NOTA BENE:

Revista Internacional del Colegio Profesional de Antropólogos de Lima. Sede: New York.


jueves, 14 de julio de 2016

LA ALEGRIA DE LOS BOSQUES

2 de julio de 2011


“Un pájaro ubica su casa en lo frondoso y profundo de un bosque (...) Sabe y conoce su oficio de encantador del viento. Y lo cumple a cabalidad, sacando a relucir para ello toda la maestría de su ingeniería de vuelo y toda la eternidad que se acuna en su breve paso por la tierra (...) En la línea sencilla de su existencia guarda la clave de todos los misterios y el mágico enjambre de la vida.” (Mery Sananes).

¡Excálibur! Después de algún tiempo te escribo estas líneas. ¿Ha pasado el tiempo acaso? Dicen que estamos distanciados solamente porque no estamos juntos… No tienen razón quienes esa razón alegan. Quiero decirte Excálibur que aún me encuentro lejos pero estoy pensando mucho en ti. Sé que estás a mi lado a pesar de la distancia que nos separa ¿acaso nos separa? No, no hay distancia alguna entre tú y yo… solamente hay cercanías, simplemente cercanías. Mientras concibo la ensoñación que me lleva a tu lado, te he visto llena de emoción. Estás con el rostro rubricado de estrellas rutilantes. Al contemplarte, he visto también, Excálibur, el hermoso volatineo que se abre paso en los confines de mi alma. Es un pájaro diligente, Excálibur, el que contemplo cuando te contemplo. Es un pájaro lleno de vida. Es un pájaro que soy yo mismo buscando el sereno latir de tu corazón amoroso. Yo sé bien que eres un ave que vuelca su sabiduría en este cielo que ahora está pletórico de estrellas que cantan la alegría de vivir, alegría que se ubica dentro de tu ser más nítido, dentro de tu ser más profundo, como eran aquellas estrellas que alegraban mi alegría de niño. Aun tengo conmigo la armadura de piedras mágicas que me diste Excálibur, aún la tengo conmigo, y la uso cada vez que quiero luchar contra los males que inoportunan el alma cuando uno menos lo piensa. Pero vives conmigo permanentemente y eso me permite luchar mejor utilizando la hermosa armadura que me diste. Te he escuchado, Excálibur, conversar con la Dama del Lago, que eres tú misma, y me he sentido alegre de saber que te me diste completamente cuando a mí llegaste siendo espada. También te he visto llevar a tu casa a un ave, y he sentido que me llenaba de alegría sabiendo que ese pájaro soy yo mismo, que comienzo a emprender el vuelo hacia la vida, aquella vida que me espera donde voy, donde estoy ya llegando para unirme contigo. He de partir, me he dicho, Excálibur, he de partir volando y sumergiéndome en lo frondoso y profundo de los mares que se han transformado en bosques gracias a ti. Y vivo cantando las alegrías de esos bosques… Vivo cantando la alegría del bosque que me contiene, conteniendo también todas las bellezas de la vida sin la muerte, no ignorando que la muerte es parte de la vida. Desde allí, donde me encuentro, está palpitando el sereno corazón que me ha dado su vida -¡tu corazón Excálibur!-, y que está donde la nieve inmaculada de tu recuerdo, eleva su cima hacia la senda de rayos enhiestos que jamás dejarán de ser vida en la vida. La blanca nieve no ha perdido su belleza. Tampoco mi vida está oscurecida por los frígidos vientos que pretenden negarnos la alegría de ser quienes somos. Mientras el sol esté anidando en nosotros, Excálibur, nuestra vida no estará regida por la ley de las estaciones, sino por la ley del amor y de la amistad, que es el mismo amor aunque sea diferente. Quiero marchar hacia ti sin sentirme entristecido por sueños no conseguidos: hacia esos sueños marcho. ¡Qué de nuevas estructuras laten silentemente en el fondo de nuestra siempre efímera tristeza! Ya sé que vivimos gracias al cariño de quienes en nosotros han depositado vida llena de esperanza, porque por la fuerza de la lluvia la siento caer en mi corazón. Sé también que la alegría está presente y esperándome contigo y sin ti Excálibur. ¿Dónde han quedado los tiempos aquellos en que miraba hacia adelante y no veía sino pasado? No sé dónde están, ni quiero saberlo ya. Sólo sé que hubo una época -¿la hubo? ¿realmente la hubo?-, en que yo marchaba hacia atrás pensando estar yendo hacia adelante. Esa época ya no volverá más, sé que no ha de regresar nunca más Excálibur. De los jamases que se han hecho los nunca se llenan los pasados que estoy dejando. Ahora marcho hacia las colinas llenas de miles de bosques frondosos y manantiales cristalinos. Me esperan allá, donde estoy yo mismo esperándome puesto que tú estás ya allí Excálibur… ¡estás ahí! ¿Has visto que un ser como yo -que ya me he convertido en ave canora como tú eres y porque tú eres-, va yendo alegremente por la estructura de las ramas del mundo, va yendo como si estuviera caminando por la dimensión de hermosa de sus nidos fantásticos? ¿Sabes que he estado pensando en los días que han de venir y no puedo sino reír contento al conocer que los sueños más hermosos se presentan acogiéndome mientras me dicen que serán todos míos en los confines de la realidad mientras yo sepa ser paciente y camine decididamente hacia donde el sol se pone? Emerjo en la mañana porque a la matina pertenezco. Allí es donde empiezo mi vida. Pero para comenzar en esa hora matinal debo antes marchar hacia el ocaso. Yo soy como el ave canora que vuela alegremente buscando sueños renovados porque conoce que su oficio es el de ser encantador del viento, de ese viento del que estamos todos nosotros ahítos desde que nacemos y que no nos ha de abandonar ni en el momento más intenso de las más frígidas heladas. Yo sé bien, Excálibur, que mientras seamos como las aves canoras -que vuelan significativamente en el eterno azul de nuestros corazones y cumplen su papel de hermoseadores de la vida porque ellos son dadores de fortuna-, estaremos felizmente unidos, en ese destino que los seres amados cumplen a cabalidad. Las aves cumplen su sino sacando a relucir su ingeniería de vuelo y la eternidad que se acuna en su breve paso por la tierra. En esa brevedad se encierra la eternidad de la alegría que nos contiene y que se dispara hacia el infinito azul de un futuro cierto. ¿Será por eso Excálibur que el ave canta tan alegremente? En la línea sencilla de su existencia, existencia que no tiene misterios y nos permite adivinar que guarda la clave de todos las ensoñaciones que nos han encerrado en una niñez prolongada hasta nuestra tranquilidad actual. Es allí donde radica el mágico enjambre de la vida, aquella vida que nos ha mostrado que en la tristeza de los momentos difíciles se encierra la alegría de un devenir que se potencia y fructifica en la resolución de aquello en que nos hemos convertido cuando seguimos siendo los mismos de siempre. Seguiremos, Excálibur, cantando a la vida. El ave canora nos mostrará el camino cierto de la vida incierta, aquel camino que ya conocemos. Así, veremos nuevos horizontes. Así el ave seguirá siendo pájaro, como quisiéramos nosotros, alguna vez, serlo para poder genuinamente ser lo que ahora somos. Esa alegría me llena de gozo en momentos que escucho al ave que no está conmigo pero que canta a mi lado. Sé que es la voz que vive en lo frondoso y profundo del bosque en que se ha convertido mi corazón anhelante, Excálibur.

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East Elmhurst, New York, United States

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