NOTA BENE:

Revista Internacional del Colegio Profesional de Antropólogos de Lima. Sede: New York.


sábado, 6 de agosto de 2016

Reflexionando sobre Egipto

Walter Saavedra


Hoy, después de mucho tiempo, leí un diario sobre un viaje a Egipto que muestra la realidad que allí se vive actualmente. Claro, recién me explico por qué cuando a los arqueólogos yo les preguntaba algo sobre la actualidad egipcia se quedaban callados y no era que les hiciera eruditas preguntas sociológicas o económicas, no, eran simples preguntas que las podría responder aquel que ha tenido contacto con las poblaciones que rodean los lugares donde se realizan las excavaciones. Pero no había respuesta, y ese era el mismo silencio que encontraba cuando les inquiría acerca de algunos detalles que se podían apreciar en las fotografías que enviaban y de los cuales ellos no se habían percatado o los habían pasado por alto. Los arqueólogos que investigan en Egipto prefieren no tocar esos temas porque temen por la concesión que tienen de trabajar en algunos lugares, pues son las autoridades egipcias quienes tienen que dar o pueden revocar el permiso. Y los he visto, a los diferentes investigadores, desplazarse en grupo yendo de un lugar a otro. Ahora todo eso cobra mucho mayor sentido que antes. Los enigmas egipcios no eran solamente aquellos que relata la mitología, sino también aquellos  otros que son actuales, pero que callan los arqueólogos… Egipto fue una civilización grandiosa, eso nadie lo puede negar, y a mí me interesa conocer qué se ha hecho de esa grandiosidad, cómo se manifiesta hoy en día, porque está aún ahí, tiene que estar ahí, viviendo en cada acción que realizan los descendientes de la gran cultura faraónica del pasado. Y muchos de quienes hoy en día trabajan en las excavaciones, son descendientes de aquellos otros egipcios que trabajaron para las múltiples investigaciones que se realizaron en el pasado, y no pocos de ellos ocupan los mismos cargos que tuvieron sus padres y que a ellos les fueron, a su vez, legados por sus propios padres (los cargos son ahora mismo hereditarios como quizás también lo fueron en el pasado). ¿Cómo no vamos a encontrar significativos detalles como éstos? ¿Cómo vamos a dejar de maravillarnos entre el contraste de las pirámides con las simples construcciones de los egipcios que viven en los lugares aledaños a esos magnos monumentos? Pero si se estudia los restos arqueológicos de los trabajadores de, por ejemplo, el Valle de los Reyes, ¿por qué no podríamos compararlos con las residencias actuales de los trabajadores y buscar las razones del cambio que ha de haber tenido lugar? Quizás aún hoy en día haya algún patrón arquitectónico que subsista al paso de los tiempos y se haya impuesto a los cambios que las nuevas culturas o creencias políticas y/o religiosas que han tenido lugar en este país de tan antiguas tradiciones. En todo caso ¿qué clase de presente vergonzante se esconde detrás de ese pasado tan grandioso? No creo que haya, en realidad, nada de qué avergonzarse en el presente que se vive, en todo caso debe existir sí un deseo de superarse. Pero comprendo, por supuesto, que hay mucho qué temer de la veleidad de las autoridades de quienes depende las autorizaciones para realizar investigaciones en Egipto. Claro, son los mismos problemas (en unos son más que en otros) que encuentran los investigadores que pretenden realizar su trabajo en nuestras propias sociedades y hay (al menos entre los antropólogos), quienes han escrito sobre el particular. Yo mismo he visto censuradas algunas de mis intervenciones en algún grupo cultural cuando alguna autoridad egipcia manifestaba, muy diplomáticamente por supuesto, que lo que yo decía iba contra sus ideas o creencias (y conste que yo no decía nada acerca del Corán, por ejemplo, pero sí hablaba de personajes bíblicos interpretándolos desde un lado antropológico). Con sólo esos pocos –bastante pocos, por cierto- elementos que iban surgiendo como al desgaire, nos íbamos dando cuenta de la problemática que existe en este tipo de sociedades para las investigaciones, donde la opinión propia debe ponerse siempre detrás de la palabra de algún autorizado investigador nativo. Es una cosa que he contemplado a menudo en informes periodísticos o científicos realizados en la propia tierra donde se investiga y dándose cuenta uno que de ese simple mecanismo depende la posibilidad de seguir trabajando en el país de que se trate. Por supuesto, estas simples consideraciones realizadas habrán de ser negadas por todo el mundo, y solamente pasarán por observaciones de un outsider.

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East Elmhurst, New York, United States

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