NOTA BENE:

Revista Internacional del Colegio Profesional de Antropólogos de Lima. Sede: New York.


viernes, 10 de abril de 2009

César Vallejo: La muerte de un guerrero (15 de abril).

Danilo Sánchez Lihón nos entrega, en esta ocasión, un escrito sobre algunos aspectos de la vida de nuestro gran poeta César Vallejo, donde destaca temas que están dentro de los linderos de las costumbres y creencias que nuestro pueblo exhibe aún en diferentes lugares de nuestro país, que no solamente en la serranía andina.
¿Quién fue este Vallejo que se nos muestra ahora? ¿Estuvo siempre tan ligado a las formas de pensar de su pueblo como podemos apreciar nítidamente aquí? Hay que seguir el hilo discursivo del autor para darnos cuenta que en este texto hay mucho más que literatura, en el sentido de trabajo fantástico alejado de la realidad (que es la idea que muchos tienen de la literatura). El mismo Vallejo utilizó bellamente esta temática en su obra literaria.
En nuestro pueblo la religiosidad y las creencias mágicas están íntimamente unidas y tienen un predominio en las actividades chamánicas que difícilmente se puede dejar de reconocer, no solamente en los pueblos andinos, sino también en la misma Lima. ¿Por qué no?
En los mismos países adelantados científica y tecnológicamente, este tipo de pensamiento está vigente y domina de una manera que muchos quisieran ignorar. Para apreciar esto podría bastarnos contemplar las series de televisión y las películas, donde predominan los temas esotéricos y oraculares, entre otros.
Europeos, japoneses y norteamericanos, hacen frecuentes viajes a nuestro país buscando sitios que llaman “energéticos”, buscando también chamanes y visitando lugares donde se hagan ceremonias chamánicas.
Y esto se da incluso en Lima: las ruinas de Pachacámac reciben este tipo de visitas frecuentemente. De hecho, ya Abraham, Valdelomar nos llama la atención –en “El caballero Carmelo”- sobre el gran papel de este oráculo limeño en Pisco y para los pisqueños.
Ahora Danilo Sánchez Lihón nos muestra un tópico poco conocido –aunque tampoco se puede decir que sea completamente desconocido- de nuestro Gran Poeta, y lo hace con mucha maestría, por cierto.
Danilo Sánchez es un hombre de letras que recorre todos los caminos por donde su imaginación creadora lo lleva. Desafía molinos de viento, los desafía aunque esos molinos no existan en nuestro medio. A él no le ha de importar que no existan porque fácilmente los ha de crear para luego desafiarlos y vencerlos, igual que los venciera don Quijote de la Mancha.
Nosotros hemos conocido a Danilo Sánchez más preocupado por desarrollar la actividad lectora en nuestros semejantes, y dentro de ese plan –ocupando un primerísimo lugar-, está difundir sus encuentros continuos con ese gran paisano suyo que es César Vallejo.
Danilo Sánchez Lihón, pues, es oriundo de Santiago de Chuco, el mismo lugar donde nació y estudió César Vallejo. Él estudió en la misma escuela donde estudiara Vallejo. ¿Qué persona, con estas características, no siente suyo, íntimamente suyo, a este poeta que ha marcado tanto la sensibilidad y el alma de los peruanos... por decir lo menos?
Quizás, por este origen, es que Danilo Sánchez siempre nos muestra –en las fotos que conocemos al menos- solamente su perfil, aquel perfil que también César Vallejo se obstinaba en mostrar incluso cuando estaba completamente de frente.
Acaso la docencia universitaria (en San Marcos y en la Bausate y Meza, amén de los cursos, talleres y conferencias a los que es invitado tanto en el país como en el extranjero) sea para Danilo Sánchez Lihón una excusa para poder desarrollar su fantasía creadora, aquella fantasía que alimenta cada uno de sus escritos, aquellos donde se empeña en mostrar a porfía su entronque con la realidad.
Él escribe desde que empezó a escribir. Sí, desde que empezó a escribir. Acaso él mismo pueda recordar los primeros escritos que realizara. Pero su fecundia lo ha llevado a escribir tanto, y tan bien, que dudamos mucho que pueda recordar lo que constituye su obra porque para crear es necesario olvidar, y para olvidar es preciso tener presente lo que ya se ha hecho para no repetirlo, porque Danilo Sánchez Lihón no se repite aunque escriba sobre los mismos tópicos.
Vallejo está presente en su vida y en su obra, incluso cuando no escribe de él. ¿Acaso, pues, no es suficiente que ambos hayan nacido en el mismo lugar y tengan similares preocupaciones?
Vallejo está presente en Danilo Sánchez porque cada palabra que vierte, en cualquiera de sus obras, nos remite a ese escritor que tiene una musicalidad tan propia, una melodía tan llena de sabor norteño...
Danilo Sánchez, cantante desde niño, está más que cualificado para comprender esto, siendo del mismo lugar, teniendo los mismos ideales, manejando los mismos objetivos.
Como Vallejo, Danilo Sánchez es paciente y optimista.
Vallejo sabía que moriría joven, pero eso no impidió que fuera optimista y que luchara como solamente puede luchar quien sabe que todo lo que tiene para dar son sus energías, aquellas energías que no puede reponer porque... porque no tiene para comer. Y sin embargo dio sus energías a manos llenas.
César Vallejo se murió de amor. César Vallejo se murió de vida.
César Vallejo permanece con nosotros siempre. César Vallejo jamás ha muerto...


LA MUERTE DE UN GUERRERO.
Danilo Sánchez Lihón

“En suma, no poseo / para expresar mi vida / sino mi muerte” (César Vallejo)

1. Regresó siempre
En abril, en Santiago de Chuco, cesan las lluvias intensas de enero y febrero; y se suspira de alivio porque han calmado las inclementes tempestades del mes de marzo.
El sol luce esplendoroso en los tejados.
Las vigas y los aleros de las casas empiezan a crujir estirándose después de los largos meses de somnolencia y de temblar acurrucados bajo los aguaceros.
Abril es el mes del despertar, del renacer y del aflorar, cuando sobre los campos aparecen mantos de flores silvestres y todo renace como brote, planta o mies.
El Viernes Santo del 15 de abril del año 1938 murió César Vallejo en París, con aguacero; quien nació, se crió y vivió hasta los 16 años en Santiago de Chuco, tierra a la cual amó entrañablemente, regresó siempre y añoró con amor ferviente.

2. Una total consagración.
Tenía al morir 46 años y atravesó ese trance doloroso de casi un mes de postración y fiebres altas, con una dignidad igual a la que caracterizara cada uno de sus actos cotidianos. Sin embargo, cada detalle de su muerte está revestido de solemnidad y majestad supremas.
Sus amigos que fueron a visitarlo dos semanas antes de que cayera postrado lo invitaron a salir. Venía el ómnibus y todos corrieron a cogerlo. Pero él se quedó atrás. No pudo avanzar. Su cuerpo estaba desfalleciente, débil, totalmente exhausto. Tuvieron que dejar pasar el ómnibus y venir por él para ayudarlo a avanzar.
Había entrado a un estado de agotamiento, de consunción por el estado a la vez febril y abatido que le producían los acontecimientos que se venían desencadenando en la Guerra Civil Española, un conflicto que ocurría a 1,260 kilómetros de distancia y que sólo a un ser excepcional podían afectarle de ese modo al punto de sumirlo en una total consagración.

3. Quiero tener un hijo.
Escribió al respecto:
“Voluntario de España, miliciano / de huesos fidedignos, cuando marcha a morir tu corazón, / cuando marcha a matar con su agonía / mundial, no sé verdaderamente / qué hacer, dónde ponerme; corro, escribo, aplaudo, / lloro, atisbo, destrozo, apagan, digo / a mi pecho que acabe, al que bien, que venga, / y quiero desgraciarme”;
Sin embargo, a la vez mantenía al tope sus esperanzas. A su alumna hindú, a quien él le enseñaba el español, le declara más o menos de este modo:
No todo está perdido. Mi mujer es joven, casi una niña. Quiero tener un hijo.
Pocos días después murió.

4. No sé de qué se muere.
Meses antes de morir, y más precisamente en septiembre, octubre, noviembre y diciembre del año 1937, escribió casi todo lo que ahora son los “Poemas humanos”, período final cuando fragua y cincela también ese poemario incandescente, dedicado a los voluntarios de la República en la Guerra Civil que asoló la patria de sus abuelos, “España, aparta de mí este cáliz”.
Al ingresar a la Clínica Arago, el 24 de marzo de 1938, una eminencia en la medicina como era el doctor Lemiere, después de examinarlo dijo:
“Este hombre tiene todos sus órganos sanos y no sé de qué se muere.”
Después que se descartara que tuviera fiebre amarilla o malaria, le hicieron punciones a la columna vertebral a fin de extraerle líquido raquídeo, trance que hizo que diera alaridos y quedara desfalleciente y de lo cual ya no pudo recuperarse más. Agonizaba en el amanecer del día 15 de abril.

5. Valores supremos.
Ahora sabemos, como resultado de los estudios realizados por el médico argentino Carlos Urquijo quien tuvo en sus manos toda la historia clínica y pudo estudiarla, que murió de paludismo, enfermedad de los trópicos no identificada antes de 1938.
Y es que él la padeció de niño cuando desde Menocucho lo llevaron en litera hasta Santiago de Chuco donde a duras penas se recuperó, enfermedad que le rebrotó por la extenuación que le produjo el drama de España.
Murió por consunción y agotamiento, debido a que entregó todo su aliento y las fuerzas de su grandioso espíritu y maltrecho cuerpo a favor de la causa del hombre; por el compromiso que asumió de defensa de la dignidad, del bien y de la nobleza.
Murió combatiendo en trinchera, en este caso defendiendo valores auténticos, verdaderos y supremos para el ser humano.

6. Su muerte es un paradigma.
Los enfrentamientos en los campos de batalla en la Guerra Civil Española fueron arduos el 15 de abril de 1938.
Desde el amanecer de ese día el ejército de la República rechazó los ataques del ejército nacionalista de Francisco Franco en Vinaroz, en el Mediterráneo.
De allí que cabe afirmar que él murió en batalla contra el mal y la muerte.
Su martirio es el sacrificio de un guerrero, quien nos dio el ejemplo con su vida de cómo hay que asumir una causa y adoptar un compromiso a favor de los ideales irrenunciables de la humanidad.
Su muerte es un paradigma, una página heroica, una epopeya. Es el más grande de los fastos universales, solo comparable a la geta de Lord Byron que moría por la independencia de Grecia atacado de malaria en Missolongui el 19 de abril de 1824.

7. Intuiciones de su muerte.
En el poema "Piedra negra sobre piedra blanca", César Vallejo escribió:
“Me moriré en París con aguacero, / un día del cual tengo ya el recuerdo. / Me moriré en París –y no me corro– / talvez un jueves, como es hoy, de otoño.”
Vallejo murió a las 9.20 de la mañana del día Viernes Santo, 15 de abril del año 1938. Y era un día en que llovía.
Claro, algunos dicen que no acertó totalmente porque él menciona el "jueves", aunque entró en agonía y en estado de coma ese día.
Pero, es más, leamos bien; él expresa: "Talvez un jueves..."
En el ámbito de la literatura no son muchas las referencias de escritores y poetas iluminados que anunciaran y predijeran su muerte. César Vallejo prácticamente nos la describe

8. Estaba despierto.
Sin embargo, Juan Espejo Asturrizaga en su libro César Vallejo itinerario del hombre, refiere de otro hecho que él denomina: "Una visión premonitoria", acápite bajo el cual relata que mientras César Vallejo se encontraba refugiado en la casa de Antenor Orrego, en Mansiche, Trujillo, en octubre de 1920, a fin de librarse de la persecución policial por la denuncia que recaía en contra de él y otras personas, acusado de incendio y asesinato en los sucesos ocurridos en Santiago de Chuco el 1 de agosto del año 1920, en palabras textuales nos informa lo siguiente:
Durante su permanencia aquí César tuvo una noche una visión que lo llenaría de terror y lo angustiaría por muchos días, siendo el tema de sus conversaciones.
Estaba despierto, decía, cuando de pronto me encontré tendido, inmóvil, con las manos juntas, muerto. Gentes extrañas a quienes yo no había visto nunca antes rodeaban mi lecho. Destacaban entre éstas una mujer desconocida, cubierta con ropas oscuras y, más allá en la penumbra difusa, mi madre corno saliendo del marco de un vacío de sombra, se me acercaba y sonriente me tendía sus manos.

9. Una escena lejana en el tiempo
Estaba en París y la escena transcurría tranquila, serena, sin llantos.
La tremenda impresión que le produjo esta visión que, aseguraba la había tenido perfectamente despierto, lo llevó a llamar desesperadamente a Antenor que dormía plácidamente al otro extremo del dormitorio.
Antenor trató de calmarlo, indicándole que se trataba de una pesadilla.
"No, no –repetía César–, he estado despierto, como lo estoy ahora, despierto, despierto. Todo lo he visto como te veo a ti en este momento..."
Esto sucedió en 1920. Allí precisa, y es asombroso, que el cuadro que acaba de referir ocurría en París, un lugar muy distante en el espacio hacia el cual por más que lo anhelara constituía un sitio remoto poder llegar a él.
Como también era lejana la escena en el tiempo, ya que su muerte ocurrió en 1938, cubriéndose un tramo, de la visión al hecho, de 18 años.

10. Murió de esa manera.
Pero, aparte de lo profético, hay aquí un rasgo a destacar, cual es el coraje del cual está imbuida su muerte. Cuando él dice "y no me corro" porque él sabe, por su premonición que estando en París es donde sobrevendrá su muerte.
Esto indudablemente se relaciona con el significado que ella tiene cual es el voluntariado para hacerse cargo de una misión y una causa, arriesgando en ello la vida, valor que se añade a la tristeza y melancolía natural con que se piensa y medita en la muerte.
En esta vivencia hay una fusión sorprendente entre predicción y constatación, anuncio y cotejo. Ya mirada a la distancia y contemplándola panorámicamente se corrobora cada dato con exactitud que asombra y que él nos diera en su vaticinio:
"Gentes extrañas", las hubo; "una mujer desconocida" –que le intriga saber quién es– corresponde a Georgette; "rodeaban mi lecho", también fue así y murió de esa manera, en la cama de una clínica.

11. Prodigiosa premonición.
Entonces, vemos cómo se va hilvanando sueño y realidad en el intento, inclusive de identificar ya en la escena real, que ocurriera tiempo después, quiénes son las personas que él visualiza alrededor de su lecho.
18 años antes él ve los rostros de las personas que rodean su tarima de muerte, los identifica totalmente porque dice de una de ellas: “... a quien yo no había visto nunca antes.”
Es difícil imaginar en una alternativa de siete en qué día de la semana uno va morir de manera natural. Vallejo lo señaló y tiempo antes del sueño premonitorio que tuvo lugar en la casa de Antenor Orrego.
Además, lo dejó escrito en “El poeta a su amada”.
Son admirables las coincidencias y significados que se dan en el poema “Piedra negra sobre piedra blanca”, como prodigiosa la premonición en la casa de Antenor Orrego en Trujillo. Pero lo verdaderamente pasmoso es que de los 365 días del año se señale uno y la muerte coincida con ese día entre esas casi cuatro centenas de días:

12. Actos esenciales antes de morir.
En el poema "El poeta a su amada", escrito el 2 de setiembre de 1917, expresa:
“Amada, en esta noche tú te has crucificado / sobre los dos maderos curvados de mi beso; / y tu pena me ha dicho que Jesús ha llorado, / y que hay un viernesanto más dulce que ese beso. / En esta noche rara que tanta me has mirado, / la Muerte he estado alegre y ha cantado en su hueso...”
¿Qué más sorprendente?
Allí está la muerte, está él, el Viernes Santo y Jesús llorando.
Pero, es más. Intuyó su agonía en otro ámbito o dimensión, quizá en lo más importante y extraordinario, cual es: realizando actos esenciales antes de morir, como escribir los meses y los días anteriores su poesía más portentosa y abismal.

13. Llamó a su madre.
Talló antes de morir su testamento heroico como es el poema dedicado a exaltar la lucha del pueblo español en el trance de la guerra civil, titulándolo además como la oración de Cristo cuando vislumbra su martirio y final inmolación.
Y hasta previno su posteridad y su vigencia postrera cuando a un periodista que le solicitó una entrevista le responde: "Véame después de mi muerte".
Este tránsito de César Vallejo culmina retornando en espíritu a su tierra y a su infancia.
Respecto a ello, cuenta la señora Oyarzún –quien en la víspera de su muerte pasó toda la noche velando junto a su cabecera– que a las cinco de la mañana del 15 de abril César Vallejo llamó a su madre.
Y poco antes de expirar, ya en presencia de su esposa y varios amigos, pronunció estas palabras: "España. Me voy a España".

14. Voy a mi tierra
Otra vez tenemos aquí constancia y fe de ese voluntariado para ir a un país en guerra, en trance de parir, como era la circunstancia por la cual atravesaba España en esos momentos.
De allí que la presencia de César Vallejo hay que imaginarla siempre allí donde el planeta y la sociedad están en lucha ardorosa por forjar su porvenir.
Él está pendiente de todos los pueblos del mundo en revolución. Que ellos sepan que cuentan con un militante grandioso en sus filas: César Vallejo.
Pero, aparte de un pueblo en lucha, España para César Vallejo es su propia tierra, el Perú y Santiago de Chuco.
Lo dice él mismo en un artículo escrito en 1926 al acercarse a dicho país:
"...vislumbro los horizontes españoles, poseído no sé qué emoción inédita y entrañable. Voy a mi tierra, sin duda. Vuelvo a mi América Hispana."

15. Actos de fe.
Y cuenta Gonzalo More, quien estuvo en el grupo que lo rodeó en su lecho de muerte, en carta que dirige a Manuel Chávez Lazo, lo siguiente:
"La expresión de su rostro muerto era verdaderamente maravilloso. No te imaginas que belleza interior y que luz sobrehumana en la frente del cholo. El gesto de dolor que yo vi minutos después de su muerte, desapareció para dar vida a una expresión de serenidad y bondad infinitas..."
En abril, en Santiago de Chuco, se recogen frutos de las primeras cosechas: choclos, chungares, habas verdes.
Por eso, comparo la muerte de César Vallejo en abril al acto de la maduración que hace el labriego, el campesino y el peón con quien él se abrazó solidariamente en vida.
Con su muerte él se inclina y consustancia a la tierra madre para ser grano, semilla y mies. Y con el peón con quien Vallejo vuelve a abrazarse en el surco, en la flor, en la espiga y el fruto bueno y redentor. Y en el acto ineluctable de la muerte y en la resurrección cuando se alientan, como él las alentó, grandes generosidades, consagraciones y actos de fe en el hombre.

Instituto del Libro y la lectura, INLEC del Perú.
Capulí, Vallejo y su tierra.
Teléfonos: 420-3343 y 420-3860
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