Walter Saavedra
15 de junio de 2011
Las voces que ayer gritaban guardan en estos días un silencio atornasolado. Las noches cubren con su alegre manto sueños que bendicen los amaneceres del alma… Cuando más ajena estás a estas líneas es cuando más me dirijo a ti, sabiendo que solamente habré de encontrar ausencia. Son extraños los instantes que ajenos están a los días que nos atan. Sin embargo, marchamos insomnes hacia el gran día, que es el día de nuestra resurrección, la resurrección de quienes no han muerto todavía. Por eso, esta noche en que mis palabras apilo, te has ausentado para mostrarte más cercana aún, mucho más cercana que cuando estando no estás. Estoy crucificado en los maderos del silencio que surgen de tus lágrimas ausentes. ¿Dónde fueron a parar los sueños que hemos tenido no teniéndolos? Estoy luchando sobre dos maderos surgidos de tus palabras silentes. No quiero escuchar más. Demasiado te he escuchado durante el tiempo que has estado ausente. Mis labios no saben sino escuchar los besos que no me has dado. También escuchan los silencios mi beso escondido en un ayer que jamás existió. Yo sé que no estás porque no quieres alejarte de quien está ajeno a tu vera. Por tu pena he colegido que estás contenta. Los labios sellados de tu corazón son mis propios labios, distantes de mí mismo. Sé bien que nadie podría haber soportado, como yo he soportado, las ausencias que han existido todo este tiempo que no has existido. ¡Tantos han sido los años que no te he visto en estos segundos que han pasado! La vida, al darse cuenta, ha llorado. Me ha abrazado tiernamente… Tomando tu mano, aquella que jamás he tenido entre las mías, camino quedito hacia aquel lugar que desconozco. Me doy cuenta que hay algún viernesanto en este miércoles que me atrapa con tu frialdad. Pero lo siento más dulce que ese beso que no me diste. En esta noche rara en que se ha convertido la tarde, noche que tanto no me has mirado, noche en que estás tan ausente como siempre, he visto que la muerte se ha alejado de mi vida. He visto también que tu rostro ha estado alegre como está siempre que no lo veo. Me he reído de buena gana mientras tu voz cantaba aquellas canciones que juntos jamás hemos entonado. Son canciones que nos unieron en ese nunca que es nuestra vida. He tenido en mi interior tu voz como si fuera un hueso dentro de mi hueso. En esta noche, que aún se mantiene despierta, de mi interior surge un junio que florece tiernamente mientras se ha oficiado el ritual áspero de tu ausencia, mientras mi vida ha tenido una segunda caída sin existir una primera y llevo clavado en el pecho el más humano dolor sin haber tenido alegrías. No he recibido el beso que nunca me prometiste pero que tan bien hemos saboreado. No miremos hacia ese atrás inexistente. Tenemos todo el futuro por vivir. Lo viviremos mientras podamos. Aunque no podamos lo viviremos. Sé muy bien que no moriremos en los días que quedan por venir. Estaremos unidos en el adiós que nadie nos ha dedicado. Ni nos lo hemos dicho nosotros que jamás pronunciamos un hola. Los dos juntos, muy juntos, estaremos cuando llegue el momento de partir, el momento de la llegada, el momento del encuentro… He mirado tu rostro mientras iba escribiendo esto sin poder verlo siquiera. Cierro tu fotografía para mirarte con el corazón. De esta manera se irá secando aquello que jamás ha existido, aquello que nunca tuvo lugar, aquello que somos tú y yo mientras nos amamos a pausas, bulliciosamente, con la ternura que surge de nuestra excelsa unidad nunca transformada en amargura. Sé muy bien que todo lo ignoro. Pero no importa: es bueno no saber lo que es mejor no saber. Cuando la vida toque a nuestra puerta, como la está tocando ya, habrá tocado también nuestros corazones, Se alejará de nosotros toda sombra surgida cuando no había motivos. Nuestros labios se unirán como siempre. Nos alejaremos de la vida de los difuntos, vida que jamás vivimos. Ya no habrá sueños despedazados. En los días que estemos juntos no habrá más reproches ajándose en tus ojos benditos. Yo sé que ni la vida ni la muerte sabrán de nosotros. Estamos por sobre todo lo existente. Estamos sobre todo lo que no existe. Volveré a caminar tomándote de la mano. En una sepultura enterraremos los magros momentos inexistentes de la distancia. Allí estarán por siempre jamás. Y, juntos, nos dormiremos...
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