Walter Saavedra
Cuando los ojos se abren desmesuradamente ante los
encantos de una dama adorable, nuestra mente viaja hacia los destinos no
soñados de lontananza. Quiero mirar otros horizontes llenos de azules que
brillan en los lugares donde el sol se pone, quiero mirarlos con los ojos cerrados
por los arrullos de una voz que musita canciones de amor… Hoy me siento muy
decaído. He estado hablando de los cementerios, del Quijote y no sé de qué
cosas más que me llenaron de tristeza… Me encuentro tratando de dejar atrás
todo lo que ha quedado en el pasado, aun cuando siga existiendo en este momento
preciso en que escribo y no sepa realmente qué es lo que estoy diciendo. Pero
¿qué ha de ser de la simiente que ha sido colocada en la profundidad de la
tierra donde esperamos fructifique mientras que el tiempo pasa insensiblemente
sin que nada brote de la esperanza incierta? Ya no hay simiente, nunca la ha
habido, solamente existen escarceos y devaneos sin fortuna en este instante en
que escribo que fue ayer, que es hoy y quizás sea también mañana. Como don Quijote,
yo también he abierto los ojos al fin, justo antes de morir para renacer
rejuvenecido, me arrepiento de todo aquello que no tiene razones para
arrepentimiento y marcho hacia el final no buscado ni deseado pero que se
presenta sin dar lugar a evasión alguna. La vida no sigue igual sino que
comienza nuevamente, continuando lo ya vivido de una forma diferente. ¿Puedo
decir que ya no soy el que soy y, siendo así, no puedo continuar adelante con
la vida alocada no tenida y que se termina sin haber llegado a su fin? Un día nuestros
ojos se cerrarán buscando sones internos intensos, tratando de encontrar las
palabras no dichas o… sí, sí, sí dichas aunque ignoradas por quien se despega
de los horizontes llenos de luz que se yerguen en el poniente. Los ojos se
vuelven ciegos y no ven absolutamente nada en medio de esa luz que se torna
cegadora y donde quiero vivir, pero no puedo porque mi voz trémula guarda un
silencio empecinado que se pierde en la espesura de los trópicos paradisíacos…
¿Qué hacer con quienes escriben sin sentir lo que dicen, pero expresando lo que
su mente va especulando en la observancia de aquello que intenta ver sin
alcanzar a vislumbrarlo en lo más mínimo? Hoy he visto lo que no veo dentro de
tus ojos puesto que no quieres verme
cuando estoy cerca de ti. Hoy he visto lo que no observo en tu voz cuando
guardas silencio ante mi silencio. Hoy he visto lo que no puedo alcanzar a
comprender en tus palabras que brotan desde los intersticios del pasado que me
pregunto si alguna vez existió… Me queda la idea de que un día el poniente será
amanecer y que de tu corazón brotarán rosales de luz que han de inundar los
sentimientos de quienes buscan cobijarse en tu pecho, pletórico de despedidas y
se también que no seré yo quien encuentre refugio en tu seno contrito. ¿Quién
eres tú que te despides sin desplegar tus labios ausentes de la aurora boreal
que veo llegar mientras te alejas? Nunca estuviste a mi lado, aunque puedo
jurar que te vi muy cerca de mis ojos, y estuve henchido de emoción sosteniendo
tu mirada azulada que no era azul. Fue entonces cuando el día soñado abrió sus
pétalos completamente, abrigando los labios de aquellos que no dijeron jamás
nada incluso cuando tus palabras inundaron sus (mis) sueños ignorados... La luz
prosaica llega a mí a través de la ventana que siempre se encuentra a la
izquierda en esta sala de las computadoras, el jardín que ríe contento me
muestra su verde esplendor y yo estoy escribiendo lo que jamás he de conocer
porque no deseo decir nada aunque la voz se me quiebre en medio del boyante
silencio que se desborda en la sala donde me encuentro, en esta Biblioteca de
Jackson Heights adonde acostumbro llegar cada día… He descubierto al fin que no
hay mañana. Sé pues que no habrá más mañanas… es lo que me digo a mí mismo pretendiendo
ignorar lo que exclamo estentóreamente a cada momento sin que nadie se percate
de que mi voz atruena el recinto donde me encuentro… La gente no presta
atención a lo que yo pienso, pareciera que solamente hubiera silencio en donde
mis pensamientos se aposentan sin llegar a salir violentamente de mis labios. ¿Y
yo de qué me duelo, si de algo me duelo? En realidad me siento tranquilo, pero
no alcanzo a comprender el porqué de esta tranquilidad que siento y yo sé bien
que no detento… Quizás todos no seamos sino fósforos cautivos que esperamos el
instante en que nuestro fuego ha de manifestarse, esperando no arrasar con sus
ardientes brasas todo lo que se le pone en frente. ¿Por qué Cesar Vallejo viene
a mi mente cuando me acuerdo de la revista que yo sacara otrora en
San Marcos y de la cual no existe ya ejemplar alguno que hable de su
existencia? Tanto trabajo para sacar unas simples páginas mimeografiadas que
hoy se pierden en el olvido. Claro, me gustaría saber qué era lo que yo decía. Todos
aquellos que se unieron a ese proyecto han seguido su propio trayecto
intelectual. Yo me alejé de los arroyos donde bebía las aguas de la esperanza
fenecida… Hoy es otro el momento, otra la vida, otros los sueños que a seguir
adelante me convidan. Hoy, en este día que tambaleantemente se apodera de mí,
me siento morir aunque prevalezcan los deseos de vida en mi ser tambaleante…
Con los recuerdos vienen también las memorias de las chicas que me hacían
vibrar inquietantemente. ¿Ya nada de eso existe? Bueno es mejor que haya dejado
de existir si todo ha terminado. Ahora reconozco que sólo soy cenizas, cenizas de
las que espero levantarme indemne siendo el mismo aunque sea completamente
diferente al que una vez fui. Nuestra mente no deja de viajar hacia los
senderos que se abren en lontananza en medio del horizonte que me forjo día a
día. La luz se impondrá siempre incluso en la oscuridad de las noches y la claridad
seguirá su camino hacia los esplendores que la otrora juventud ya no le traza
en los sueños esperanzados del ahora…
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