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Revista Internacional del Colegio Profesional de Antropólogos de Lima. Sede: New York.


domingo, 20 de enero de 2019

El perdón es un arma poderosa

  Gustavo Quiroz Arbulú



Gustavo Quiroz A.
“El perdón libera el alma. Elimina el miedo. Por eso es un arma tan poderosa” (Nelson Mandela).
Trotsky, la serie rusa de ocho capítulos que ahora forma parte de la programación de Netflix, muestra al personaje central de este drama, pero también exhibe en muchos pasajes a otros actores importantes de la época como Lenin, Stalin, Plejanov, Zinoviev, Parvus, y Freud, así como a las mujeres de su vida como Natalia Sedova y Frida Khalo.
  La serie se mueve con soltura atravesando momentos diferentes de la convulsionada vida de Trotsky: en su exilio de 1905, durante la revolución en 1917, cuando forma y dirige el Ejército Rojo en la guerra civil posterior, y finalmente en su ocaso durante la estadía en México donde fue asesinado por órdenes de su enemigo mortal, Stalin. La serie no nos presenta un tiempo lineal, sino rápidas idas y venidas a estos pasajes importantes de su vida.
  Ver Trotsky, me hizo estallar la mente y no pude dejar de relacionar el intenso technicolor del film con los colores de las diferentes etapas o estadios de la cultura humana. Muchos analistas que leo sugieren que las culturas humanas tienen los colores del arcoíris. Eso sería muy legítimo pues, a diferencia de rasgos genéticos inmodificables como el color de la piel, los rasgos culturales si cambian o evolucionan. Como lo sugiere Don Beck, ex–asesor de Nelson Mandela, las culturas pueden ser representadas por colores, y es posible y deseable evolucionar, esto es, cambiar el color de la cultura que poseemos, mejor dicho, de la cultura que nos posee. Desde esta óptica me pareció que la serie muestra con nitidez dos colores culturales, el naranja y el rojo, como se verá enseguida.
  La serie propone una tesis atractiva, que se hace muy explícita en el último capítulo. Los bolcheviques rusos eran conspiradores y revolucionarios duros e implacables, no tenían ningún reparo en recurrir a la fuerza, el miedo y el terror para lograr sus objetivos. No obstante, entre todos ellos Lenin era el más visionario porque tenía una enorme capacidad auto-correctiva, mientras que Stalin era, en términos de Máximo Gorki, una especie de Moloch creado para destruir al enemigo, y se aproximaba bastante a un torvo y siniestro sociópata.
Stalin, Lenin y Trotsky.
 Es una tesis atractiva e interesante porque sugiere que el destino de Rusia hubiese sido diferente si Trotsky hubiera triunfado sobre Stalin, como planeaba Lenin antes de morir. Pienso que la Historia es impredecible, pues en ese momento pocos podían prever que dos décadas más tarde, para vencer a un fundamentalismo extremo y depravado como el nazismo, el mundo necesitaría otro fundamentalista extremo e implacable como Stalin, quien no vaciló en lograr la victoria al enorme precio de decenas de millones de víctimas entre civiles y militares durante la segunda guerra mundial.
  Visionar los capítulos de Trotsky me convenció que la mentalidad predominante de esa generación de líderes revolucionarios era el llamado “logo-centrismo”, también denominado racionalismo, cientificismo o positivismo. Me llamó la atención en la serie la frialdad que exhalan Trotsky, Lenin o incluso Stalin en su manera de entender la política y la sociedad. Me parecieron analistas fríos que evalúan los acontecimientos cual científicos que pretenden objetividad, creen tener el control de las cosas y manipulan a los demás sin miramientos. Los siento muy diferentes a líderes compasivos y revolucionarios, como Gandhi y Mandela. Eran conductores de una época que creíamos superada, hasta que recientemente fuimos sorprendidos por líderes modernos no muy diferentes como Putin, Trump y tantos otros.
  Se trata de lo que algunos denominan de manera convencional como cultura naranja, esto es, la cultura del logro y eficacia del capitalismo, que todo indica formaba parte del sentido común de los revolucionarios rusos. Es decir, ideas y valores muy por debajo de una cultura mas avanzada, basada en la persuasión, inclusión, pluralismo y tolerancia que emergió a mediados del siglo veinte, también denominada cultura verde.
Adolfo Hitler
  Y me pareció muy consistente que en circunstancias de extrema tensión, como las que enfrentaron los revolucionarios rusos, esa cultura naranja regresionaba muy fácilmente a fases pretéritas de la cultura, como una antiquísima en la cual se percibe al mundo como un lugar peligroso donde solo es posible conseguir lo que necesitamos si somos fuertes y agresivos. A esa cultura se le suele denominar convencionalmente como cultura roja, fase muy anterior a la cultura capitalista del logro. En ciertos momentos de la historia era explicable la predominancia de una cultura egocéntrica o roja, pero en el mundo actual es poco sostenible. El nazismo y el estalinismo han mostrado lo insostenible de una cultura vertical y militarista basada en el miedo. Coacta la libertad y la creatividad.
  Los revolucionarios rusos creían firmemente en la violencia como instrumento necesario para lograr y mantener el poder, y sus primeros éxitos parecían confirmar esta idea. Es decir, parecen convencidos, y así lo expresan varias veces en la serie, que el miedo es un arma efectiva para influir o manejar a otros seres humanos. Cuando triunfa el Ejército Rojo (otra vez el mismo color) la serie muestra un cartel con la siguiente inscripción: “Larga vida al terror revolucionario”.
 
Nelson Mandela
Sabemos que el miedo es una realidad que todos experimentamos, que sirve para protegernos de amenazas que vivimos o percibimos, y sabemos también que con frecuencia se convierte en una emoción tóxica. Existen profesionales del miedo, por ejemplo sicarios, extorsionadores y dictadores, que usan esa emoción como eficaz instrumento para el ejercicio de su poder. Lo vemos hoy en las cercanas Venezuela y Nicaragua. Como dijo Trump en su campaña para la Presidencia, el miedo es el recurso más efectivo del poder.
  La cultura naranja y su regresión roja tiñeron intensamente la gesta de la revolución de octubre, por eso algunos de sus realizadores opinan que las cosas no hubieran cambiado si Trotsky hubiera triunfado, como el mismo lo expresa en las escenas finales del capítulo ocho. La serie es muy buena, véanla con sus propios ojos.

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East Elmhurst, New York, United States

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