NOTA BENE:

Revista Internacional del Colegio Profesional de Antropólogos de Lima. Sede: New York.


viernes, 26 de marzo de 2010

Juan Cristóbal: una vida de lucha y de emoción creadora.






El día 24, nuestro amigo Luis Anamaría conversó con Juan Cristóbal y quedaron en que le realizaríamos una entrevista el día jueves 25 a las 4 de la tarde. El poeta señaló que tenía que ser hora exacta. Los problemas de salud que lo aquejaban le ponían muchas restricciones en sus actividades. Nos dio la dirección y las señas que nos permitirían llegar sin problemas a su casa.
El día señalado, salimos de nuestra casa con una hora y media de anticipación para poder estar a tiempo en esa cita, porque si él había enfatizado que tenía que ser “hora exacta”, tendría que ser “hora exacta”. Pero llegamos con más de veinte minutos adelantados. Tampoco podíamos apersonarnos con tanta anticipación.
Frente a su casa hay un pequeño parquecito, pero no tiene bancas. Ni modo, no había donde sentarse y leer un rato mientras la espera hacía que el tiempo pasara tranquilamente. Leer es una de las maneras en que entretengo el tiempo siempre, de esa manera no importa cuánto tengo que esperar. Pero ahora no podía leer.
Los obreros de la Municipalidad estaban barriendo toda la zona. Había mucho polvo que las escobas levantaban como producto natural de su actividad. Un vigilante, ya anciano, sentado en una banquita, al otro lado de la cuadra, nos miraba de cuando en cuando desconfiadamente.
Una persona extraña parada allí sin hacer nada, buscando la escasa sombra para protegerse de este verano limeño que se venga de los inviernos… un extraño paseándose de aquí para allá, mirando las casas, las calles, a las personas que pasaban, tomando una gaseosa que no tenía cuándo terminar, ciertamente que resultaba sospechoso en esta Lima desconfiada y con sus calles encerradas entre rejas.
¡Qué lentos pasaban los minutos! Jamás fueron tan largos los segundos como en esta ocasión en que tenía que llegar a tiempo. Nunca había tratado personalmente a Juan Cristóbal. Tenía excelentes referencias de él y de su trato, pero también conocía que estaba enfermo. El que hubiera aceptado tan rápidamente la entrevista era una buena señal.
Después de siglos de espera en esos veintitantos minutos, por fin dieron las cuatro de la tarde. Decidido caminé hacia su casa. Toqué la puerta. Esperé un momento, muy poco en realidad. Se abrió la puerta sin ningún “sésamo ábrete”. Apareció él. Lo reconocí de inmediato pero igual pregunté: ¿Juan Cristóbal? Qué cosa tan tonta, me dije. Lo estaba viendo y sabía perfectamente que era él. Soy Walter Saavedra, señalé. Sonrió afablemente.
Su mirada profundamente escudriñadora parecía no tomarle mayor importancia a nada. Pasa, me dijo, así muy familiarmente. Entonces yo le dije una de esas tonterías que suelo decir sin saber por qué: ¡Qué parecido eres a tus fotografías! Volvió a sonreír con esa tranquilidad que me decía que yo también me calmase.
Entramos a una cómoda y cálida salita que me hizo sentir bien. Se veía tan cómoda para reflexionar y estar solo con uno mismo mientras se conversa con los demás. Estaba llena de fotografías. Las fotos hablaban de diferentes
épocas de la vida de Juan Cristóbal. Desde la pared nos miraban personas de la vida literaria, política, artística… familiar. Era todo un acontecimiento ver esas fotografías y me dediqué a fotografiarlas casi apenas llegué. En ese acogedor rincón de recuerdos y olvidos se desarrollo la entrevista.
Juan Cristóbal hablaba con mucha confianza. Me hacía sentir que me conocía de mucho tiempo. Quizás nos conocimos en otro tiempo, por allá por San Marcos, porque él
trabajaba allí cuando yo estudiaba y también luego, cuando comencé a enseñar. La actividad política era muy nutrida. Las actividades literarias se desarrollaban activamente.
Hablamos de amigos comunes, de ideas, de encuentros y desencuentros…y así, sin solución de continuidad, empezamos lo que teníamos que hacer. ¿Qué tema tocaríamos? Preguntó. No había un tema específico porque su vida era demasiado rica, le respondimos. Al final de una entrevista pactada para media hora y que duró cerca de dos horas, nos preguntó recién para qué medio era la entrevista.
Juan Cristobal es un gran admirador del Che Guevara. Entre sus amistades han estado y están muchos de aquellos que dieron su vida por las ideas que tenían. Uno puede estar de acuerdo o en desacuerdo con sus ideas juveniles, sobre todo, pero nadie podrá dejar de reconocer en este poeta que ha escrito sus mejores poemas con tinta sacada de su propio cuerpo, escritos con su propia sangre... nadie podrá dejar de ver, decirmos, a un hombre íntegro que ha luchado por sus ideas y que sigue luchando aún ahora que la enfermedad agarrota su cuerpo.
Qué curioso. Juan Cristóbal se dejó entrevistar. Habló de temas múltiples donde revelaba su vida personal amén de la política y literaria y ¡no sabía qué destino tendría todo lo que había dicho!
Este último rasgo es importante para expresar la idea que nos hemos formado de él a través de la entrevista y de los materiales suyos que hemos leído. Como los más de aquellos que han
estudiado en la Universidad Nacional Mayor de San Marcos, Juan Cristóbal tiene una capacidad de entrega que no ha disminuido con el paso del tiempo.
Claro que, como él mismo lo ha constatado en su dilatada vida profesional, política, literaria… muchos han cambiado radicalmente. “La poesía se ha prostituido” expresa Juan Cristóbal. Ha contemplado la entrega de muchos de sus compañeros de otrora a gobiernos que antes combatían férreamente. Él mismo se ha vuelto escéptico respecto a la vida, aunque, por curioso que pueda parecer, no ha perdido la fe en sus ideales.
Ahora les presentamos la entrevista… más que entrevista fue una conversación. Con Juan Cristóbal nos divertimos mucho, aprendimos otro tanto y salimos con un cariño muy grande por este ser humano que es capaz de darse por completo a otros seres humanos. Juan Cristóbal nos ha devuelto mucho del optimismo que habíamos perdido.
Escuchen atentamente por favor lo que dice… quien hizo la entrevista no
cuenta sino como un medio para que él pudiera expresarse, medio que tampoco fue necesario porque sus palabras brotaban como aquel incontenible río de Heraud, poeta a quien Juan Cristóbal tanto admira...
Ah, como de taquito, diremos que su nombre de pila es José Manuel Pardo del Arco. ¡Cómo pesa ese nombre! Pesa por el hombre que lo lleva, es decir, por Juan Cristóbal, poeta eximio, periodista de amplia experiencia y luchador indesmayable.
Por todo eso es que pesa y no por los ribetes aristocráticos (“rimbombante” dice él) que tiene su apellido debido a los encopetados personajes que lo han detentado en la historia literaria y política peruana.
“Pardo” es un apellido que él relaciona con Luis Pardo, el bandolero ancashino que el pueblo aprecia y canta, bandolero que fue una especie de Robin Hood.
Los dejamos pues con la entrevista a Juan Cristóbal, un poeta de sensibilidad exquisita, palabra llena de vida y emoción creadora, luchador por un mundo mejor con la acción y el pensamiento.




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East Elmhurst, New York, United States

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