RECUERDOS DE ESE GRAN COMPAÑERO.
Mallku Aragón.
Recuerdo con especial cariño el pasaje de la primera noche que nos tocó pasar en nuestra casa cuando ésta solo era un inmenso terreno, era el gran hogar para criar a los hijos y vivir con la filosofía ecologista con la que mis padres se conocieron y enamoraron… un hogar en el que mi padre también añoró repetir los parajes de niñez de sol abierto y tierra húmeda de su Cuzco.
Así fue nuestra primera noche en la casa armada tan sólo con algunos paneles “provisionales” Ésta era la gran frase de nuestro padre, tan soñador siempre, tan emprendedor e innovador, con esa tremenda energía creativa con que él mismo hizo y rehízo tantas veces su propia casa.
Esa primera noche fue de estrellas, de canto de grillos, de lechuzas y de nuestros nuevos compañeros infaltables para siempre en esta zona pantanosa: los zancudos. Fue muy especial porque no teníamos cocina aún, no había más que leña para cocinar algo y ya mi madre estaba cansada con mis hermanos menores.
Recuerdo que se me ocurrió hacer una fogata, cosa que adoraba hacer por esos años de infancia, y recolectar unos cuantos camotes que alguien había sembrado allí meses antes. ¡Con esta idea mi padre se iluminó! Me llamó a recolectarlos y estaban allí mágicamente esperándonos. Sentí en ese llamado vital suyo que fui en ese momento ese hijo mayor suyo que tanto esperó y allí encontraba. Fui esa noche su compañero y trajimos juntos la cena para todos. Recuerdo que me abrazó con su mirada tierna y orgullosa toda la noche… Nunca olvidaré esa mirada.
El atendía primero las necesidades de mi madre y luego las nuestras, por lo cual lo entregó todo y más. Y mi madre, “tan madre”, atendiendo siempre primero a los hijos, sirviendo plato por plato y al final a él… que tan caballero, noble y sabio y con esa chispa de humor que nunca perdía, graciosamente decía susurrante: “Siempre me toca a mí ser la última rueda del coche en esta mesa…”
Fue ante todo un artista del servicio, un hombre entregado a las necesidades de los demás. Lo manifestó desde su núcleo íntimo familiar y lo proyectó a través de su profesión a lo largo de los años.
Mi padre como arquitecto, como planificador de proyectos para el desarrollo, como creativo e inventor de construcciones siempre tuvo la sola orientación de entender, analizar, buscar y lograr las soluciones para los que menos tienen, para los más necesitados. Dedicó por eso su vida a construir con materiales alternativos y propios de las zonas.
Lo acompañé tantas veces en sus ingeniosos experimentos con mezclas de cal, fibras de plantas y aserrín o viruta de madera con lo cual logró ese techo acogedor y económico. Predicó con hechos esa filosofía de que con lo que la naturaleza da se puede ser feliz y autosuficiente.
Te recordamos intenso y lleno de vitalidad.
Mallku.
A MI GRAN, GRANDE AMIGO EFRAIN.
Carolina Noriega.
Efraín tenía un pulso abrasivo, de cobijo, marcado por que se replegaba en cada diástole absorbiendo lo mejor de lo que había por percibir y se abría en cada sístole para amparar a quien tenía al frente.
Un corazón así vive al son de los otros pulsos rítmicos vivos de la naturaleza en los que naturalmente se inscribe: el de la respiración que sólo aspira lo puro, el del día que se abre prometedor dando paso luego a la sabiduría de la noche y hasta el pulso de los astros que cumplen sus ciclos llenando de flores o nevadas la tierra.
En esta atmósfera surgió entre nosotros los acuerdos para servir al hogar y a la sociedad, con esmero en la equidad.
Nacido en el ombligo del mundo, traía genéticamente el reconocimiento del camino de los Andes como el que mejor refleja en espejo la armoniosa constelación de las estrellas para replicar una buena vida humana, y esa cultura levantaba.
Seguro de la bondad de la tierra quiso poner sus cenizas en su humedad, para rebrotando de allí….seguir latiendo. Y entonces, te escuchamos, sí, te escuchamos y conversamos, y entonces seguiremos acordando y viviendo y trabajando.
Gracias gran compañero, tu latido vigoroso que, me, nos, amó constante e impulsor en esta tu vida acá, lo sigue haciendo…
Calu.
Carlos Franco a su padre Efraín Franco.
Amaste al mundo, y luchaste por cambiarlo
Nos enseñaste así que siempre valdrá la pena luchar
Por las cosas que uno realmente ama
Amaste a tu país, y nos enseñaste a quererlo
Recorriendo contigo desde niños,
Cada rincón que tú pisaste,
Amaste a la gente, y nos enseñaste que las personas somos iguales,
Que la desigualdad no es más que la manifestación
de la injusticia en el mundo,
Amaste la cosas simples, y nos enseñaste que en ellas
Se puede hallar toda la belleza del mundo,
Ya sea en el reflejo del sol sobre laguna frente a tu casa
o en la sombra del guarango de Cajamarquilla,
Amaste la libertad,
Y nos enseñaste a ser libres
Amaste la paz, y nos enseñaste su verdadero y absoluto significado,
Que es el estar en calma con uno mismo,
en armonía con la naturaleza,
y en comunión con los demás,
Paz de la que hoy gozas, rodeado de tanta gente que te amó.
La Molina, 9 de marzo del 2004.