NOTA BENE:

Revista Internacional del Colegio Profesional de Antropólogos de Lima. Sede: New York.


miércoles, 6 de mayo de 2009

Contra la utilización mercenaria de la Antropología!!!

Es verdaderamente escalofriante leer el presente texto que nos ha hecho llegar Gilberto López y Rivas. No creo posible que haya alguien -que tenga un mínimo de sensibilidad humana-, que no entienda lo que él nos dice con tanta claridad, tan diáfanamente.
Este escrito - que tan lleno de datos y relatos se nos presenta-, es corroborado por la historia de la presencia norteamericana en Irak (desde el 20 de marzo de 2003), llevada a cabo con el pretexto, sin fundamento alguno, de combatir la tenencia de armas atómicas por Saddam Hussein.
¿Combatir la tenencia de armas el único país que ha usado armas atómicas en una guerra: Hiroshima y Nagasaki y que en la actualidad posee la mayor cantidad de las más poderosas armas de destrucción masiva?
Irak, ubicado en la histórica Sumeria, es una zona petrolera de gran importancia. Y además, por su relación con países de diversos continentes, le ha permitido a Estados Unidos ejercer presión sobre ellos para obtener concesiones de diverso tipo, especialmente, económicas. Un ejemplo: al día siguiente de la invasión, Alemania se vio obligada a hacer concesiones respecto a la introducción de transgénicos en su territorio (Estados Unidos produce el 90% de transgénicos).
La lucha entre los diversos países por los mercados y/o el control del mundo, se ha reavivado profundamente en los últimos lustros. El caso de los rehenes de la residencia del embajador japonés Morihisa Aoki –tomado por el MRTA el 17 de diciembre de 1996 que terminó con la ejecución, el 22 de abril de 1997, de la llamada operación “Chavín de Huántar”-, estuvo dentro de esta lucha que se daba en el plano internacional.
El Perú y el mundo contempló el cine que se hacía alargando esa situación y luego tomando la Embajada japonesa en un operativo que tenía todas las de ganar, porque la oposición de los emerretistas era prácticamente nula.
La seguridad del éxito de ese operativo es lo que les hizo pasarlo completamente por televisión en directo al mundo. ¿Acaso si las vidas de los rehenes se pusieran realmente en gran peligro hubieran pasado todo por televisión en directo? La respuesta es obvia: no, de ninguna manera.
Algunos elementos, en la “crisis de los rehenes”, nos mostraban la lucha cruenta entre los Estados Unidos y Alemania, especialmente. Una forma de esa confrontación, se dio cuando se comienza a atacar fuertemente a la cruz roja, cuya sede es Suiza, con lo que se atacaba realmente a Suiza. Suiza era acusada por los judíos de tener el dinero acumulado por Adolfo Hitler.
Con esa lucha se golpeaba a Alemania, a la Alemania actual, por estar permitiendo –se decía- que los hitlerianos (considerados “alemanes de raza aria pura”) pudieran tener aspiraciones de volver a tomar el poder en ese país.
Algunas de esas comunidades arias, viven –desde fines de la II Guerra Mundial- en varios países de Europa, otras están ya en Alemania. Lo más probable es que estos grupos tengan su riqueza –la que fue acumulada por el régimen nazi- en los bancos suizos, en cuentas cifradas.
Los alemanes, con Hitler, fueron extremadamente religiosos (a su manera por supuesto) y supersticiosos, y buscaban atraerse el favor de los devotos y creyentes cristianos del mundo entero, de múltiples maneras.
La primera película, del talentoso judío Steven Spielberg -de la saga que trata sobre el arqueólogo ficcionado Indiana Jones-, llamada “En busca del arca perdida”, se enmarca en esta lucha contra el resurgimiento de los nazis y el ataque subrepticio a la Alemania Actual.
Esta película nos habla de los intentos de los nazis de hacerse del arca donde los judíos llevaban la Biblia y que supuestamente estaría en Egipto, en Tanis, donde algunas versiones ubican a los judíos de los tiempos de Moisés y José.
Egipto es el lugar donde -siempre según la Biblia-, va a parar Abraham, el padre de los hebreos y de los árabes (a través de la esclava egipcia Agar que dio a luz a Ismael, de donde se dicen descender los árabes: Génesis 16 - 21).
Los hebreos llegan a Sumeria y la conquistan, hace más de dos mil años antes de Cristo. La Biblia hace el siguiente relato: “[Fue] Nimrod [descendiente de Noé], el primer hombre poderoso de la tierra. Nimrod, por la voluntad del Señor, fue un gran cazador (...) Las principales ciudades de su reino fueron Babel, Erec, Acad y Calné, en la región de Sinar [Mesopotamia]. De esta región salió Asur, que construyó las ciudades de Nínive, Rehobot-ir, Quélah y la gran ciudad de Resen, que está entre Nínive y Quélah” (Génesis 10:8-12) “Asiria, [es] el país de Nimrod” (Miqueas 5:6).
Nimrod (a quien se identifica con Sargón I de Akad), es pues –según la Biblia- el fundador de la ciudad Babel, esto es, Bab-El: Puerta del dios El (en los registros sumerios se llama Kadingira, que significa Puerta de dios). Babilonia, como región, se origina a partir de los territorios combinados de Acad y Sumeria. Abraham [o Abram] desciende también de Noé. Nace en Ur (actual Irak, antigua Sumeria) mientras los hebreos la mantienen subyugada. En su tiempo los sumerios se rebelan y los expulsan. Es cuando Abraham se tiene que ir con su padre. Llegan a Harán, Turquía. Allí muere su padre Térah. Abraham sigue su huida hacia Canaán y llega a Egipto. (Génesis capítulos 11 y 12).
Es comprensible que se detengan en Harán, porque tanto esta ciudad como Ur tienen como dios tutelar al dios lunar Sin (Térah muere pues encomendado a la protección del dios Sin). En la mitología mesopotámica Sin (nombre acadio) es un dios lunar masculino. Se incorpora al panteón mesopotámico desde el Periodo Acadio (2200 - 2100 a. C.) y su culto se extiende a todas las grandes ciudades de Babilonia y Asiria.
Abraham y su gente adoran a Sin, lo que se grafica más aún por el nombre de su hermano: Harán, como el de la ciudad donde muere su padre. Los nombres no son puestos por capricho sino que tienen una gran relación con los lugares y, en este caso, con los dioses de esos lugares.
Todo esto nos llama a reflexionar sobre un punto que está íntimamente relacionado con Sumeria en la Biblia: “El Señor plantó un jardín en la región de Edén, en el oriente y puso allí al hombre que había formado (...) En Edén nacía un río que regaba el jardín, y que de allí se dividía en cuatro” y estos son: Pisón, Guijón, Tigris y Éufrates (Génesis 2:8-14).
En Sumeria ubican los estudiosos de la Biblia el Paraíso (jardín) terrenal por la mención que hace la Biblia de los ríos Tigris y Éufrates. Por ello mismo podemos hallar un punto en común entre la expulsión de Abraham de Sumeria y la expulsión de Adán y Eva del Paraíso terrenal (Edén es una región de gran amplitud que incluía Egipto. El paraíso -o jardín- es evidentemente Sumeria).
El que los hebreos tengan que trabajar la tierra con esfuerzo -como se dice cuando se expulsa a Adán y Eva del Paraíso- se comprende por el cambio tan abrupto que es el paso del jardín, que es Sumeria, al desierto predominante en el lugar donde han de vivir, que es habitado por los Palestinos (filisteos). “Después de haber sacado al hombre, puso al oriente del jardín unos seres alados y una espada ardiendo que daba vuelta hacia todos lados” (Génesis 3:23-24), para evitar que regresaran.
La expulsión de los judíos de Sumeria está aquí graficada excelentemente. ¿Adán y Abram (Abraham) podrían ser la misma persona?
Desde los primeros libros de la Biblia está presente el nombre “El”, que es corrientemente traducido como “Dios” o “señor”. Ya en el primer capítulo del Génesis se le llama “Elohim”, que ha sido aceptado ser el plural de “El”: “Al principio creó Elohim los cielos y la tierra”; “creó, pues, Elohim al hombre a imagen suya, a imagen de Elohim creóle, macho y hembra los creó” (Génesis 1:1 y 1:27). El es un dios –el dios principal- de la mitología cananea.
En las mitologías de los diferentes países, solamente un dios crea al hombre y, por el uso que se le da a la palabra Elohim, estaríamos también ante el mismo caso y si suena a plural es porque debió ser el jefe de la corte celestial, es decir, de otros dioses del panteón hebreo.
Por eso es que Abraham, en Siquem, da diezmos a un sacerdote de “El, el Altísimo”, que se llama Melquisedec. En Canaán el rey es nombrado “siervo de El” (similar al nombre del rey israelita David “El siervo de Dios”). En los tiempos de Palestina, “hijos de El” significa “dueños de los ganados, adoradores del dios-toro El”, El nombre Israel (Isra-El) significaría “el que pelea con (tra) El”, según el pasaje de Génesis 32:23-28.
La presencia del dios lunar Sin, de Ur, se verifica en el nombre que le ponen al desierto de “Sin” y también en la montaña donde Moisés encuentra a Yahvé: Sinaí (Sin-ai) que, con este encuentro, desplaza a Sin (Sin-ai significaría “la Ruina, o destrucción, del dios Sin”), así como en la multitud de ocasiones en que se combina con otras palabras para dar nombre a Dios, como también a personas y a lugares prominentes de Israel, en diversas épocas históricas.
Moisés nace en Egipto, seguramente en Tanis. Durante algún tiempo Tanis es una importante ciudad, comercial y estratégica y también es capital de Egipto. La principal deidad de Tanis es Amón.
Otra importante ciudad egipcia es Tebas, ciudad sagrada y morada de los sumos sacerdotes de Amón. Amón «El oculto» -símbolo del poder creador-, es originalmente una deidad tebana, cuyo culto se populariza cuando la ciudad de Tebas pasa a ser una de las más influyentes de Egipto.
La Biblia habla de la siguiente manera de Sin y Amón. Dios dice: “Voy a castigar a Amón, el dios de Tebas.” (Jeremías 46:25). “Convertiré en ruina al sur de Egipto, pondré fuego a Soan [Tanis] y ejecutaré la sentencia contra Tebas. Descargaré mi ira sobre Sin, la fortaleza de Egipto, y destruiré la riqueza de Tebas. Pondré fuego a Egipto, y Sin se retorcerá de dolor; se abrirán boquetes en las murallas de Tebas, y Menfis será atacada en pleno día.” (Ezequiel 30:14-16).
Aquí vemos que a Amón, dios de Tanis y Tebas, se le considera semejante a Sin, dios de Ur (y otras ciudades sumerias). Son dos dioses diferentes, en realidad, aunque pudiera parecer que se les consideraría el mismo dios porque deben haber tenido los mismos atributos.
Tanto Amón como Sin, son representados como toros (entre otras representaciones que tienen). Esto nos explica la adoración del toro de oro por los israelitas cuando Moisés está en la cima del monte Sinaí. Este es el momento histórico cuando al dios epónimo de Ur se le sustituye por Yavé.
Mateo nos dice que, la frase aramea (donde se menciona a El: “El-i”) pronunciada por Jesús en la cruz, "Eli Eli lama sabactani" (27:46), corresponde a: "¡Dios mío, Dios mío!, ¿Por qué me has abandonado?" (Salmos 22:2). Pero tendría que traducirse como “El mío, El mío, por qué me has abandonado.”
Es curioso que hasta hoy en día, para referirse a Dios, se utilice simplemente el pronombre “Él”... que en español nos hace recordar al dios El. Este dios, El, tiene la misma representación que Amón y Sin: el toro. Y recordemos que ya desde los tiempos de Nimrod está presente el dios El como lo atestigua el nombre "Bab-El".
Así pues, el toro de oro que adoran los hebreos cuando Moisés está en la cima del Sinaí, es Sin, y es el dios Sin a quien Moisés destruye al bajar con las tablas de la ley que le da Yahvé... No parece que se detruyera al dios El, porque éste seguirá vigente hasta los tiempos de el Cristo.
De hecho, después de que Moisés destruye el toro de oro, encontramos que -en la "tienda del encuentro o de la alianza", donde va el arca de la alianza, que es el lugar del encuentro con Dios- el altar sigue teniendo cuernos: "los cuernos del altar formaban una sola pieza con al altar mismo (...) Después [los] recubrió de oro puro" (Exodo 37:25).
Por todo lo anterior es que, cuando Abraham recibe Canaán, Dios le señala los siguientes límites “Esta tierra se la daré a tus descendientes, desde el río de Egipto [Nilo] hasta el río grande, el Éufrates.” (Génesis 15:18). Es decir, desde Egipto hasta Mesopotamia, incluidas. Sumeria, el actual Irak, esté dentro de ese Canaán que Dios le ofrece, en Abraham, a los hijos de Israel.
Esto nos permite darnos cuenta que Ur todavía tiene un papel entre ellos, en el tiempo de Moisés, porque el nombre del padre de Besalel es Uri (Éxodo 35:30), significando Ur-i: "Ur mío", lo que nos señala el ansia de regreso -al actual Irak-, que tienen los israelitas en el tiempo de Moisés y posteriormente, como se desprende de la extensión de Canaán, que Dios le ofrece- a Abraham.
No resulta nada raro entonces que Israel haya enviado hombres a Irak, a colaborar con Estados Unidos desde los primeros momentos de la invasión ordenada por George Bush, no solamente porque son países aliados, sino -sobre todo- porque los israelitas actuales tienen pretensiones de dominio sobre toda Mesopotamia (donde está Irak) basadas en la Biblia, como podemos observar.
En Estados Unidos una buena cantidad de la población es judía, y en los círculos de poder están representados muy apreciablemente. ¿Por esto se creen en derecho de destruir los legados de la antigua Sumeria, y también a los hombres que descienden de esa cultura? Porque es lo que están haciendo. Gilberto López y Rivas nos muestra esto tan descarnadamente, tan desgarradoramente...



Antropología, contrainsurgencia y terrorismo global[1]

Gilberto López y Rivas[2]

El 5 de octubre de 2007, el New York Times publicó un artículo de David Rohde (“El Ejército enlista a la antropología en zonas de Guerra”), sobre la considerada por los militares estadounidenses como “nueva arma crucial en las operaciones contrainsurgentes”: un equipo integrado por antropólogos y otros científicos sociales para su utilización permanente en unidades de combate de las tropas de ocupación de Estados Unidos en Afganistán e Irak. El corresponsal informa que este singular involucramiento de las ciencias sociales en el esfuerzo bélico estadounidense constituye un exitoso programa experimental del Pentágono que, iniciado en febrero de 2007, ha sido tan recomendado por los comandantes en el teatro de la guerra que en septiembre de ese año el Secretario de Defensa Robert M. Gates autorizó una partida adicional de 40 millones de dólares para asignar equipos similares a cada una de las 26 brigadas de combate en los dos países mencionados.

En el mismo artículo se destacan las reacciones críticas por parte de un sector importante de la academia estadounidense que no duda en considerar el programa como “antropología mercenaria” y “prostitución de la disciplina”, comparándolo con lo ocurrido en la década de los sesenta, cuando se utilizaron antropólogos en campañas contrainsurgentes en Vietnam y América Latina (Plan Camelot).

Ya en su sesión anual en noviembre de 2006 y con la presencia de cientos de sus integrantes, la American Anthropological Association condenó por unanimidad “el uso del conocimiento antropológico como elemento de tortura física y sicológica”, ante el alegato de que los torturadores de la prisión Abu Ghraib, en Irak, pudieron ser inspirados por la obra de un antropólogo, a partir de la idea que “hombres árabes humillados sexualmente podrían llegar a ser informantes comedidos”(Matthew B. Stannard. “Montgomery McFate’Mission. Can one anthropologist possibly steer the course in Iraq?” San Francisco Chronicle, April 29, 2007).

En julio de 2007, el antropólogo Roberto J, González escribió un excelente artículo (“¿Hacia una antropología mercenaria? El nuevo manual de contrainsurgencia del Ejército de Estados Unidos FM- 3-24 y el complejo militar-antropológico”. Anthropology Today, Vol. 23, No. 3, June 2007), en el que detalla críticamente las contribuciones de antropólogos en la elaboración de dicho manual. González demuestra, incluso, que algunas de estas “contribuciones” no son innovadoras desde el punto de vista de la teoría antropológica y más bien parecen “un libro de texto introductorio de antropología simplificado –aunque con pocos ejemplos y sin ilustraciones.”

La antropología mercenaria estadounidense se caracteriza por la beligerancia y el cinismo con que justifica la estrecha colaboración entre antropólogos y militares en guerras imperialistas y violatorias de los más elementales derechos humanos y los principios fundacionales de la Organización de Naciones Unidas. Una de sus más aguerridas defensoras y autoras intelectuales es la antropóloga estadounidense Montgomery Mcfate, quien se impuso la tarea de “educar” a los militares y cuya misión en los últimos cinco años ha sido convencer a los estrategas de la contrainsurgencia de que la “antropología puede ser un arma más efectiva que la artillería”. Mcfate ignora y le exasperan las críticas de sus colegas en la academia, a quienes considera encerrados en una torre de marfil y más “interesados en elaborar resoluciones que en encontrar soluciones”. Ella es ahora la “comisaría política” de los militares, una de las autoras del citado manual de contrainsurgencia, creadora del programa Sistema Operativo de Investigación Humana en el Terreno, iniciado por el Pentágono, y consejera de la Oficina del Secretario de Defensa. Todo un éxito del American way of life.

En realidad, la participación de antropólogos en misiones coloniales e imperialistas es tan antigua como la propia antropología, la cual se establece como ciencia estrechamente ligada al colonialismo y a los esfuerzos por imponer en el ámbito mundial las relaciones de dominación y explotación capitalistas. Un clásico sobre el tema es el libro de Gérard Leclercq, Anthropologie et colonialisme (Paris: Librairie Arthéme Fayard, 1972) que en su introducción asienta: “El nacimiento común del imperialismo colonial contemporáneo y de la antropología igualmente contemporánea puede situarse en la segunda mitad del siglo XIX. Trataremos de poner en evidencia la relación de la ideología imperialista, de la que la antropología no es sino uno de sus elementos, con la ideología colonial, y las razones por las cuales una investigación ‘sobre el terreno’ se hacía necesaria y posible por la colonización de tipo imperialista.” (p. 15)

Hay que recordar en México el papel protagónico que jugaron los antropólogos en la elaboración de las políticas indigenistas desde el momento en que Manuel Gamio, -padre fundador de la disciplina en este país-, definió a la antropología como “la ciencia del buen gobierno”, iniciándose un maridaje entre antropólogos y el Estado mexicano que fue roto en parte hasta que el movimiento estudiantil-popular de 1968 creó las condiciones para que las corrientes críticas se manifestaran y denunciarán el papel de complicidad de la antropología mexicana posrevolucionaria en el afianzamiento del colonialismo interno que rompió la rebelión zapatista. El grotesco maquillaje cultural de la antropología contrainsurgente no cambia la naturaleza brutal de la ocupación imperialista ni ganará la mente y los corazones de la resistencia y de los millones de estadounidenses que se manifiestan de manera creciente contra la guerra.

El nuevo manual de contrainsurgencia estadounidense.

Como expresión del grado de involucramiento de la alta burocracia académica en los esfuerzos belicistas del imperialismo estadounidense, la Universidad de Chicago publicó en julio de 2007 una edición de bolsillo --de chaqueta militar, naturalmente-- del nuevo Manual de campo de contrainsurgencia (No. 3-24). Esta abierta complicidad de los círculos de educación superior con la maquinaria de guerra de Estados Unidos, provocó un alud de críticas de los intelectuales independientes estadounidenses, quienes con rigor analizaron el texto coordinado por el general David H. Petraeus y condenaron el vergonzoso papel jugado por las autoridades universitarias que consintieron en editar un manual destinado a la persecución, tortura y asesinato de seres humanos y a la ocupación militar de países en los “oscuros rincones del mundo” en los que Estados Unidos pretende hacer prevalecer sus intereses.

Uno de estos críticos es David Price, autor de un demoledor artículo traducido al castellano y publicado por Rebelión: “Prostitución de la antropología al servicio de las guerras del imperio”, en el que demuestra el plagio realizado --en particular en el capitulo tercero del Manual-- de autores como Victor Turner, Anthony Giddens, David Newman, Susan Silbey, Kenneth Brown, Fred Plog, Daniel Bates, Max Weber, entre otros. Este capítulo, considerado por Price como central, fue escrito por la antropóloga Montgomery Mcfate, quien –recordemos-- es una de las más fervientes partidarias de la utilización de la ciencia antropológica en la contrainsurgencia a partir de equipos de antropólogos “empotrados” en las unidades de combate en Afganistán e Irak. Price destaca esta carencia de ética intelectual debido a que “las pretensiones de integridad académica constituyen el fundamento mismo de la estrategia promocional del Manual”, que ha sido alabado por los mercenarios intelectuales del Pentágono en los medios masivos de comunicación y en periódicos y revistas como el New York Times, Newsweek y otras publicaciones estadounidenses. También, el Manual ha provocado una reacción de alborozo en los medios militares de otras altitudes. El general brasileño Álvaro de Souza Pinheiro, por ejemplo, lo considera “el documento doctrinario de contrainsurgencia más bien elaborado que el mundo occidental ha visto hasta hoy en día” e informa que “gran parte de los ejércitos de la OTAN ya está en proceso de reformulación de sus documentos similares, teniendo como base el reciente manual norteamericano”. (Chile Press, 02/04/2007).

Seguramente que la Secretaría de la Defensa Nacional mexicana, a través del Plan México, está analizando tal novedad editorial para poner al día sus viejos manuales de guerra irregular y mejorar sus campañas contrainsurgentes en Chiapas y otros estados de la república, ahora con el auxilio de antropólogos empotrados --a la moda Mcfate-- que ayuden a “comprender” a los militares las culturas de los “nativos” que se rebelan contra el orden establecido.

La lectura del Manual es obligatoria para entender la mentalidad de los intelectuales de la guerra “contra el terrorismo”. El prefacio firmado por el general Petraeus (ahora a cargo de las fuerzas expedicionarias de Estados Unidos en Irak) y por el general James F. Amos, del tristemente celebre Cuerpo de Marines, muestra que los militares estadounidenses se tornaron si no marxistas por lo menos dialécticos pues descubren que: “El Ejercito y el Cuerpo de Marines reconocen que cada insurgencia es contextual y presenta su propio conjunto de retos”. Por ello, una campaña de contrainsurgencia requiere que “Soldados y Marinos (así, con mayúsculas en todo el texto) utilicen una mezcla de tareas de combate con habilidades mas frecuentemente asociadas con agencias no militares… Se espera que Soldados y Marinos sean constructores de naciones lo mismo que guerreros. Ellos deben estar preparados para ayudar a restablecer instituciones y fuerzas locales de seguridad y asistir en la reconstrucción de los servicios básicos. Ellos deben de ser capaces de facilitar el establecimiento de la gobernabilidad local y el imperio de la ley. La lista de estas tareas es larga; hacerlas involucra una cooperación y coordinación con muchas agencias intergubernamentales (de Estados Unidos), de la nación huésped y del ámbito internacional…Conducir una campaña de contrainsurgencia exitosa requiere de una fuerza flexible, adaptable, dirigida por líderes ágiles, bien informados y astutos culturalmente.”

El análisis de este prefacio a la luz de la ocupación neocolonial de Irak descubre que estos “constructores de naciones” han sido quienes sin justificación alguna llevaron a cabo una guerra violatoria del marco jurídico internacional contra un Estado independiente y miembro de la Organización de Naciones Unidas, misma que ha ocasionado la muerte de 650 mil iraquíes, la destrucción de la infraestructura básica de servicios públicos, el éxodo de millones de habitantes hacia el exterior, el saqueo y destrucción de su patrimonio cultural, el asesinato premeditado de sus escritores, docentes, médicos y abogados. La potencia ocupante estableció un gobierno pelele de colaboracionistas al que eufemísticamente llama “gobierno de la nación huésped”, el cual se sostiene sólo por la letal astucia cultural de Soldados y Marinos y el imperio de la ley de Estados Unidos.

Por cierto, el 2007 ha sido el más mortífero para las tropas de ocupación con 858 soldados estadounidenses muertos hasta el seis de noviembre y 3855 acumulados desde 2003 (61, 996 muertos y heridos por causas hostiles y no hostiles). ¿Será que el Manual no esta funcionando? ¿Qué los Soldados y Marinos no leen? ¿Qué los antropólogos empotrados no hacen bien su trabajo? ¿Será, tal vez, que la insurgencia es más dialéctica que la contrainsurgencia?

Manual de terrorismo global.

Un supuesto básico del Manual de Contrainsurgencia 3-24 es que Estados Unidos tiene el derecho de intervenir militarmente en el ámbito mundial, lo cual se contrapone con los principios y leyes del marco jurídico internacional que dieron origen y constituyen el fundamento de la Organización de Naciones Unidas. Así, el Manual sostiene que su doctrina “por definición es amplia en perspectiva y contiene principios, tácticas y procedimientos aplicables en todo el mundo…Esta publicación tiene como propósito ayudar a preparar a los jefes del Ejercito y del Cuerpo de Marines a conducir operaciones de contrainsurgencia en cualquier parte del mundo.”

Para justificar esta extraterritorialidad castrense --como ya mencionamos-- los estrategas utilizan una entelequia jurídica denominada “nación huésped”, cuyo gobierno “invita” a Estados Unidos a la contrainsurgencia contra su propio pueblo, aunque dicha autoridad sea impuesta con posterioridad al derrocamiento del gobierno legalmente constituido y la ocupación militar del país por las fuerzas expedicionarias de Estados Unidos. Ya en la anexión del archipiélago de las Filipinas en 1898, Estados Unidos libró su primera guerra de contrainsurgencia del siglo XX contra la rebelión encabezada por Emilio Aguinaldo, con el pretexto –según el presidente estadounidense William McKinley-- de “educar, elevar y cristianizar a los filipinos“. (Timothy K. Deady, Parameters. Spring, 2005). También, en la guerra contrainsurgente de Estados Unidos en Nicaragua contra el general Augusto C. Sandino --quien derrotó una y otra vez a los marines estadounidenses-- los yanquis emplearon la táctica de enfrentar “nativos contra nativos” al crear la Guardia Nacional encabezada por Anastasio Somoza García, quien finalmente asesinó a Sandino en 1934.

Otra de las ideas-fuerza del Manual es que al poseer Estados Unidos una abrumadora superioridad militar convencional, sus enemigos luchan por medio de una guerra no convencional, “mezclando tecnología moderna con antiguas técnicas de insurgencia y terrorismo…En contrainsurgencia, el lado que aprende y se adapta más rápidamente –el que tiene mejor organización para aprender- usualmente gana. Contrainsurgencias han sido llamadas competencias de aprendizaje. Entonces, esta publicación identifica que ‘aprender y adaptar’ es un imperativo moderno de contrainsurgencia para las fuerzas de Estados Unidos”

A partir de esta premisa, el Manual concluye: “Irónicamente, la naturaleza de la contrainsurgencia presenta retos a los sistemas tradicionales de lecciones-aprendizaje; muchos aspectos no militares de la contrainsurgencia no llevan por sí mismos a un aprendizaje táctico rápido…Realizar tareas no militares en contrainsurgencia requiere conocimiento en muchas y diversas materias complejas. Estas incluyen gobernanza, desarrollo económico, administración pública, y el imperio de la ley. Comandantes con un conocimiento profundo en estas materias pueden ayudar a sus subordinados a entender ambientes desafiantes y poco familiares y adaptarse más rápidamente a situaciones cambiantes.”

Se ofrecen definiciones a modo de insurgencia y contrainsurgencia: “insurgencia es una lucha político-militar organizada y prolongada ideada para debilitar el control y la legitimidad de un gobierno establecido, de una fuerza ocupante o de otra autoridad política, mientras se incrementa el control insurgente”. Otra definición de insurgencia afirma que ésta es “típicamente una forma de guerra interna, una que ocurre primariamente dentro de un estado, no entre estados, y una que contiene al menos ciertos elementos de guerra civil. Contrainsurgencia son las acciones militares, paramilitares, políticas, económicas, sicológicas y cívicas llevadas a cabo por un gobierno para derrotar a la insurgencia.”

En el caso de Irak se observa que el “gobierno establecido” no tiene legitimidad ni control puesto que es una autoridad subordinada a la potencia ocupante. Asimismo, ante su fracaso contra la resistencia patriótica, Estados Unidos ha provocado la guerra civil, enfrentando a sunitas contra chiítas a través de atentados terroristas perpetrados por sus agencias de inteligencia, fortaleciendo la independencia de facto de los kurdos y debilitando al máximo la unidad nacional.

El gran “descubrimiento” del Manual es su barniz antropológico: “El conocimiento cultural es esencial para emprender una exitosa contrainsurgencia. Las ideas americanas (sic) de lo que es “normal” o “racional” no son universales. Por el contrario, miembros de otras sociedades frecuentemente tienen diferentes nociones de racionalidad, conducta apropiada, niveles de devoción religiosa, y normas concernientes al genero.”

El verdadero proceso de aculturación de los soldados estadounidenses va más allá de los manuales, según palabras de un veterano de la guerra de Irak: “He sido un asesino psicópata porque me entrenaron para matar. No nací con esa mentalidad. Fue el Cuerpo de Infantería de Marina quien me educó para que fuera un gangster de las corporaciones estadounidenses, un delincuente. Me entrenaron para cumplir ciegamente la orden del Presidente de Estados Unidos y traerle a casa lo que él pidiera, sin reparar en ninguna consideración moral. Yo era un psicópata porque nos enseñaron a disparar primero y a preguntar después, como lo haría un enfermo y no un soldado profesional que solo debe enfrentar a otro soldado. Si había que matar a mujeres y a niños, lo hacíamos. Por tanto, no éramos soldados, sino mercenarios”. (Jimmy Massey, Fuente: Cubadebate/ Rebelión).

Inteligencia en la contrainsurgencia

Si en cualquier tipo de conflicto bélico el trabajo de inteligencia es indispensable, en la contrainsurgencia es particularmente vital, señalan los militares estadounidenses. Por ello, el capítulo clave del Manual de Contrainsurgencia 3-24 versa precisamente sobre las características de la inteligencia en esta guerra asimétrica. Igualmente, dado que las conflagraciones que libra Estados Unidos tienen lugar en espacios culturalmente extraños, el descubrimiento castrense es la colaboración de científicos sociales en las campañas imperialistas contra los movimientos revolucionarios y de resistencia nacional.

La antropóloga contrainsurgente Montgomery McFate lo explica de esta manera: “En un conflicto entre adversarios simétricos, en el que ambos son equivalentemente iguales y usan tecnología similar, comprender la cultura del adversario es en gran parte irrelevante. La Guerra Fría, con toda su complejidad, enfrentó entre sí a dos poderes de herencia europea. En una operación de contrainsurgencia contra un adversario no occidental, sin embargo, la cultura es importante.” (Military Review, March-April, 2005)

Ya que los comandantes y estrategas militares requieren “profundizar en las culturas, percepciones, valores, creencias, y procesos de toma de decisiones de individuos y grupos,” el Pentágono integró equipos de expertos en economía, antropología y ciencia política, quienes juegan un papel en lo que técnicamente es llamado “Preparación de Inteligencia del Campo de Batalla”, que consiste en el proceso continuo y sistemático de análisis de la amenaza posible del enemigo y el ambiente en una región geográfica especifica. Los científicos sociales no son más que un instrumento de guerra, ya que las decisiones finales las toma el personal militar.

El Manual describe el tipo de información que recaban estos singulares mercenarios académicos: “Por ejemplo, grupos tribales y familiares en Irak y Afganistán cruzan las fronteras nacionales en países vecinos. Las relaciones tras fronterizas permiten a los insurgentes contar con refugio seguro fuera de su país y les ayudan al tráfico tras fronterizo. El área de intereses puede ser grande en relación al AO (área operativa). Muy frecuentemente ésta puede estar influenciada por varios factores, tales como: redes de familia, tribales, étnicas, religiosas y otras que van más allá del área de operaciones; relaciones de comunicación y económicas hacia otras regiones; influencia de los medios de comunicación en la población local, el público de Estados Unidos y los socios multinacionales; apoyos logísticos, financieros y morales del enemigo.”

Los antropólogos-militares definen --con la ayuda del plagio ya denunciado-- conceptos como sociedad, grupo étnico, tribu, redes, instituciones, roles y estatus, estructura y normas sociales, cultura, identidad, sistema de creencias, valores, actitudes y percepciones, lenguaje, poder y autoridad, fuerza coercitiva, capital social, participación política, entre otros. Todo ello para conocer lo que realmente interesa a los militares: los insurgentes, sus objetivos, motivaciones, apoyo o tolerancia de la población hacia ellos, sus capacidades y vulnerabilidades, formas de organización, lideres y personalidades claves, actividades y relaciones políticas, libertad de movimiento, sustentos logísticos, financieros y de inteligencia, nuevos reclutas, armamento y capacidades militares, entrenamiento, etcétera. Especial atención merece la estructura organizativa de los insurgentes: si es jerárquica o no, si los miembros están especializados, si los lideres ejercen un control centralizado, o se permite acción autónoma e iniciativa propia, si el movimiento opera independientemente, o tiene relaciones con otras redes y organizaciones, si los insurgentes le dan más peso a la acción política, o a la violenta.

También, cada dirigente es motivo de un escrutinio detallado: su papel en la organización, actividades conocidas y asociadas, historia personal y trayectoria, creencias, motivaciones e ideología, educación y entrenamiento, temperamento (“por ejemplo, cuidadoso, impulsivo, pensativo, o violento”), importancia en la organización, popularidad fuera de ella. En las sesiones de tortura en Irak, Afganistán, Guantánamo, y otros “oscuros rincones del planeta”, estas son sin duda algunas de las preguntas a los detenidos por las fuerzas de ocupación estadounidenses; también formarán parte de las materias que los mentores yanquis enseñaron a miembros de las fuerzas armadas mexicanas en los cursos de “combate al terrorismo” denunciados por La Jornada.

Asimismo, estrategias y tácticas de los rebeldes merecen especial cuidado: acciones conspirativas, militarismo, guerrilla urbana, guerra popular, emboscadas, incendios, bombas y explosivos, armas químicas, biológicas, radiológicas, o armas nucleares, manifestaciones, contrainteligencia de los insurgentes, ejecución de soplones, secuestros, toma de rehenes, infiltración y subversión, propaganda, ataques a instalaciones, sabotaje, entre otros. Se analizan todos los tipos de inteligencia: humana, operaciones militares, interrogatorio a detenidos y desertores, informes de asuntos civiles, operaciones psicológicas, de los oficiales del ejército y fuerzas policíacas del gobierno pelele, contratistas, delaciones telefónicas anónimas, periodistas, académicos, etcétera. También se obtiene información de inteligencia de rutinas de reconocimiento y vigilancia, sensores y cámaras, inteligencia espacial, análisis de archivos de propiedad, financieros, del contenido de celulares y computadoras.

Sería un error subestimar las capacidades y los alcances de este trabajo de inteligencia de los imperialistas estadounidenses, como pensar que son invencibles. También es importante que la comunidad de antropólogos en el ámbito latinoamericano se manifieste en contra de la utilización mercenaria de su disciplina.

[1] Contexto Latinoamericano, número 7, Enero-marzo de 2008.
[2] Doctor en antropología, profesor investigador del Centro Regional en Morelos del Instituto Nacional de Antropología e Historia, Cuernavaca, Morelos, México.


ANEXO.

“Carta abierta a Barack Obama” (17/04/2009)
Gilberto López y Rivas

El 21 de abril, pocos días después que usted se haya marchado de nuestro país, se cumplirá un aniversario más del ataque y ocupación del puerto de Veracruz efectuados en 1914 por la infantería de marina estadunidense, cuerpo expedicionario de larga tradición intervencionista que en su himno hace alusión a la guerra de conquista llevada al cabo por su país de 1846 a 1848, por la cual México perdió la mitad de su territorio (To the halls of Moctezuma, to the shores of Tripoli).
Así, Veracruz fue bombardeada dos veces por su marina de guerra –en 1847 y 1914-, con grandes bajas entre la población civil, que –por cierto– en las dos ocasiones enfrentó heroicamente a los marines invasores, a pesar de su manifiesta superioridad bélica.
Ese 21 de abril, alumnos de la Escuela Naval Militar, hombres y mujeres de distintos orígenes sociales y algunos miembros de la colonia española ofrecieron desigual combate a las fuerzas de ocupación, mientras el ejército de línea mexicano dejaba deshonrosamente la plaza sin combatir, retirándose a Tejería. Acciones similares se dieron durante la ocupación de la capital de la República por las tropas del general Scott, quien durante los días 14 y 15 de septiembre de 1847 tuvo que enfrentarse a centenares de civiles que decidieron –a costa de sus vidas– hacer valer la dignidad nacional que el ejército de Antonio López de Santa Anna no defendió.
No sería la última invasión armada a territorio nacional de nuestro “buen vecino”: del 14 de marzo de 1916 al 7 de febrero del siguiente año se efectuó la llamada “expedición punitiva” comandada por el general John J. Pershing, quien persiguió a nuestro general Francisco Villa por todo el territorio de Chihuahua sin lograr detenerlo. Esto sin contar las más de 100 incursiones filibusteras e ingresos armados a lo largo de la frontera norte que enumeró magistralmente nuestro historiador Gastón García Cantú en su libro Las intervenciones norteamericanas en México (1971), de lectura obligada.
En las tres invasiones mencionadas contra México, los comandantes en jefe de las fuerzas armadas, esto es, los presidentes estadunidenses en turno, James Knox Polk y Woodrow Wilson, pertenecían a su partido, el Demócrata. Usted recordará que Polk, su predecesor, fue propietario de esclavos toda su vida y entusiasta partidario de la expansión territorial de su país a costa de los pueblos indígenas diezmados y reducidos, del “decadente” imperio español y de la naciente República Mexicana, proceso expansionista basado o justificado por las ideas que se sintetizan en el “destino manifiesto” o “misión otorgada por la Providencia” a los estadunidenses para extender las fronteras de esa nación a todo el continente, pensando incluso los padres fundadores en establecer su capital en el istmo de Panamá.
Por su parte, la presidencia de otro antecesor suyo, Woodrow Wilson, estuvo marcada por el intervencionismo hacia América Latina: en 1914, México; en 1915 ordenó la invasión a Haití; en 1916 sus tropas invadieron nuevamente México y la República Dominicana, país que ocuparon hasta 1924, dejando un gobierno afín a las inversiones estadunidenses.
Wilson, supuesto autor del derecho a la autodeterminación y premio Nobel de la Paz 1919, fue en realidad un violador de ese derecho y los mexicanos podemos afirmarlo por experiencia propia. Asimismo, seguramente usted lo sabe mejor, Wilson fue un férreo partidario de la segregación racial e impidió el ingreso de estudiantes afroestadudindenses cuando fue rector de la Universidad de Princeton y de igual manera actuó como presidente de la República, ya que no aceptó funcionarios negros en su administración.
Se preguntará qué relación tiene todo este pasado histórico con el tiempo actual y la respuesta la ofrece usted con las acciones tomadas en los primeros cien días de su presidencia como comandante en jefe de las fuerzas de ocupación en Irak y Afganistán, países en los que se considera que el “destino manifiesto” autoriza a los soldados bajo su mando a violentar los derechos de autodeterminación de sus pueblos, causando millones de muertos, heridos, lisiados, huérfanos, viudas y exiliados, y colocando gobiernos colaboracionistas que abren las puertas a sus corporaciones, como Wilson lo hizo en la Dominicana.
Es verdad que usted se ha pronunciado en contra de la forma en que su antecesor ha llevado esas guerras, pero en ningún momento ha condenado la guerra misma ni su carácter neocolonial. Usted apoyó los recientes crímenes de lesa humanidad cometidos por Israel contra el pueblo palestino en la franja de Gaza. Usted ha hecho declaraciones injuriosas contra el presidente Chávez y su gobierno no se ha deslindado de los esfuerzos golpistas de la oligarquía venezolana.
Ahora pretende con esta visita a México cerrar el círculo de entreguismo santanista que caracteriza al gobierno que lo recibe. Debe saber que millones de mexicanos consideran a Felipe Calderón un presidente que llegó al poder mediante un fraude electoral con apoyo de los militares y la complicidad de los dirigentes y gobernadores del Partido Revolucionario Institucional, quienes, confesos, ahora le echan en cara su respaldo por motivos electoreros. Ese grupo gobernante, que ha llevado al país al desastre actual, pretende consumar una anexión silenciosa a Estados Unidos. Ese grupo es heredero de quienes se aliaron a los invasores para proteger sus intereses de clase durante la guerra del 47 y de quienes propiciaron la intervención francesa y la entronización de Maximiliano. Pero también, sepa usted que, como en 1847 y 1914, hay mexicanos que defienden su patria, sus recursos naturales y estratégicos, sus conquistas sociales, su soberanía y que luchan por una relación equitativa con Estados Unidos.
Hago votos por que usted no siga el ejemplo de sus predecesores. Buen viaje.




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