Ernesto Camou Healy
Conocí a Shoko en 1976, cuando debía realizar un periodo de investigación en campo, como parte del programa de formación en antropología social de la Universidad Iberoamericana. Se nos pedía una estancia en algún lugar de México, por lo general era en comunidades campesinas o indígenas, y bajo la supervisión de un maestro, o maestra, experimentado.
Había varias opciones y la mayor parte se situaban en el altiplano central, cerca de la ciudad de México; pero había la oportunidad de viajar a Chiapas y estudiar varias poblaciones afectadas por la construcción de la presa de La Angostura, sobre el río Grijalva, en los valles centrales de esa entidad.
Yo siempre he sido un poco pata de perro y, más que otra referencia académica, me interesó viajar hasta el confín del país y conocer ese estado. Cuando me apunté descubrí que la encargada de guiarnos en las prácticas de campo, era Shoko Doode, menudita, oriental, muy mexicana y gran conocedora del campo chiapaneco. Fue mi primer contacto con ella.
Ella había terminado la maestría en la Escuela Nacional de Antropología e Historia (ENAH) con una tesis sobre la población del centro de Chiapas; yo apenas la iniciaba, pero éramos de la misma generación; yo había trabajado varios años con campesinos en el Valle del Mezquital, y no me cocía al primer hervor, pero Shoko me inició en las formas, modos, usos y costumbres del trabajo de campo. Su forma de enseñar era como ella misma: suavecita y sin misericordia. Lo hacía a uno trabajar a base de aliento, consejos y crítica certera. No escatimaba amabilidad, y tampoco ahorraba juicios tajantes que nos obligaban a repensar y volver a la tarea con perspectivas novedosas.
Shoko había participado activamente en el movimiento del 68, en una brigada de la Escuela de Antropología y estuvo en la Plaza de las Tres Culturas el 2 de octubre fatídico; pero se habían puesto de acuerdo en encontrarse en un sitio determinado, a una hora fija, y si alguno faltaba, era señal de que debían abandonar el mitin. Eso hicieron y se reportaron a la casa de una amiga a donde llegó el resto del grupo, y se enteraron de la barbaridad que se había cometido en Tlaltelolco.
Platicaba que se dedicaban a repartir volantes y hacer mítines relámpago en los cruceros de la ciudad, y como siempre había el riesgo de ser atacadas por porros, ella llevaba un bolso enorme en el que había colocado un ladrillo, como arma eficaz contra el posible represor. Todavía me divierte imaginarla, tan menudita, arremetiendo contra un gorila de aquellos con su cachiporra ladrillesca disfrazada de bolso de señora.
Hace poco más de dos décadas tuvimos la fortuna de que se incorporara al cuerpo académico del Centro de Investigación en Alimentación y Desarrollo (CIAD), donde instruyó a varias generaciones de investigadores jóvenes y contribuyó a conocer y entender mejor nuestra realidad y región.
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Colegio de Etnólogos y Antropólogos Sociales AC. (CEAS)
México.
WEB: //http://ceas.org.mx/
http://ceasmexico.wordpress.com/
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Dr.Ricardo Melgar Bao
melgarr@gmail.com
Área de Antropología Social
Centro INAH Morelos
Matamoros 14, Colonia Acapatzingo, Cuernavaca, Morelos, México.62440.
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