Este trabajo es más bien una honda queja que surge de la vida de su autor. Nada en él haría presagiar que pudiera escribir algo que pudiera ser pesimista. Quienes lo conocen manifiestan que es una persona generalmente optimista.
¿Cómo es que alguien optimista puede proclamar una queja tan profunda? Evidentemente, todo puede ser encontrado en este mundo, hasta el pesimismo que surge del optimismo.
Ya el pensador José Carlos Mariátegui hablaba de un pesimismo de la realidad y de un optimismo del ideal. Quizás así sea en este caso.
¿Está la Antropología reñida con este tipo de escritos? Para algunos sí. Quizás porque constriñen sus concepciones a su experiencia... Nada se puede contradecir tratándose de la Antropología.
La discusión acerca de lo que es nuestra disciplina, es algo de nunca acabar. Por lo pronto, los antropólogos sabemos lo que hacemos. Empero, muchos connotados colegas de fama internacional han expresado que han dedicado toda su vida a hacer Antropología -y la han hecho bien-, sólo que no saben. a fin de cuentas, qué es la Antropología... y esto lo han dicho al final de sus días.
¿Navegando por incesantes caminos llenos de vida?
Walter Saavedra.
“Por la manchega llanura / se vuelve a ver la figura / de Don Quijote pasar...” (León Felipe, “Vencidos”).
No quiero estar donde viven los vencidos. Los vencidos por las circunstancias. Los vencidos por el dolor. Los vencidos por la vida.
Quiero navegar por los incesantes caminos llenos del agua de la vida, aquellos caminos que las viñas cruzan, aquellos caminos que son senderos bifurcados, caminos que se encuentran por la manchega llanura donde don Quijote realizara sus más hermosas aventuras... caminos de esperanza.
No estaremos ajenos a la lucha de quien supo combatir como él luchaba. Su forma de lucha es la única manera de vencer a quien no se puede vencer.
Para cumplir con los objetivos que tiene La Mancha entera, se arma el caballero y se pone en camino, por eso es que siempre uno vuelve a ver la figura aquella que, durante mucho tiempo, proscrita estuvo de los suelos españoles.
No bastaba que Carlos V se llamara a sí mismo el “último caballero”, porque solamente era un cortesano, un caballero cortesano, de aquellos que denigró don Quijote con toda la razón del mundo. Carlos V (nacido en Gante, Flandes) tenía de todo... menos de caballero. Desde casi al nacer -quizás para desagraviarlo por haber nacido, como cuenta la leyenda, en un baño- lo hicieron miembro de las órdenes de caballería entonces existentes, solamente porque era descendiente de reyes. Pero los caballeros se ganaron el derecho a serlo en cada instante, con su lucha constante. Incluso descendiendo de caballeros, se ganaron ese derecho. Por eso fueron legítimos descendientes de Frey, el dios guerrero, el de la espada invencible.
Nosotros, al contemplar los paisajes llenos de viñas de La Mancha (que no hemos visto jamás), tenemos que contemplar en todos los tiempos, en todas las circunstancias, en todos los momentos, la figura de Don Quijote pasar... Pasar hacia el futuro que hoy vivimos. Ese futuro que vivirán quienes nos sucederán en esta vida.
Don Quijote pasa pero también se queda. La Mancha es este mundo que nos ve pasar a nosotros, aunque no con la ventura del caballero andante manchego. Nuestros antepasados son manchegos.
Ya son otros los tiemos que corren. Algunos dicen que ya no tiene razón de ser la lucha de don Quijote, que mejor contemplemos su figura echada en una cama, muriendo de dolor, del dolor de ya no ser lo que fue. Y, entonces, dicen contemplar que la armadura que usaba para luchar, se encuentra ociosa y abollada. Pero eso no es cierto. Eso no puede ser cierto.
La armadura de don Quijote está reluciente porque es de acero toledano. No puede ser de otra manera. El acero más famoso. El acero más valioso. Es una armadura que hiere como las espadas, las famosas espadas de Toledo. Garcilaso Inca de la Vega te fue a buscar don Quijote, te fue a buscar porque su antepasado fue comunero, dirigente comunero, de aquellos que lucharon contra el rey extranjero ¿qué pasó con él por esos lares?
No, no, no puede estar ociosa la armadura, porque no es de un hidalgo manchego estar ocioso. Nosotros no lo hemos visto, jamás lo veremos ser llevado vencido. Se han equivocado todos los que se equivocan. No es don Quijote quien está sin ánimos para combatir. No León Felipe, te has equivocado, no viste lo que viste.
No, es nos cierto que vaya en el rucio la armadura, esa armadura que tantas victorias vio obtener. No es cierto que pueda la armadura ir ajena a su dueño en los campos del combate. ¿Cómo puede ir, en plena lucha, este famoso y valiente don Quijote sin ánimos para luchar? No es cierto. Y no quieran convencerme de lo contrario que nada sera verdad porque aun siendo verdad ha de ser simple mentira.
No me pueden decir, no me pueden demostrar, que ahora va ocioso el caballero, este caballero de los leones que a tantos gigantes derrotara.
No me digan que está ya sin peto y sin espaldar... ¿Cómo podría quitarse la armadura, en plena lucha, un caballero andante como él, que descansa luchando, que duerme con su armadura, que jamás se la saca porque toda su vida es una continua lucha a favor de los menesterosos y contra la opresión de los poderosos abusivos.
Don Quijote ha vencido aunque en este instante se sienta vencido. Es algo circunstancial que se sienta vencido. Hasta el más valiente tiene momentos de vencimiento. Pero eso es circunstancial. Fácilmente superable.
No me pueden decir que don Quijote va cargado de amargura... Yo no lo creo. ¡No lo creo! Él no puede estar amargo porque es la personificación de la esperanza, del optimismo, de la capacidad de lucha, de la entrega sin final… es ¡don Quijote de La Mancha! ¡Cómo él no hay otro igual!
No me digan que allá, en aquel lugar que nadie sabe aún dónde pueda ser, no me digan que allá es donde don Quijote encontró su sepultura.
¡Después de todo lo que hizo para entregar la libertad a La Mancha! ¡No me digan que ha terminado su amoroso batallar...! No me digan porque no lo creeré, así sea verdad. ¡No lo creeré! ¡No lo creo porque es mentira aunque sea verdad! Es que se equivocan. Todos se equivocan. No pueden decir que este don Quijote que es la representación del coraje y del optimismo, no me digan que este don Quijote, va cargado de amargura... ¿No se pueden equivocar todos ustedes? ¡Sí, sí se pueden equivocar!
No me pueden decir que allá «quedó su ventura», en esos lugares donde nadie sabe qué lugares son porque así existan no existen para quienes amamos a don Quijote. Sólo existe don Quijote optimista, luchador, vencedor... ¡vencedor! ¡Siempre vencedor!
Caballero de los Leones. Si domaste a las fieras africanas (que personificaban a ese Flandes donde naciera Carlos V), puedes domar este horizonte que se te impone en la playa de Barcino, frente al mar... Yo lo sé. Yo he estado contigo. Te he visto. Te he acompañado. Sigue adelante el batallar que hace siglos comenzaste. Jamás te han vencido aunque te venciera el socarrón Sansón Carrasco disfrazado. No, tú nunca te dejaste vencer. Sigues aún adelante.
Sigues luchando en la manchega llanura, aquella que te vio nacer, aquella que te vio salir por primera vez a luchar como luchaban todos los caballeros. Saliste por la puerta adecuada, aquella puerta por donde salían los caballeros andantes, por la puerta trasera apropiada para los soldados, la del patio de los castillos…
Tu casa no fue un castillo pero el hecho de vivir tú en ella la convierte en un castillo imaginario, tu castillo, nuestro castillo… El castillo de la vida, del amor, de la lucha, del ideal. Esa es la razón por la cual, nadie te ha vencido, nadie te puede vencer aunque te venza.
Sabemos que por los campos manchegos ya se vuelve a ver la figura que te ha hecho famoso para toda la eternidad. Los campos de La Mancha, que son los campos de todo el mundo. De todo el mundo. De este mundo donde yo me encuentro.
Todos los campos ven la invicta figura de Don Quijote pasar... Ahí vas, don Quijote, ahí vas. Ahí vamos contigo. A tu lado. Codo a codo. Pecho a pecho. ¡Qué nadie diga que don Quijote va cargado de amargura...! Es no es cierto. Don Quijote jamás irá cargado de amargura... puede estar triste mas nunca amargado.
¡Qué nadie diga que va vencido el caballero! Un caballero como él jamás puede ser vencido. ¿Acaso puede estar vencido simplemente porque va de retorno a su lugar vencido por aquel caballero inexistente de la Blanca Luna? El caballero andante también regresa a su hogar. Tiene épocas en que retorna para recobrar fuerzas.
Su andar por las llanuras manchegas –y más allá aún- jamás terminará. Por eso, ¡cuántas veces, Don Quijote, tu imagen ha pasado por infinidad de lugares por donde jamás estuviste! Pero fue allí donde te vi, aunque jamás yo estuviera por esos sitios. La gente te ve como un inopinable héroe que lucha por cambiar su situación, para terminar con su sufrimiento, para acabar con su miseria… Porque tú buscas poner punto final a la opresión.
¡Don Quijote, por esa misma llanura donde ahora te veo, don Quijote, todos te han visto porque han necesitado de ti! ¡Necesitan de tu ardoroso y valeroso brazo! Nosotros, te vemos siempre en horas de desaliento.
En viéndote llegar, don Quijote amigo, se terminan los desalientos, se terminan los dolores, se terminan los pesares… todo se termina así te miro pasar... Tú sabes que es cierto, lo sabes bien.
Te puedes acordar de cuántas veces te grito al verte: Quiero formar parte de tu orden de caballería don Quijote, quiero estar en tu ejército esforzado y nunca vencido. Ya no te puedo decir: hazme un sitio en tu montura, porque tengo que conseguir mi propia cabalgadura para acompañarte en tu amoroso batallar… en nuestro amoroso batallar.
Buscaremos varios molinos de viento para atacar juntos a esos gigantes flamencos que se llevan el dinero que otrora hizo rica a Castilla. Buscaremos una barca encantada para navegar lado a lado. Y he de decirte quedito: llévame a tu lugar. Llévame a aquel sitio que te vio nacer, a aquel sitio pletórico de guerreros, porque ese lugar es donde yo nací aunque me parieran en otra parte.
Don Quijote, yo no quiero decirte: hazme un sitio en tu montura, porque voy buscando mi propio caballo, un caballo que sea también un rocín, heredero de aquellos rocines que los caballeros andantes utilizaron y que después fueron convertidos en caballos de trabajo en el campo, por su fortaleza.
Jamás te podrán decir, don Quijote, que eres un caballero derrotado, porque nunca fuiste derrotado. Ganaste todas tus batallas. ¡Hasta las batallas que perdías las ganabas don Quijote! Jamás perdiste las batallas que no ganaste. Jamás.
Yo no quiero pedirte: hazme un sitio en tu montura, porque quiero tener mi propia cabalgadura para ir a tu lado, a luchar a brazo partido contra todos los gigantes que se nos pongan al frente.
Después he de decirte, don Quijote, que yo también voy cargado del valor que tú nos han enseñado a tener, que nos contagiado, que nos ha hecho tener.
No hay nada de amargura en la lucha que vamos a comenzar. Toda dureza que se presente serán sábanas de Holanda para quien va contigo. Y quiero que sepas que entre nosotros, los que conformamos tu ejército no habrá nadie que diga: no puedo batallar.
Vamos don Quijote, vamos. Ni siquiera mientras busco mi cabalgadura te diré: ponme a la grupa contigo. Quiero ser un caballero del honor cuando me armes caballero… Nadie más que tu podría armarme caballero andante, nadie más.
Entonces, actuaré como tú nos has enseñado a ser. No podemos pedirte ponme a la grupa contigo, porque es tiempo de ir contigo lado a lado, compartiendo dificultades, compartiendo esfuerzos, compartiendo problemas… compartiéndolo todo.
En esta situación he de rogarte: llévame a ser contigo caballero andante, aunque para ello tenga que ser primero pastor.
Emprendamos ya la partida. Quiero ir contigo por la manchega llanura que ha sido testigo de tus hazañas. ¿Bien? ¿Comenzamos?
¡Sí! Me has armado caballero. Podemos ya salir a la aventura. Ya La Mancha -que es todo el mundo- se puede gloriar porque por sus campos eternos se vuelve a ver la figura que la ha hecho famosa: es la figura de don Quijote, querida y entrañable figura inmortal que jamás dejará de pasar...
No quiero estar donde viven los vencidos. Los vencidos por las circunstancias. Los vencidos por el dolor. Los vencidos por la vida.
Quiero navegar por los incesantes caminos llenos del agua de la vida, aquellos caminos que las viñas cruzan, aquellos caminos que son senderos bifurcados, caminos que se encuentran por la manchega llanura donde don Quijote realizara sus más hermosas aventuras... caminos de esperanza.
No estaremos ajenos a la lucha de quien supo combatir como él luchaba. Su forma de lucha es la única manera de vencer a quien no se puede vencer.
Para cumplir con los objetivos que tiene La Mancha entera, se arma el caballero y se pone en camino, por eso es que siempre uno vuelve a ver la figura aquella que, durante mucho tiempo, proscrita estuvo de los suelos españoles.
No bastaba que Carlos V se llamara a sí mismo el “último caballero”, porque solamente era un cortesano, un caballero cortesano, de aquellos que denigró don Quijote con toda la razón del mundo. Carlos V (nacido en Gante, Flandes) tenía de todo... menos de caballero. Desde casi al nacer -quizás para desagraviarlo por haber nacido, como cuenta la leyenda, en un baño- lo hicieron miembro de las órdenes de caballería entonces existentes, solamente porque era descendiente de reyes. Pero los caballeros se ganaron el derecho a serlo en cada instante, con su lucha constante. Incluso descendiendo de caballeros, se ganaron ese derecho. Por eso fueron legítimos descendientes de Frey, el dios guerrero, el de la espada invencible.
Nosotros, al contemplar los paisajes llenos de viñas de La Mancha (que no hemos visto jamás), tenemos que contemplar en todos los tiempos, en todas las circunstancias, en todos los momentos, la figura de Don Quijote pasar... Pasar hacia el futuro que hoy vivimos. Ese futuro que vivirán quienes nos sucederán en esta vida.
Don Quijote pasa pero también se queda. La Mancha es este mundo que nos ve pasar a nosotros, aunque no con la ventura del caballero andante manchego. Nuestros antepasados son manchegos.
Ya son otros los tiemos que corren. Algunos dicen que ya no tiene razón de ser la lucha de don Quijote, que mejor contemplemos su figura echada en una cama, muriendo de dolor, del dolor de ya no ser lo que fue. Y, entonces, dicen contemplar que la armadura que usaba para luchar, se encuentra ociosa y abollada. Pero eso no es cierto. Eso no puede ser cierto.
La armadura de don Quijote está reluciente porque es de acero toledano. No puede ser de otra manera. El acero más famoso. El acero más valioso. Es una armadura que hiere como las espadas, las famosas espadas de Toledo. Garcilaso Inca de la Vega te fue a buscar don Quijote, te fue a buscar porque su antepasado fue comunero, dirigente comunero, de aquellos que lucharon contra el rey extranjero ¿qué pasó con él por esos lares?
No, no, no puede estar ociosa la armadura, porque no es de un hidalgo manchego estar ocioso. Nosotros no lo hemos visto, jamás lo veremos ser llevado vencido. Se han equivocado todos los que se equivocan. No es don Quijote quien está sin ánimos para combatir. No León Felipe, te has equivocado, no viste lo que viste.
No, es nos cierto que vaya en el rucio la armadura, esa armadura que tantas victorias vio obtener. No es cierto que pueda la armadura ir ajena a su dueño en los campos del combate. ¿Cómo puede ir, en plena lucha, este famoso y valiente don Quijote sin ánimos para luchar? No es cierto. Y no quieran convencerme de lo contrario que nada sera verdad porque aun siendo verdad ha de ser simple mentira.
No me pueden decir, no me pueden demostrar, que ahora va ocioso el caballero, este caballero de los leones que a tantos gigantes derrotara.
No me digan que está ya sin peto y sin espaldar... ¿Cómo podría quitarse la armadura, en plena lucha, un caballero andante como él, que descansa luchando, que duerme con su armadura, que jamás se la saca porque toda su vida es una continua lucha a favor de los menesterosos y contra la opresión de los poderosos abusivos.
Don Quijote ha vencido aunque en este instante se sienta vencido. Es algo circunstancial que se sienta vencido. Hasta el más valiente tiene momentos de vencimiento. Pero eso es circunstancial. Fácilmente superable.
No me pueden decir que don Quijote va cargado de amargura... Yo no lo creo. ¡No lo creo! Él no puede estar amargo porque es la personificación de la esperanza, del optimismo, de la capacidad de lucha, de la entrega sin final… es ¡don Quijote de La Mancha! ¡Cómo él no hay otro igual!
No me digan que allá, en aquel lugar que nadie sabe aún dónde pueda ser, no me digan que allá es donde don Quijote encontró su sepultura.
¡Después de todo lo que hizo para entregar la libertad a La Mancha! ¡No me digan que ha terminado su amoroso batallar...! No me digan porque no lo creeré, así sea verdad. ¡No lo creeré! ¡No lo creo porque es mentira aunque sea verdad! Es que se equivocan. Todos se equivocan. No pueden decir que este don Quijote que es la representación del coraje y del optimismo, no me digan que este don Quijote, va cargado de amargura... ¿No se pueden equivocar todos ustedes? ¡Sí, sí se pueden equivocar!
No me pueden decir que allá «quedó su ventura», en esos lugares donde nadie sabe qué lugares son porque así existan no existen para quienes amamos a don Quijote. Sólo existe don Quijote optimista, luchador, vencedor... ¡vencedor! ¡Siempre vencedor!
Caballero de los Leones. Si domaste a las fieras africanas (que personificaban a ese Flandes donde naciera Carlos V), puedes domar este horizonte que se te impone en la playa de Barcino, frente al mar... Yo lo sé. Yo he estado contigo. Te he visto. Te he acompañado. Sigue adelante el batallar que hace siglos comenzaste. Jamás te han vencido aunque te venciera el socarrón Sansón Carrasco disfrazado. No, tú nunca te dejaste vencer. Sigues aún adelante.
Sigues luchando en la manchega llanura, aquella que te vio nacer, aquella que te vio salir por primera vez a luchar como luchaban todos los caballeros. Saliste por la puerta adecuada, aquella puerta por donde salían los caballeros andantes, por la puerta trasera apropiada para los soldados, la del patio de los castillos…
Tu casa no fue un castillo pero el hecho de vivir tú en ella la convierte en un castillo imaginario, tu castillo, nuestro castillo… El castillo de la vida, del amor, de la lucha, del ideal. Esa es la razón por la cual, nadie te ha vencido, nadie te puede vencer aunque te venza.
Sabemos que por los campos manchegos ya se vuelve a ver la figura que te ha hecho famoso para toda la eternidad. Los campos de La Mancha, que son los campos de todo el mundo. De todo el mundo. De este mundo donde yo me encuentro.
Todos los campos ven la invicta figura de Don Quijote pasar... Ahí vas, don Quijote, ahí vas. Ahí vamos contigo. A tu lado. Codo a codo. Pecho a pecho. ¡Qué nadie diga que don Quijote va cargado de amargura...! Es no es cierto. Don Quijote jamás irá cargado de amargura... puede estar triste mas nunca amargado.
¡Qué nadie diga que va vencido el caballero! Un caballero como él jamás puede ser vencido. ¿Acaso puede estar vencido simplemente porque va de retorno a su lugar vencido por aquel caballero inexistente de la Blanca Luna? El caballero andante también regresa a su hogar. Tiene épocas en que retorna para recobrar fuerzas.
Su andar por las llanuras manchegas –y más allá aún- jamás terminará. Por eso, ¡cuántas veces, Don Quijote, tu imagen ha pasado por infinidad de lugares por donde jamás estuviste! Pero fue allí donde te vi, aunque jamás yo estuviera por esos sitios. La gente te ve como un inopinable héroe que lucha por cambiar su situación, para terminar con su sufrimiento, para acabar con su miseria… Porque tú buscas poner punto final a la opresión.
¡Don Quijote, por esa misma llanura donde ahora te veo, don Quijote, todos te han visto porque han necesitado de ti! ¡Necesitan de tu ardoroso y valeroso brazo! Nosotros, te vemos siempre en horas de desaliento.
En viéndote llegar, don Quijote amigo, se terminan los desalientos, se terminan los dolores, se terminan los pesares… todo se termina así te miro pasar... Tú sabes que es cierto, lo sabes bien.
Te puedes acordar de cuántas veces te grito al verte: Quiero formar parte de tu orden de caballería don Quijote, quiero estar en tu ejército esforzado y nunca vencido. Ya no te puedo decir: hazme un sitio en tu montura, porque tengo que conseguir mi propia cabalgadura para acompañarte en tu amoroso batallar… en nuestro amoroso batallar.
Buscaremos varios molinos de viento para atacar juntos a esos gigantes flamencos que se llevan el dinero que otrora hizo rica a Castilla. Buscaremos una barca encantada para navegar lado a lado. Y he de decirte quedito: llévame a tu lugar. Llévame a aquel sitio que te vio nacer, a aquel sitio pletórico de guerreros, porque ese lugar es donde yo nací aunque me parieran en otra parte.
Don Quijote, yo no quiero decirte: hazme un sitio en tu montura, porque voy buscando mi propio caballo, un caballo que sea también un rocín, heredero de aquellos rocines que los caballeros andantes utilizaron y que después fueron convertidos en caballos de trabajo en el campo, por su fortaleza.
Jamás te podrán decir, don Quijote, que eres un caballero derrotado, porque nunca fuiste derrotado. Ganaste todas tus batallas. ¡Hasta las batallas que perdías las ganabas don Quijote! Jamás perdiste las batallas que no ganaste. Jamás.
Yo no quiero pedirte: hazme un sitio en tu montura, porque quiero tener mi propia cabalgadura para ir a tu lado, a luchar a brazo partido contra todos los gigantes que se nos pongan al frente.
Después he de decirte, don Quijote, que yo también voy cargado del valor que tú nos han enseñado a tener, que nos contagiado, que nos ha hecho tener.
No hay nada de amargura en la lucha que vamos a comenzar. Toda dureza que se presente serán sábanas de Holanda para quien va contigo. Y quiero que sepas que entre nosotros, los que conformamos tu ejército no habrá nadie que diga: no puedo batallar.
Vamos don Quijote, vamos. Ni siquiera mientras busco mi cabalgadura te diré: ponme a la grupa contigo. Quiero ser un caballero del honor cuando me armes caballero… Nadie más que tu podría armarme caballero andante, nadie más.
Entonces, actuaré como tú nos has enseñado a ser. No podemos pedirte ponme a la grupa contigo, porque es tiempo de ir contigo lado a lado, compartiendo dificultades, compartiendo esfuerzos, compartiendo problemas… compartiéndolo todo.
En esta situación he de rogarte: llévame a ser contigo caballero andante, aunque para ello tenga que ser primero pastor.
Emprendamos ya la partida. Quiero ir contigo por la manchega llanura que ha sido testigo de tus hazañas. ¿Bien? ¿Comenzamos?
¡Sí! Me has armado caballero. Podemos ya salir a la aventura. Ya La Mancha -que es todo el mundo- se puede gloriar porque por sus campos eternos se vuelve a ver la figura que la ha hecho famosa: es la figura de don Quijote, querida y entrañable figura inmortal que jamás dejará de pasar...
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