iba diciendo todo a él según iba ocurriendo. Esas ocurrencias explican muy claramente por qué yo tengo tan pocos artículos publicados en los casi dos años que trabajé en esa revista. No pocos textos míos aparecieron sin mi nombre... La verdad, ya no sé qué escribí y que no escribí, no sabría reconocer la mayor parte de mis escritos porque mi mente ha borrado todo eso. Mi memoria me ayuda así a vivir tranquilo, sin rencores, sin odios… Aunque en ocasiones me vienen unas ganas ubérrimas, como decía Cesar Vallejo, de no sé qué hacer con ese pasado que ya no existe y que no se borrará jamás porque ya no se le puede tocar… ¿Es el escritor por encargo (porque un periodista lo es en muchos sentidos) deshonesto por escribir lo que no piensa? ¿Lo es por escribir lo que le piden y cómo se lo piden? Yo no lo creo así, me parece que es una forma legítima de ganarse la vida y uno jamás pierde la noción de lo que realmente piensa y las circunstancias en que tiene que decirlo. ¿Es deshonesto un obrero por fabricar cosas que engañaran a quien los compra y enriquecerán al dueño de la fábrica? ¿Cuál es la diferencia entre quien trabaja con la mente y quien trabaja con sus manos vistas las cosas de esta manera? ¿Se justifican las agresiones físicas o psicológicas contra aquellos que no actúen de acuerdo a los dicterios de la mayoría, por las razones que fueren, aunque sean esquiroles que se ven obligados a actuar sólo por hambre?

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East Elmhurst, New York, United States

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