“La soledad es buena para crear, pero peligrosa para
vivir. La nostalgia es conveniente para rememorar, pero no para sumergirse en
ella. Felizmente, siempre tienes a tu lado y contigo un libro” (Rosa
Avellaneda).
¿Adónde
puedo ir hoy? En este momento yo estoy como estaba en Lima, hace unos años
atrás, cuando dejaba mi casa para dirigirme a ningún lugar al que hubiera
preconcebido ir. Ese fue –y todavía lo es en mi memoria- un tiempo maravilloso
para mí, no importa qué tipo de problemas pudiera tener entonces, no importa
qué tipo de bienestares me salen en los días que corren. La vida es una eterna
búsqueda de la felicidad. Y cada uno tiene su propia idea acerca de lo que es
la felicidad. Para bien o para mal, todo
el mundo va, o desea ir, hacia lo que no tiene en su vida... La vida es un
juego de posibilidades en el que siempre se debe conseguir algo más. Llegar a
nuestra meta no es el final de todo, más bien es el inicio de algo nuevo, porque
siempre se nos abre un camino que no preveíamos, siempre hay otros objetivos
que deben ser conseguidos. Parafraseando la canción de los Rolling Stones,
podríamos decir que no existe plena satisfacción sino en avanzar siempre hacia
el futuro, en ir hacia el horizonte que está más allá de nuestro presente, que
difiere de él. Podemos sí alcanzar la felicidad, pero debemos conseguirla
–debemos luchar por ella- en cada instante de nuestras vidas... lo que
necesitamos, sobre todo, son sentimientos, sensaciones, pensamientos positivos
y una actitud reflexiva. Aunque las cosas materiales en sí mismas no dan la
felicidad, es difícil dejar de considerar que son parte indispensable de ella y,
por ello mismo, no podemos ignorarlas, no del todo al menos. Buda y Lao Tzu
necesitaron de las cosas materiales, en muy pequeña proporción es cierto, pero
las necesitaron (Buda mendigaba lo que
le hacía falta)... ¿Qué tipo de fantasía nos gustaría vivir? Desde que yo era
un niño quería vivir en diferentes partes del mundo y podía hacerlo, aunque
sólo en mi imaginación, que no fue tan fructífera como la de Julio Verne por
supuesto, sin embargo –con todas las limitaciones que tuve- pude hacerlo y fui
capaz de viajar a cualquier lugar que yo deseara leyendo los libros de
aventuras. Como la de don Quijote, mi vida fue tranquila casi siempre, hasta
que pude empezar una vida pletórica de aventuras, hasta que vi que mis sueños
parecían hacerse realidad, lo que sólo fue posible cuando dejé de ser profesor
de la Universidad de San Marcos. La vida fue mi propio Rocinante: tomé el
camino que ella eligió para mí, aunque pensé que era yo quien lo escogía, pero realmente
no fue así. ¿Qué estaba loco? Eso siempre lo supe... Era finales de 1979 cuando
dejé Lima y, después de una semana de viaje, llegué a Nueva York. Yo quería
tomar la ruta que seguían los inmigrantes ilegales extranjeros que viajaban
desde Perú, y así lo hice. Salí de mi casa -y de mi habitación, donde tenía mis
libros amados, libros que leo todo el tiempo siempre de la misma manera que
antes aunque ahora no lea mucho-, y de mi preciosa soledad... El tiempo no pasa
por mi vida desde que estoy aquí. La ciudad donde estoy viviendo, como dije
antes, es Nueva York. Desde el principio (quiero decir, desde la primera vez
que estuve aquí), he descubierto que no hay ninguna otra ciudad como Nueva
York. Aquí viven más de 130 diferentes culturas de todo el mundo. Esto es lo
que más me fascina... Yo estoy siempre sumergiéndome en una realidad que se
desprende de la fantasía (esta ciudad es llamada "La Gran Manzana").
Se puede ver Nueva York -parafraseando el título de una obra de Shakespeare-,
como le guste a cada quien. Se puede encontrar en esta gran ciudad todo lo que se
quiera conseguir, bueno o malo, pero has de precisar entenderla, debes saber
mirarla de otra manera a la que estás acostumbrado. Éste es otro país, es otra
cultura donde viven personas de diferentes partes del mundo. Se puede apreciar
las características propias de cada uno de ellos... Sé de los sufrimientos de los inmigrantes porque yo
mismo los he sentido aquí desde mi llegada. Sé de las alegrías de los inmigrantes
porque yo también he sido alegre en este lugar... He contemplado mi rostro
ocultarse donde la tormenta es permanente. Me encontraba muy dentro de ella. Yo
estaba sonriendo a pesar de los malos momentos que me han tocado vivir. Mas, siempre
he sabido que los buenos y los malos momentos no son para ser vividos
necesariamente por otras personas, sino por nosotros. Sí, esos momentos,
definitivamente, son para nosotros mismos, que nos sentimos felices o tristes.
Quizás no estemos acostumbrados a vivir vidas diferentes, diferentes a como han
sido las que hemos tenido en nuestros países de origen. La vida tiene
diferentes caras, necesitamos saber cómo hacer frente a cada una de ellas... Es
absurdo que llevemos tantos años pensando en el pasado, viviendo en el pasado,
pero lo hacemos a pesar de todo... lo veo todos los días no sólo en mí mismo,
sino que lo aprecio en otros inmigrantes mucho más… Para la gente intelectual,
acostumbrarse a vivir aquí es tanto más difícil aún que para otros (o lo creen
así) porque está acostumbrada a estar inmersa en su soledad, estando
acostumbrada a leer, escribir, pensar y hablar consigo misma en su solitud. Se
trata de una vida loca –como era la vida de don Quijote-, lo sé. Mas, yo he
visto a muchos de ellos (me refiero a la gente intelectual) cambiar su forma de
vida porque andan buscando una diferente o, simplemente, tratando de huir de
una vida que se le hace insoportable, que no les gusta y no desean. Dejaron su
país buscando una vida mejor (ni más ni menos que como todos los que han
salido)... ¿Qué era una vida mejor para ellos? Tal vez quisieron buscar algo
que se mostrase como algo distinto, pero sin saber a ciencia cierta cuál era en
realidad. Fueron -como el “Fausto” de Goethe- en busca de algo diferente sólo
para darse cuenta, después de un tiempo de vivirla, que estaban equivocados.
Pero lo hicieron a pesar de sus más íntimos pensamientos, lo llevaron a cabo a
pesar de sus propios y reales sentimientos ¿o temores?... Érase una vez que mi
fantasía se transformó en realidad, y fue muy duro para mí... Estoy recordando
a mi padre ahora. Lo he tenido presente en mi mente durante mucho tiempo. La
imagen que tenía de él era cuando estaba escuchando su radio de bolsillo
mientras caminaba por las calles. Entonces yo necesitaba fervientemente... pensé
que tenía que comprarme un radio de bolsillo como el suyo. Pues bien, ahora
tengo uno que es justo como el que él tenía: el mismo tamaño, el mismo color y
la misma marca. Para mí es hermoso: es tener la presencia de mi padre en mi
vida, al menos de esa manera material. Me da alguna felicidad, me hace sentir
cierta alegría… me ayuda a caminar en este camino difícil de cada día...
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