NOTA BENE:

Revista Internacional del Colegio Profesional de Antropólogos de Lima. Sede: New York.


martes, 9 de marzo de 2010

Anita Chiappe viuda de Mariátegui




Hace ya muchos años, cuando José María Arguedas reposaba en Lima, en el cementerio El Ángel, saliendo de visitarlo, me pasé a visitar también a José Carlos Mariátegui. Al llegar comprobé que su tumba resplandecía de limpia y la tranquilidad hacía su nido en ella cuando uno se paraba a contemplarla. Realmente daba gusto ver lo bien cuidada que estaba.
Di unos paseos por los alrededores, para ver qué es lo que había. De pronto, me llamó la atención una tumba que a su lado se encontraba. Estaba llena de polvo, completamente sucia. No se podía saber a quién pertenecía. Pero me llamó la atención por encontrarse tan cerca de Mariátegui.
Me puse a limpiar el lugar donde se encontraba el nombre de la persona enterrada allí. Con gran sorpresa, pude darme cuenta que quien se encontraba en esa tumba completamente abandonada, llena de polvo, sucia era... Anita Chiappe, la viuda de José Carlos Mariátegui. ¿Cómo es posible, me pregunté, que se dé tanta importancia a Mariátegui -que se lo merece realmente-, y no se le preste ninguna atención a la mujer que tanto quiso, que tanto lo amó?
Mucho tiempo después, cuando estuve trabajando en el texto que en México sacarían Francisco Javier Amezcua Pérez y Ricardo Melgar Bao sobre José Carlos Mariátegui cuyo nombre es "Mariátegui 1928", buscando las revistas originales donde él escribió en ese año, algunos textos no podía encontrarlos. Fue así que llegué a la Casa Museo que está dedicada a su memoria. Pensé que allí encontraría lo que buscaba, pero… no encontré ni siquiera una mala fotocopia –como le dije al bibliotecario- de esas revistas o simplemente de sus escritos tal como fueron publicadas originalmente.
Aproveché para preguntarle al bibliotecario por qué la tumba de Anita Chiappe estaba tan descuidada. Se sorprendió. Me respondió que no, no, eso no era cierto, que siempre se cuidaba esa tumba tanto como la de su esposo. Ante la dureza de mis expresiones, acertó a decir que seguramente en esa oportunidad, en que hice la visita, quizás estuviera así pero que "ahora" ya estaba limpia. No regresé a visitar las tumbas, no sé si lo que dijo era cierto, no sé si ahora las tumbas de ambos estarán tratadas con igual cuidado.
José Carlos Mariátegui sabía lo importante que era la vida del ser humano. Él no solamente se refería con esto al aspecto político, sino que involucraba directamente la vida sentimental y familiar. Él dijo: "Residí más de dos años en Italia. Donde desposé una mujer y algunas ideas." Y luego supo apreciar el cuidado que Anita le dispensaba, supo apreciar el amor que ella ponia ponía en cuidarlo cotidianamente y, sobre todo, en sus momentos más difíciles. Ella tenía que cuidarlo a él y a sus hijos. Mariátegui le dijo a su adorada esposa: “la vida que te falta es la vida que me diste…”
Mariátegui toca en sus obras temas que directamente tienen que ver con la preocupación tradicional de los antropólogos, que tienen que ver con las ideas que los antropólogos utilizan para comprender mejor su objeto de estudio. La amplitud que está adquiriendo la preocupación antropológica, pone a José Carlos Mariátegui como un autor cuyas obras son de referencia obligada para la múltiple temática que abordamos. Por eso, quienes nos dedicamos a estudiar los temas antropológicos, debemos también poner el acento en esta relación de amor entre esta pareja que supo amarse más allá de las enormes dificultades que tuvo que vivir.
Como bien señala el estudioso, el investigador, Antonio Rengifo, Anita "se sentía orgullosa de tener presentable a su esposo (...) Era ella quien lo bañaba en la tina de la casa diariamente." Aún más, nos dice que ella colaboraba de manera importante para el sostenimiento del hogar, puesto que lo que obtenía su esposo con sus escritos no era suficiente. Anita colaboraba "con sus ingresos; los que obtenía por brindar los servicios de hospedajes y alimentación a algunos residentes extranjeros y estudiantes provincianos."
La casa de Mariátegui siempre rebosaba de alegría: la de ella, la de sus hijos y, por supuesto, la de él mismo. Rengifo nos dice sobre el particular: "A pesar de la estrechez económica y de cuatro hijos pequeños, Anita le dio a su casa un ambiente grato y ordenado; y lo que es más aún, le dio amor a José Carlos."
Anita Chiappe viuda de Mariátegui murió a los 91 años de edad. Ella vivió con la alegría que dimanaba del amor que tuvo a su esposo, de la alegría que brotaba de sus hijos que le dieron siempre amor, de la alegría que recibía de todos aquellos que –en diferentes partes del mundo- amaron –y aman- a su esposo por sus ideas...
Miguel Aragón, gran estudioso también de Mariátegui, señala que “este texto fue escrito el año 1990, a los pocos días del fallecimiento de Anita. Su copia revisada nos la ha enviado [el autor] hace pocos días.” Y aquí la tenemos, en esta revista que se engalana publicando este texto sobre una mujer que se dio por entero al hombre que amaba y a sus hijos.



A LA MEMORIA DE ANITA CHIAPPE
(Lucca – Italia, 26 de Julio de 1898
Lima – Perú, 16 de Junio de 1990)

Antonio Rengifo Balarezo[i]

Anna Maria Chiappe Giacomini, la viuda de José Carlos Mariátegui, ha muerto a los 91 años de edad. Casi todos los contemporáneos de su esposo ya han fallecido y las desiguales organizaciones políticas –que tienen a José Carlos como su mentor- han puesto en tensión sus fuerzas: unas, acaban de sufrir una derrota electoral y las otras, acaban de cumplir 10 años de guerra subversiva.
La figura de José Carlos Mariátegui trasciende a los partidos políticos, pertenece al pueblo peruano; es una especie de patrimonio nacional. Pero ello, no debe obnubilarnos como para impedirnos reconocer a quien puso los parantes que sostuvieron a esa figura egregia. Tampoco debe nuestra admiración por el extraordinario caso de fuerza de voluntad que constituye Mariátegui soslayar la también figura de Anna Chiappe.
Sin lugar a dudas, y en todo sentido, los últimos seis años de Mariátegui fueron los más fecundos, aunque los pasó en sillas de ruedas. Las fotos de aquellos tiempos nos muestran a un José Carlos con una mirada aguda, serena y optimista, pulcro y con un arreglo personal cuidadoso, o dicho corrientemente, bien prsentable; esa es la imagen que nos ha entregado Anna Chiappe.
Anna Chiappe y José Carlos Mariátegui. Lima, 1925.
La Casa queda en el jirón Washington izquierda No.554 (actual No.1946).
En la época que visitaba los domingos a Anita su casa del jirón Alcanfores 1096, Miraflores, me dijo que se sentía orgullosa de tener presentable a su esposo. Aunque parecería inadecuado decirlo públicamente, era ella quien lo bañaba en la tina de la casa diariamente, pese a su aparente fragilidad física.
La prolijidad y decisión en salvaguardar la precaria salud de su esposo la llevaron a situaciones extremas, pero necesarias, tales como impedir resueltamente a más de un visitante obsesivo e impertinente, franquear la puerta de su casa; se refirió a Dora Mayer; así como también, incinerar los objetos de su casa que habían estado en contacto con un dirigente campesino que trasuntaba los signos externos de su avanzada tuberculosis. Anita no se acordaba de su nombre. (Por ciertas evidencias, me pareciera que hubiese sido el puneño Ezequiel Urviola)
Anita también ha contribuido con sus ingresos económicos al sostenimiento del hogar. A ella le planteé una interrogante que yo mismo me hacía desde hace mucho tiempo. Sabía que los ingresos económicos de José Carlos, provenientes de sus colaboraciones semanales para Variedades y Mundial, eran insuficientes para solventar los gastos del hogar. Entonces, ¿cómo resolvían el problema económico?
Me respondió, con sus ingresos; los que obtenía por brindar los servicios de hospedajes y alimentación a algunos residentes extranjeros y estudiantes provincianos.
Sandro (nacido en Roma en 1921), Sigfrido (nacido en 1923), José Carlos (nacido en 1926) y Javier (en brazos, nacido en 1928).
Anita fue tan dinámica que hasta empaquetaba la revista Amauta para su distribución (hemos sido testigos de ese dinamismo cuando la veíamos, ya anciana, en la Librería Minerva de la Av. Larco en Miraflores). A pesar de la estrechez económica y de cuatro hijos pequeños, Anita le dio a su casa un ambiente grato y ordenado; y lo que es más aún, le dio amor a José Carlos. Tal vez esto explique su mirada serena y optimista.
No vaya a creerse que con la muerte de Mariátegui -16 de abril de 1930-concluyeron las tareas de Anita para con su esposo. Continuó y realizó una extraordinaria obra acompañada por sus hijos, en quienes inculcó veneración por la memoria de su padre.
Inmediatamente después de la prematura muerte de Mariátegui y la caída del gobierno de Leguía, la llamada "Generación del 900" retoma sus posiciones en el campo intelectual. Por otra parte, ni el Partido Comunista y, mucho menos, el Partido Aprista estaban interesados en una segunda edición de los 7 Ensayos de interpretación de la realidad peruana. La represión al pensamiento izquierdista por las dictaduras de turno, ocurrió sin apelar a la requista o incineración de los 7 Ensayos, cuya edición se había agotado, coincidiendo con la muerte de su autor.
Todas las fuerzas sociales confluían, por unas u otras razones, en una especie de conjura contra la obra de Mariátegui. Su obra fue confinada durante largos años e ignorada por vastos sectores sociales.
Esta situación se va a revertir cuando se funda la empresa editora Amauta S.A., conformada por Anna Chiappe Vda. de Mariátegui e hijos. Esta editorial es quizá la única en el mundo que se dedicaba a un solo autor; se dedica a la publicación y difusión del pensamiento de José Carlos Mariátegui, y al fomento editorial de las investigaciones en torno a su vida y obra.
La empresa familiar Amauta recibió el legado fundacional de la editorial, imprenta y librería Minerva, inaugurada en Lima por Julio César y José Carlos Mariátegui La Chira el 31 de octubre de 1925.
Dicho legado fundacional consistió, primeramente, en abaratar el libro; lo que fue obtenido mediante innovaciones tecnológicas, grandes tirajes y novedosas técnicas de mercadeo; pero, sobre todo, por el empeño puesto por Anita. Así se logró, también, la trascendental finalidad política de convertir el libro en arma de uso popular. Y he aquí, los 20 pequeños tomos de las ediciones populares de la obra de José Carlos Mariátegui.
La vida ejemplar de Anita y la evocación de Bandera Roja –una de sus canciones preferidas y que le enseñara en su idioma original a su nieto José Carlos- nos infunde, en estos momentos, renovado ánimo.

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[1] Antonio Rengifo Balarezo es Sociólogo de la Universidad de San Marcos. Entre sus preocupaciones destaca su interés por estudiar la vida y la obra de Mariátegui.
Nota del autor: el presente texto apareció a los pocos días del fallecimiento de Anita en un diario de efímera vida y de cuyo nombre no recuerdo. Esta versión digitalizada de una fotocopia tiene pequeños agregados. (04 de marzo de 2010)

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East Elmhurst, New York, United States

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