En los pueblos nuestros la palabra “conocimiento” tiene el mismo significado que “sexo”. De donde se desprende que decir “no conozco a mi mujer hace tiempo”, quiere realmente decir “no he tenido sexo con mi mujer hace tiempo”. Esto se encuentra también en la Biblia claramente: “Conoció el hombre a Eva, su mujer, la cual concibió y dio a luz a Caín” (Génesis 4:1). Así que cuando Eva da de comer a Adán del árbol del conocimiento, en realidad lo lleva a tener sexo. La interpretación tradicional del pecado siempre ha sido éste: un pecado que es de tipo sexual. Es ciertamente desobediencia pero un tipo particular de desobediencia, no una abstracta. Por eso cuando se mencionaba el pecado original se hacía referencia a la manzana -aunque esta fruta no se encuentre aludida en el pasaje pertinente del Génesis-, fruta cuya semejanza -cuando está partida en dos- con el genital femenino es por demás evidente.
¿En qué consiste el castigo de Dios por pecar comiendo del árbol del conocimiento? A Eva le dice: “buscarás con ardor a tu marido” (Génesis 3:16), otra alusión sexual directa, que puede ser más o menos clara dependiendo de la traducción de la Biblia que se use. El cambio que viene con el castigo se puede comprender si se supone que ella es quien manda en la relación hombre-mujer ya que, cuando le da el fruto del conocimiento a su marido, éste lo reconoce así. Después de ingerir el fruto del árbol del conocimiento, Dios le pregunta a Adán por qué lo comió, recibiendo la siguiente respuesta: “la mujer que me diste por compañera me dio de él y comí” (Génesis 3:12). Así simplemente, sin ninguna reflexión, sin ningún cuestionamiento: le dio y comió. En consecuencia, la culpa la tiene la mujer, no el hombre. Entonces Dios dispone un cambio en esa relación, diciéndole a la mujer tu marido “te dominará” (Génesis 3:16).
En ese contexto esa frase se refiere al sexo, pero el sexo no es únicamente actividad genital. Desde ese tiempo el sexo lo envolvía todo en la vida de la pareja, pero se imponía la reproducción de la vida. Cuando Dios los crea juntos -primera creación- la más importante misión que da al hombre es: “procread y multiplicaos” (Génesis 1:22 y lo repite en Génesis 1:28).
En la segunda creación Dios señala: “no es bueno que el hombre esté solo” (Génesis 2:19). Luego, el hombre, al ver a la mujer sacada de su costilla, dice: “esto sí que es hueso de mis huesos y carne de mi carne” (Génesis 2:23). Dios añade que “el hombre (…) se adherirá a su mujer; y vendrán a ser los dos una sola carne” (Génesis 2:24). La alusión al coito no puede ser más clara. Más aún cuando esas palabras se repiten siempre en los matrimonios católicos con ese preciso significado.
En principio, el acto de comer en todas las mitologías involucra el acto sexual, que se revela en la fruta, aunque no se sepa qué tipo de fruta es (Génesis 3:6). Aunque podemos inferir que puede ser el higo por las hojas que usan para cubrirse: “cosiendo hojas de higuera se hicieron unos ceñidores” (Génesis 3:7). Al pecar, por esa razón, “se les abrieron a entrambos los ojos y se dieron cuenta que estaban desnudos” (Génesis 3:7). El sentido es claro en relación con otras mitologías. La desnudez alude támbién al acto sexual.
¿En qué consiste el castigo de Dios por pecar comiendo del árbol del conocimiento? A Eva le dice: “buscarás con ardor a tu marido” (Génesis 3:16), otra alusión sexual directa, que puede ser más o menos clara dependiendo de la traducción de la Biblia que se use. El cambio que viene con el castigo se puede comprender si se supone que ella es quien manda en la relación hombre-mujer ya que, cuando le da el fruto del conocimiento a su marido, éste lo reconoce así. Después de ingerir el fruto del árbol del conocimiento, Dios le pregunta a Adán por qué lo comió, recibiendo la siguiente respuesta: “la mujer que me diste por compañera me dio de él y comí” (Génesis 3:12). Así simplemente, sin ninguna reflexión, sin ningún cuestionamiento: le dio y comió. En consecuencia, la culpa la tiene la mujer, no el hombre. Entonces Dios dispone un cambio en esa relación, diciéndole a la mujer tu marido “te dominará” (Génesis 3:16).
En ese contexto esa frase se refiere al sexo, pero el sexo no es únicamente actividad genital. Desde ese tiempo el sexo lo envolvía todo en la vida de la pareja, pero se imponía la reproducción de la vida. Cuando Dios los crea juntos -primera creación- la más importante misión que da al hombre es: “procread y multiplicaos” (Génesis 1:22 y lo repite en Génesis 1:28).
En la segunda creación Dios señala: “no es bueno que el hombre esté solo” (Génesis 2:19). Luego, el hombre, al ver a la mujer sacada de su costilla, dice: “esto sí que es hueso de mis huesos y carne de mi carne” (Génesis 2:23). Dios añade que “el hombre (…) se adherirá a su mujer; y vendrán a ser los dos una sola carne” (Génesis 2:24). La alusión al coito no puede ser más clara. Más aún cuando esas palabras se repiten siempre en los matrimonios católicos con ese preciso significado.
En principio, el acto de comer en todas las mitologías involucra el acto sexual, que se revela en la fruta, aunque no se sepa qué tipo de fruta es (Génesis 3:6). Aunque podemos inferir que puede ser el higo por las hojas que usan para cubrirse: “cosiendo hojas de higuera se hicieron unos ceñidores” (Génesis 3:7). Al pecar, por esa razón, “se les abrieron a entrambos los ojos y se dieron cuenta que estaban desnudos” (Génesis 3:7). El sentido es claro en relación con otras mitologías. La desnudez alude támbién al acto sexual.
El caso de Noé puede comprenderse mejor con todo esto. Recuérdese que Noé, después de emborracharse con vino -hoy en día las parejas antes de tener sus "encontrones" sexuales, se "entonan" tomando vino, cerveza, ron, pisco, etc.-, es encontrado desnudo por su hijo Cam y Noé maldice a su hijo por esa razón... ¿por esa razón? ¿o porque lo encontró en pleno coito? (Génesis 9:21-25). De otro lado, recuérdese que la tradición señala que Adán y Eva se cubrieron sus vergüenzas con una hoja de parra.
En Vicos, ubicado en la serranía peruana, Alejandro Ortiz Rescaniere encuentra, a mediados de los sesenta del siglo pasado, un mito llamado “Adaneva” (que le agradó mucho a José María Arguedas). Es un mito de amor donde Adaneva se enamora de la Virgen Mercedes y luego tienen un hijo a quien llaman Mañuco. Adaneva (Adán y Eva, evidentemente) nos remite al mito griego de Hermafrodita (unión de Hermes y Afrodita en el coito), o a lo que Shakespeare llama en “La tempestad” la bestia de dos espaldas y también está presente en el yin-yang chino.
Hermafrodita no es un ser con dos sexos, como se solía pensar, sino dos sexos –dos personas- formando un solo ser, "una sola carne", durante el coito. Este mismo caso, se puede encontrar en todas las culturas más o menos abiertamente expresado o encubierto por formas estilizantes. Es el amor expresado sexualmente. Los indígenas peruanos comprendieron mejor el significado del mito de Adán y Eva que mucha otra gente.
Miguel Ángel pintó el pecado de Adán y Eva en una situación en que la mujer está sentada frente al hombre -ambos desnudos-, y el pene de él se encuentra ubicado muy cerca de la boca de la ella, que recibe de la serpiente -uno de cuyos significados en el oriente es precisamente el sexo-, en ese instante, la fruta del árbol del conocimiento… El pecado está allí nada más, al alcance de su boca. Después de recibir la fruta dada por la serpiente pecarían, o sea, tendrían sexo. Miguel Ángel ha situado a la mujer lista para pecar... sólo tiene que voltear la cara. Esto se encuentra en la cúpula de la Capilla Sixtina, en el Vaticano.
Walter Saavedra.
No hay comentarios.:
Publicar un comentario