Es una lástima que el mensaje enviado por Alberto
Mosquera haya llegado tarde... demasiado tarde. Por él nos enteramos que uno de
nuestros dilectos amigos de universidad, ha sido llevado por la parca, a donde
moran las musas que tanto siguió y cantó incesantemente. Ya el homenaje que se
le hizo pasó. No estuvimos porque nos hemos convertido en ermitaños de tanto
guardar la memoria de Zaratustra porque el águila y la serpiente anidaron en
nosotros mismos. En nuestra mente. En nuestro corazón. Nunca pasará el aprecio
que le teníamos a Cesáreo Martínez. Aquel poeta y ser humano que conocimos
cuando lo tratamos tan cercanamente en los pasadizos y la vida pletórica de
emociones de la Universidad de San Marcos... Donde solíamos encontrarnos siendo
jóvenes. Por supuesto que gozamos de Cesáreo Martínez... amistad y obra. Lo
dejamos de ver porque la vida me llevó por rumbos inesperados en el extranjero.
De vuelta, en el Perú, no supimos más de él… Un día, en un microbús inmenso, lo
encontré. Lo miré. Me miró. La sorpresa no nos dejó hablar. Su mirada fue
borrada por el silencio cuya atrocidad cercenaba el incruento tiempo cuya
muralla separaba nuestro presente, sin saber yo porqué. Nunca más supe de él.
Pasa el tiempo sin pasar. Nos damos con la sorpresa de encontrarlo, ahora,
físicamente alejado para siempre de nosotros. Mas -como siempre se dice- Chacho
jamás se alejará de nuestro recuerdo. Chacho jamás se alejará de nuestra
amistad. Chacho jamás se alejará de nuestra vida, que avanza hacia donde todos
terminan y han de terminar, lo queramos o no. Muchos miembros de esas
generaciones, con quienes compartimos la vida universitaria, han ido alejándose
ya, para siempre, de este mundo. Muchos otros le seguirán pronto... La vida es
así... La vida es así. ¿Chacho? Una de esas personas con quien estuvimos, y nos
sentimos muy cerca. ¡Él compartió tantas cosas con nosotros! Fue con él -en el
fragor de los fuegos encontrados que se encendían en San Marcos-, con quien
aprendimos que la vida es bella sólo si sabemos mirarla con los ojos de la
pasión que busca cambiar lo negativo en positivo. Sus ojos problematizados
siempre supieron ver lo bello. Belleza que supo plasmar en su obra poética. Fue
también la belleza de todos aquellos que compartían ideales, luchas y
sensaciones que llevaban a buscar el bien para el pueblo.
En la nota, que nos envía nuestro amigo Alberto
Mosquera, vemos que igualmente han desaparecido varios personajes que tuvieron
importante gravitación cuando yo estudiaba. Les perdí las huellas (y ellos
jamás supieron de las mías, presumo). La memoria me es ingrata porque he
olvidado casi todo sobre los tiempos en que mis pasos se perdían en los
claustros de San Marcos. Recuerdo, nítidamente, un personaje que tuvo importante
gravitación en la vida estudiantil de los años setenta. Orador como pocos.
Luchador como tantos de esa generación de la que él supo ser abanderado: Gróver
Gambarini. ¿Qué habría hecho Gróver si le hubiera faltado el dedo con que
acostumbraba decir sus grandes discursos? A todos ellos, a quienes recuerdo y a
quienes no (lo que no quiere decir que no los haya conocido e incluso tratado
muy cercanamente, porque si mi memoria olvida nombres puede recordar rostros, y
si olvida rostros recuerda emociones)-, a todos ellos, digo, les rindo mi
emocionado homenaje. Se lo merecen. Se merecen el reconocimiento de todos
nosotros, por su entrega honesta a los ideales que levantaron. A los ideales
por los cuales lucharon. De todos ellos se puede acertadamente decir que fueron
lo que Alberto señala: "Miembros de la joven guardia sanmarquina, grandes
soñadores y luchadores." ¡Qué se eleve el pendón de la vida hasta el punto
más alto del dolor! ¡Qué se yerga la amistad hasta donde la muerte se difumine!
¡Qué se coloquen las banderas del dolor a media asta en honor de quienes
formaron parte de la vida que nos tocó vivir! ¡Qué la bandera de la lucha siga
siempre ondeando para quienes tuvieron y tienen la honestidad que ellos
supieron tener cuando se entregaron desinteresada y plenamente a la causa que
abrazaron! ¡Sigan luchando por aquello en lo que creyeron y que los llevó a
vivir plenamente su juventud! ¡Descansen en paz…!
Buena iniciativa tuya, Gustavo Pérez, la de enviar
esos saludos a quienes se lo merecen por su pasado, que del presente no sé nada
y a muchos de ellos los desconozco por completo… pero quién sabe si yo los haya
conocido, tratado y hasta es posible que hayan sido excelentes amigos míos. Que
esas cosas me pasan frecuentemente. Una vez, caminando por los pasillos del
Palacio de Justicia, me ocurrió con una chica que fue amiga íntima mía y yo la
había olvidado, pero ella a mí no. Se molestó mucho por mi olvido. Nunca más la
volví a encontrar. Y hasta ahora no logró recordarla. Sólo sé que fue íntima
amiga mía en mis años universitarios aurorales. Lo mismo me ocurrió a mí con un
amigo íntimo que no me recordó cuando lo encontré. Por más esfuerzos que hice
para que me recuerde, pues… nada. He llegado a comprender que molestarse por no
recordar o porque no nos recuerden no vale la pena... El mundo gira gira, como
dice el tango que ha vuelto a cantar Serrat. Te agradezco, pues, Gustavo, por
la lista que nos haces llegar: son pocos pero son, como diría Vallejo. Otros
más se irán añadiendo a esa lista. Esperemos. Vemos allí a quienes estudiaron
en los sesenta y en los setenta (a los de los ochenta los desconozco), pero
faltan muchos. Aunque es meritoria la labor de ir congregándolos en esta lista.
Muchos querrán volver a ese pasado que vivieron y que les dio tantas satisfacciones.
Otros se espantarán de que se les haga recordar un pasado que quisieran
eliminar de sus vidas... Ni una ni otra cosa es posible. Siempre tendrán,
Gustavo y Alberto, nuestro agradecimiento por permitirnos volar hacia donde el
presente ya no existe. Pero que nos permite vivirlo más plenamente... de la
manera que cada uno desee o entienda. Chacho vive y podemos vivir con su obra.
Y también podemos nosotros vivir en nuestra propia obra que nadie conoce y
quienes llegaron a conocerla la olvidaron más rápidamente de lo que tardaron en
leerla.
15 de julio de 2007.
09 de diciembre de 2014.
Walter Saavedra