Uno de esos tantos días... pasaba yo por la Alameda Chabuca Granda, en Lima. Mucha gente había allí mirando fijamente hacia donde mi vista no alcanzaba. Me acerqué y pude ver al Levitador, que parecía una estatua sentada en un pedestal de aire.
Me quedé un rato mirando a la gente que miraba. Era tanta la atención que ponían para ver algo inmóvil, que comencé a tomarle fotos y también yo busqué dónde estaba el truco.
Después me dije: ¡tanta gente que no hace nada se queda mirando fijamente a alguien que tampoco hace nada!
Me di cuenta que justo debajo del Levitador había un recipiente. La gente se acercaba, dejaba algunas monedas, lo tocaba, le daba la mano y el Levitador, en agradecimiento, comenzaba a mover la mano derecha graciosamente. Luego seguía en su inmovilidad. Escuché que algunos exclamaban: ¡Está vivo!
Mi curiosidad no pudo mantenerse mucho tiempo y seguí mi camino dejando al Levitador y a la gente que lo miraba levitar... seguramente esperando que se cayera en algún momento.
Walter Saavedra.
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